Aunque ya más que tratado, en diferentes ocasiones en este blog, hoy traigo este artículo muy conocido, pero que encierra mucho de los entresijos que se "cuencen" en nuestra afición. Eso sí, quiero dejar y puntualizar bien claro que esto no es matemático, como dice el amigo Alectorix, pues hay descendientes de pajariteros que no quieren saber nada sobre el reclamo, incluso odian la modalidad y otros que, sin ascendencias perdigoneras, podrían darnos clase a más de dos y a más de tres, pues esto nos guste más o menos, no es cuestión de edad, pues lo años nunca dan el titulo de "sabelotodo", aunque la veteranía siempre sea un grado.
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Reclamo, ancestro y tradición
supone una ttrilogía lingüística encadenada y pilar inquebrantable de futuras conductas
en los pensamientos/ideas y formas y maneras de actuar en todo lo que rodea a
la milenaria y apasionante afición cuquillera. Si a esto, le añadimos el haber vivido
en la niñez/juventud en ambientes rurales o estar en contacto asiduo con los
mismos, donde esta modalidad de caza milenaria siempre ha estado muy arraigada,
entonces construimos un “póquer de ases”
que nos marcará el camino para una futura pasión por la caza de la perdiz con
reclamo. Yo, que he vivenciado los cuatro aspectos citados, quiero compartir lo
que pienso sobre el tema, aunque voy a completarlo, para reforzar mis palabras,
con citas y escritos de otros aficionados de pro y, entre ellos, un entrañable artículo
de mi primo Manuel Jerónimo Lluch (q.e.p.d.), publicado en su momento en la
revista Trofeo Caza y Conservación, de la cual fue colaborador mensual
durante años.
En esta línea, tengo que
decir que la afición por la caza del cuco, en la gran mayoría de las veces
-aunque siempre pueden existir salvedades-, suele ser el resultado de ese
legado emotivo y cargado de entusiasmo que pasa de generación en generación
porque tiene un enorme tirón y engancha tanto que, una vez “probado”, difícilmente,
nos lo quitaremos de encima. No hace falta decir que nuestros familiares más cercanos
nos “esculpieron” este sello tan valioso en nuestras mentes y corazones y, si
no ocurre nada anormal, nosotros se lo trasmitiremos a nuestros hijos para que
ellos hagan lo mismo con los suyos y, de esta forma, mantener siempre viva a tan ancestral modalidad cinegética. Eso sí, más que cazar, cuando hablamos de
perdiz con reclamo, nos referimos a un ritual, casi sectario que nos embruja y
del que, una vez dentro, ya difícilmente podremos salir. De esta manera, ese
algo tan difícil de explicar y que los que no están metidos en este mundillo,
nunca lo harán suyo, llega hasta límites, a veces, insospechados y que, como
mal menor, forma parte de la propia vida de cada perdigonero.
Ya no es solo la herencia
de la afición y sus formas y maneras de ponerla en práctica, sino los emotivos
recuerdos de historias, anécdotas, momentos, lugares…. y, cómo no, las
pertenencias o pertrechos personales que pasan de padres a hijos: reclamos, escopetas,
jaulas, esterillas, sayuelas, herramientas de corte, cananas/bolsas, ganchos….
Es decir, aparte del entrañable legado
del amor y pasión por todo lo que rodea al pájaro de perdiz, una serie, a veces
incalculable, de enseres llegan a nuestras manos en forma de herencia e
indestructibles y cariñosos recuerdos. Tan es así que, el que suscribe, ya con
unos añitos a las espaldas, todavía conserva, aparte del apego por esta forma
de entender la caza, los imborrables recuerdos de momentos más que afectivos de
la niñez y, cómo no, infinidad de cachivaches que en su día pertenecieron a mis
ancestros, dígase, por citar dos ejemplos de los muchos que me acompañan, una
sayuela de pana lisa, unos ganchos y un calabozo/cimbarra de mi abuelo y maestro en esto del reclamo Vicente
Lluch, que deben tener, a día de hoy, ochenta o noventa años.
Por tanto y resumidas
cuentas, aunque sea redundar, la afición cuquillera, en un porcentaje altísimo,
suele ser el resultado de una especial herencia que se entrega y se recibe con
el máximo respeto y cariño porque, entre ascendientes y descendientes, ambos
valores humanos suelen ser una vía más que primordial.
Y, como dije al principio,
para cimentar lo expresado, a continuación, comparto varios párrafos de algunos
autores de textos sobre la caza del perdigón:
“… He vivido tan de
cerca este ambiente, y traté estas cosas de la caza de la perdiz con reclamo
desde tan joven, que su afición y práctica han sido un complemento de mi vida,
tan necesario, a veces, como el aire que respiro…”
(Texto entresacado del
tratado cuquillero Como cazar las perdiz con reclamo, de Ignacio
Escavias de Carvajal, publicado en 1968).
