Con las aguas otoñales, la vida se transforma. Nosotros, los jauleros, no íbamos a ser menos y, por lo tanto, ese olorcillo a tierra mojada y pasto húmedo parece como embrujarnos. A partir de este momento, nuestra mente empieza a pensar en reclamo. Tan es así, que lo único que deseamos es volver a tener a nuestros "espadas" en sus respectivas jaulas y poder admirar la belleza de esta especie, una vez estrenada nueva vestimenta.
Atrás, quedaron largos meses de espera y, en mi caso y en el de muchos, de riñas con la "parienta" por lo mucho que sueltan durante la muda. Pero, la historia se repite cíclicamente. Así, "por tosantos el que no está loco lo andan buscando". Quiero decir que, el que no los tiene en jaula, poco le queda.
En mi caso particular, los cajones de muda, durante el verano, están en la zona descubierta de mi ático de Punta Umbría. Pero, al volver a Huelva, la cosa cambia, ya que los tengo en una terraza interior-exterior (están al aire libre, pero techados). Desde allí, el polvo y las plumas, la mayoría de las veces, llegan hasta el lado opuesto de la vivienda. ¡Y todos sabemos como son las mujeres!
Por consiguiente, y aunque lo ideal sería sacarlos de la tierra cuando recorto, allá por el quince de noviembre, desde finales de octubre los tengo en la jaula. Les doy tierra de vez en cuando pero ya los tengo enjaulados. Siempre lo he hecho así y, hasta la fecha, no me ha ido mal. Además, en estos quince días, puedo tener una pequeña idea de lo que ha llegado a mis manos, ya que, con ese tiempo, se puede tener idea del temple que un pollo lleva en sus genes. Por consiguiente, el que es bravo y desabrido, lo es a la quincena y lo será toda la vida, por regla general. Y como dijo el otro: "yo con ese personal no me ajunto". Así, al no estar recortados, es más fácil deshacerse de ellos.
Pues, para este año, una vez que durante el verano ha sido baja El Guerrilla -siete años-, me he quedado con el Manchego (segunda temporada), Facul (tres celos), Chimenea (pollo del año pasado) y El Cojo (nueve años, pero no saldrá al campo y, si lo hace, uno o dos puestos máximo). Luego, he adquirido una serie de pollancos, con la ilusión de sacar dos o tres que apunten buenas maneras.
Estos son los doce reclamos que tengo en estos momentos. De ellos, dos son saltimbanquis, por lo que no durarán mucho conmigo, ya que no aguanto un pájaro excesivamente bronco y alambrista. El resto, en principio, tienen buena pinta, luego Dios dirá. Los cuatro de arriba y de izquierda a derecha son los reseñados con anterioridad.
Menudas tómbolas tenemos montadas...ya comienza el viacrucis...
ResponderEliminarCamuflaje y pájaros que no falten; si no fuese por lo delicados que son, yo cazaría la temporada solamente con dos, a lo sumo tres, suerte con ellos y que te salgan todos los números de la supuesta tómbola.
¿Por qué y para que marcáis las jaulas? me refiero a los números, nombres o iniciales que aparecen en diferentes imágenes de reclamos...
Un saludo.
Compañero de "locura".
ResponderEliminarComo habrás podido entresacar de mi escrito, tener, tener, tengo tres y un "discapacitao". Más o menos lo que se debe tener, tres o cuatro. Lo que pasa es que ninguno es "espada" de primer cartel. Sólo dan el avío.
Por ello, tengo que juntarme con unos pocos de pollos para ver si me toca la tómbola. No es fácil, hoy día, pero hay que comprar los boletos.
En cuanto a las señalizaciones, más que nada es por la tradición, por lo que le vi a mi abuelo, ya que, a mis pájaros los conozco aunque sea sólo por las uñas.
Un cordial saludo y no veas la que ha caído esta noche por estos lares.
Querido compañero de fatigas: Es cierto que hay que ir reponiendo las bajas que inevitablemente se producen, pero doce pájaros son muchos sobre todo cuando hay poco tiempo para andar de pruebas. Ojalá de los que tienes te salga uno de bandera. Soy lavabajillo
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