Si septiembre nos ofrece infinidad de frutos, octubre, ya en pleno otoño, por lo menos así lo dice nuestro calendario, pone en nuestras manos, aparte de otros muchos, dos frutos más que conocidos y muy aceptados por una gran mayoría: las nueces y las castañas.
Si las aguas vienen prontas, el fruto recibe el último empujón en una cosecha que está por estas fechas casi lista. Así, los erizos de las castaña están a punto de abrirse, aunque de momento hay que ayudarle con el pie y las envolturas de las nueces empiezan a resquebrajarse y a secarse, paso anterior a la liberación de su preciado fruto.
Este domingo, he subido a la Sierra de Aracena a disfrutar un poco del paisaje y puedo asegurar que lo anteriormente expuesto es acorde con la realidad. Ya solo queda que bajen las temperaturas y se meta el tiempo en agua para que, tras la recogida, los tostadores/asadores de castañas nos "regalen" con tan maravillosa tradición y, así, noche tras noche, muchas calles de pueblos y ciudades de nuestra Andalucía se inunden de ese humo y olorcillo inconfundibles.
A las bellotas les queda, pero la melosa ya anda por los suelos, principalmente la del roble melojo. La aceituna también apunta, pero aun debe esperar. Por el contrario, los membrillos y caquis están en su momento, mientras el petirrojo, adivinando en qué fecha estamos, se vuelve a hacer visible e inunda el ire con su atractivo canto. Es el tiempo..., estamos en otoño.
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