martes, 4 de octubre de 2011

LO QUE LE SUCEDIÓ A UN HOMBRE QUE CAZABA PERDICES.



         Hurgando por internet, he dado con esta curiosa historia que no la conocía y, además, con el dibujo alusivo a la misma. Sí sabía de la obra y del autor, pero no de ella. Como quiera que  se trata de una anécdota singular, la traigo aquí por si a alguien le interesa. El relato, con fines didácticos y morales, como todo el tratado, pertenece al capítulo trece de una de las cinco partes del libro “EL Conde Lucanor” escrito por el infante Don Juan Manuel, sobrino del rey Alfonso X El Sabio. El contenido de los cincuenta y un relatos de dicha parte, en forma de cuentos, es una sucesión de historias cortas en los que participan el Conde Lucanor y  su consejero Patronio que, a través de sus vivencias, nos dan a conocer, fielmente, la realidad castellana/española de los siglos XIII y XIV.


Este que viene a continuación es el cuento trece al completo.
         Hablaba otra vez el conde Lucanor con Patronio, su consejero, y díjole así:
       -Patronio, algunas personas muy importantes, y también otras que no lo son tanto, me hacen daño a veces en mi hacienda o en mis vasallos y, cuando me ven, me dicen que les pesa mucho y que lo hicieron obligados por la necesidad y porque no podían en aquel momento hacer otra cosa. Como quiero saber qué conducta seguir cuando tales cosas me sucedan, os ruego que me digáis qué pensáis de esto.
         -Señor conde Lucanor -respondió Patronio-, lo que os pasa y os preocupa tanto se parece mucho a lo que sucedió a un hombre que cazaba perdices.
         El conde le rogó que se lo contara.
         -Señor conde -dijo Patronio-, un hombre puso redes a las perdices y, cuando cayeron, se llegó a ellas y, conforme las iba sacando, las mataba a todas. Mientras hacía esto le daba el viento en la cara con tanta fuerza, que le hacía llorar. Una de las perdices que aún estaba viva empezó a decir a las que quedaban dentro de la red:
         -Ved, amigas, lo que hace este hombre, que, aunque nos mata, nos compadece y llora por eso.
         Otra perdiz, que por ser más sabia que la que hablaba no cayó en la red, le dijo desde fuera:
         -Amiga, mucho le agradezco a Dios el haberme guardado del que quiere matarme o hacerme daño y simula sentirlo.
         Vos, señor conde Lucanor, guardaos siempre del que os perjudica y dice que le pesa; pero si alguien os perjudica involuntariamente y el daño o pérdida no fuera mucho, y esa persona os hubiera ayudado en otra ocasión o hecho algún servicio, yo os aconsejo que en este caso disimuléis, siempre que ello no se repita tan a menudo que os desprestigie o lesione mucho vuestros intereses. De otra manera, debéis protestar con tal energía que vuestra hacienda y vuestra honra queden a salvo.
         El conde tuvo por buen consejo éste que le daba Patronio, lo puso en práctica y le fue muy bien. Viendo don Juan que este cuento era muy bueno, lo mandó poner en este libro y escribió unos versos que dicen así:
“Procúrate siempre muy bien guardar
del que al hacerte mal muestra pesar”.

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