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“… El primer paso para
hacerse jaulero: aprender de joven, mientras más joven mejor, a conocer
pájaros, sus reacciones, sus necesidades, bondad, cantos, comportamiento… eso
solo se aprende con la práctica, eso y a levantarte a las seis en el mes de
enero para ir al colgar de alba con tu progenitor, llegar al tollo con los pies
ateridos y chorreando agua y, aunque el pájaro no cante, preguntar: ¿cuándo le
vamos a dar otro puesto? El chaval que así se comporta de tal entusiasmo y
entereza que hace inútil plantearse si nación jaulero o se está haciendo, ¿qué
más da? Ahí hay un jaulero…”
(Texto extraído de la obra
Memorias de un jaulero andaluz, de Damián Fermín Vaquero Amor, publicado
en 2006).
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“ Agradecimientos…
… Y por último a la
persona que sembró en mí la semilla que me ha hecho cazador: mi padre, quien
desde pequeño me introdujo en este mundo y del que guardo mil y una anécdotas
relativas a la caza, y a pesar de no estar ya entre nosotros, todavía sigo recordándolas y reviviéndolas a
menudo junto a él, y es quien ha hecho posible que junto a mis amigos
cazadores, siga disfrutando esta afición e intentando transmitírsela a mis
hijos y nietos…”
(Texto entresacado del
tratado Cuco el perdigón. Historias de un reclamo de perdiz, de José
Sintes Arnaiz, publicado en 2021).
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Por último, plasmo en el
blog este ameno y emotivo relato de M Jerónimo Lluch, publicado en su día en Trofeo
Caza, en dónde él, Manuel, le explica a su hijo Iván, hoy verdadero apasionado
pajaritero, muchos de las singularidades de esta controvertida y turbadora modalidad
cinegética y complemento de vida para muchos.
CAZA DE PERDIZ CON RECLAMO, UNA AFICIÓN QUE SE HEREDA
El carácter
tradicional de la caza de la perdiz con reclamo significa precisamente
eso: la transmisión de los progenitores a sus descendientes de una costumbre,
de una parte de nuestra cultura, que continúa viva con el paso del tiempo,
aunque no ajena a él y obligada a renovarse.
Así es cómo la
práctica de la caza de la perdiz con reclamo se ha mantenido en pie hasta hoy:
porque un día, inmersos en un océano de curiosidad, le preguntamos a nuestro padre
y él nos enseñó los secretos que le reveló nuestro abuelo…
ooo O ooo
Aquel mediodía, como
otros muchos, Manuel se afanaba en el cuidado de sus reclamos.
En aquellos momentos pelaba bellotas para posteriormente picárselas, y lo hacía
sobre una mesa de encina heredada de sus mayores y provisto de su navajilla
campera. Cerca de donde faenaba, sentado en un banquillo de tres patas, su hijo
Iván le observaba atentamente siguiendo el proceso que su padre llevaba a cabo
en esta labor.
–Papá, ¿cuántas bellotas
tienes que pelar? –le inquirió a su progenitor. Manuel se tomó un pequeño
descanso en su quehacer y con cara de curiosidad le respondió:
–Tendré que pelar y
partir tres por perdiz, así que, como son nueve las que hay colgadas en la
pared, haz la cuenta y averiguarás lo que me preguntas.
Iván permaneció un
momento callado con la mirada perdida en el vacío y al poco respondió:
–A mí me salen
veintisiete bellotas.
–Bien hecha la cuenta
–añadió su padre con una sonrisa de satisfacción al ver que su hijo progresaba
adecuadamente en el cálculo.
Pero Iván, que no
parecía conformarse con tan simple respuesta, prosiguió interrogando a su
progenitor:
–¿Y para qué picas tantas bellotas si el pienso que le echas dices que es
un alimento completo?
Manuel se alisó el cabello y, moviendo
pausadamente la cabeza, contestó:
–Para los reclamos son poco menos que un
manjar las bellotas. Cuando están libres, siguen con frecuencia
a los cerdos en la montanera para aprovechar los pequeños trozos que estos
dejan de ellas en su yantar. También son muy amantes del verde, que comen con
deleitación, sobre todo si son berros, cerrajas y hojas de rábanos. Hace años
ya era, junto con el trigo y las bellotas, el sustento primordial de las
perdices enjauladas.
También esos puñados de arenilla que les
añado en los casilleros son de gran agrado para ellos, ya que le facilitan la
digestión en la molleja.
Y también te diré que tu abuelo era muy
amante de picarles cebollas a sus pájaros porque es un producto beneficioso que
combate las tan temidas y peligrosas zurretas.
Quedó Iván pensativo ante la pequeña
disertación paterna, pero el crío, que no cesaba en su curiosidad, volvió a
preguntar:
–Papá, si esta tarde vas a colgar… ¿me
llevarás contigo?
–Ya veremos –respondió Manuel–. Esperemos que
se eche el aire que ahora tenemos, que es muy perjudicial para la jaula. Y en
caso de que amaine, es posible que vayamos a La Coscoja, donde el otro
día preparé un puesto de monte al que de pequeño iba muchas veces con el
abuelo.
–Pero, papá, ¿cómo cuelgas en un puesto de
monte teniendo dos o tres de camuflaje, uno de ellos sin estrenar?
–Pues mira, niño, si te dijera todo lo que
pienso sobre este tema, no nos daría hoy tiempo de ir de cacería. De todos
modos, te aclararé que, según mi criterio, el colgar en este tipo de aguardos
es mantener de alguna forma viva la esencia de esta modalidad de la que en
parte se están perdiendo muchas costumbres de antaño.
Y añado que el puesto de monte, al ser
natural, lo extraña mucho menos el campo que a los de tela, se escucha mejor en
ellos y se acorta el tiempo de permanencia en el entorno de la cuelga, evitando
el ser quizás visto por algunas camperas.
El portátil es un buen invento, sobre todo
para poder cambiar con frecuencia de lugar sin darse el trabajo de preparar uno
de monte, y también facilita otras muchas circunstancias, como la rapidez en
colocarte, la reducción del esfuerzo a la hora de colgar y algunas cosillas más
que alargarían demasiado esta explicación.
Pero yo, hijo, respetando la opinión de otros
muchos cuquilleros, prefiero el de monte, porque con él me inicié en esta
afición y añoro y recuerdo ratos memorables pasados dentro de ellos.
–¡Ay, papá, que te estás haciendo mayor y
esos recuerdos son propios de la vejez!
–Es cierto, hijo. Y como dice el conocido
refrán, los jóvenes vivís de ilusiones y los viejos de recuerdos, pero a veces
estos son tan afectivos que es difícil renunciar a ellos. Y ahora démonos
prisa, que hemos de sacar los pájaros al sol antes de comer.
–El sol, hijo –refirió Manuel–, es para los
pájaros muy necesario, pues aparte de encelarlos, favorece su aspecto, ya que
los pone rojos y vistosos. Sin embargo, es conveniente que el sol no sea
sofocante, pues pueden morir por asfixia, circunstancia que, desgraciadamente, ha
ocurrido más de una vez.
–¿Y a esos dos por qué no los soleas también?
¿Por qué los dejas dentro de la casilla?
–Pues sencillamente porque El de los
Porrejones será el que colguemos esta tarde… y en la calle se pondría a
cantar perdiendo cierto ardor para el puesto. Y El Tres lo acompaña, y
así se sentirá más relajado y cantará y bregará menos que si estuviese solo.
–Bueno, hijo –concluyó Manuel–, vayamos a
buscar el sustento y dejemos otras consideraciones para momentos más adecuados.
Ojalá que la tarde nos sea propicia para disfrutar de esta afición que, según
observo, está empezando a calar en ti poquito a poco.
Manuel
Jerónimo Lluch Lluch. Trofeo Caza, diciembre de 2018.
PD. Ya solo me queda decir que este blog, mientras siga con "vida", está abierto a cuantas colaboraciones se quieran aportar, siempre que no vayan contra la Ley, ni atenten contra personas, ni contra nuestra nuestra modalidad cinegética.
José Antonio, una gozada, como siempre, la lectura que nos ragalas sobre " El Legado de Nuestros Ancestros".
ResponderEliminarBlas Díaz Bonillo
En estos tiempos que nos ha tocado vivir en los que la transmisión de cualquier mensaje de los mayores a los jóvenes es despreciado con soberbia e ignorancia, es un placer comprobar que en lo referente a nuestra afición, todavía está vigente, y esperemos que por mucho tiempo, el precioso y preciado legado que nos transmitieron nuestros mayores.
ResponderEliminarSaludos cuquilleros.
Carlos Luna
Muchas gracias a Blas y a Carlos por participar con sus comentarios sobre este artículo, en donde la tradición pajaritera se sigue legando de mayores a descendientes, aunque siempre hay casos que no se ajustan al dicho patrón. De hecho y sirva como ejemplo, un gran amigo y compañero de afición, M Monescillo, hasta hace bien poco no había tenido contacto con esta modalidad cinegética y hoy día es un cuquillero con mayúsculas. Con ello se cumple, una vez más, que las matemáticas siempre fallan en esto del reclamo.
ResponderEliminarSaludos y bienvenida sea el agua que está cayendo sobre muchos rincones de Andalucía. Tal circunstancia es oro líquido para los maltrechos campos, su flora y su fauna.
Saludos.