No es ninguna novedad, ni voy a plasmar
nada que no se haya relatado con anterioridad en cualquier tertulia cuquillera,
pero, decir que, en la mente de todo aficionado/a, tiene que estar clarito como
el agua misma que, mucho de lo que le ocurra a un pollo, después del primer
tiro que le hagamos, tiene bastante relación con esa primera vez que le hayamos
apretado el gatillo.
Obviamente,
como un compañero escribía no hace mucho en el foro de Jauleros Andaluces, al “fenómeno” le da igual todas las
“perrerías” que le hagamos, aunque yo digo que todo tiene un límite. Pero ese
primer disparo con que bauticemos a un pollo que pinta de maravilla, o
acertamos de pleno en el mismo o, con casi toda seguridad, lo pagaremos con
creces. Es más, si no tenemos seguridad de que la patirroja de turno va a
quedar “echa un taco”, mejor desistir, ya que sin tiro, no debe haber resabio.
En
base a lo anterior, opino que varios
principios básicos, y algunos más, no debemos olvidar.
- No se debe sacar un pollo hasta que se
aprecie que se encuentra con garantías suficientes de ir a la mata.
- Opino que no debemos dar con un pollo el
primer puesto de la temporada. Y lo creo así, porque puede ocurrir que, con los
nervios del primer disparo, podamos errar.
- Nunca se debe colgar un pollo en el puesto
de alba, ya que éste presenta muchos inconvenientes para un novel.
- Las carambolas pueden ser buenas, si se
dejan a ambos secos. Pero muchas veces esto no ocurre y uno de los componentes
del par e, incluso los dos, pueden quedar vivos y ya sabemos todos/as lo que
ocurre.
- Ni que decir tiene que un tiro fuera de
sitio o en el momento que no esté recibiendo, resultará fatal para el futuro
del pollo.
- Debemos apretar el gatillo cuando nuestro
nuevo reclamo esté recibiendo de pico, no de pluma –con bulanas-. Si lo hacemos
de esta última forma, el de turno se irá acostumbrado a una manera de recibir
no muy “técnica”.
En
resumidas cuentas, a los jóvenes reclamos, como a todo/a el que comienzan los
aprendizajes, debemos ofrecerles lecciones positivas para que sobre cimientos
sólidos y bien estructurados puedan desarrollar, en el futuro, todas las buenas
maneras y recursos que se le supone a un reclamo.
Como
final decir que, hace ya unos buenos años, tuve un pollo de Paterna de la
Ribera –regalo de mi hermano Juanvi- con una pinta envidiable y, en su tercer
puesto, después de otros dos bastantes buenos pero si entrarle el campo, le
tiré un macho de respeto tras un trabajo encomiable. Tuve la mala fortuna de
darle un plomo de cabeza y, aunque muerto, el campero botó delante de él en su
agonía. Pues bien, ahí quedó. Nunca más volvió a ser “gente”. Así que pongamos
todos los medios de los que disponemos para no ser culpables de estropear algo
bueno que llega a nuestras manos, cosa que no ocurre todos los días, sino todo
lo contrario. Y que la suerte nos acompañe. También hace falta.
PD. Publico este artículo a horas tan
tempranas porque, dentro de poco, me marcho para dar comienzo mi temporada en “La Dehesa”
de Puebla de Guzmán.
¿Por que no colgar a un pollo en el puesto de alba?
ResponderEliminarEstimado Damián.
ResponderEliminarPara no hacer muy larga la respuesta, lee el artículo de este mes "Al alba, ¿un puesto venido a menos? y ahí encontrarás la respuesta a tu pregunta.
Un saludo y gracia por visitar mi blog
Gracias lo haré. Yo soy un joven aficionado, aunque llevo muchos años cazando, y soy un enamorado del puesto de alba.
ResponderEliminarDamián, no soy nuevo en esta afición, pero tengo mucho que aprender. Esto del reclamo es tan complicado que creo que no hay profesores en la materia, solo alumnos/as.
ResponderEliminarPor eso, sólo doy mi opinión que, dicho sea de paso, a lo mejor es equivocada.
Un consejo si te doy, no te precipites nunca y siempre piensa que, para hacer un buen reclamo, hacen falta muchas culadas. Para estropearlo, un segundo. El tiempo de apretar el gatillo.
Saludos.
Claro, hablo con aficionados mayores y siempre me dicen lo mismo, "colgaras los trastos y nunca dejaras de aprender", además siempre voy a cazar con mi padre, que tiene ya 66 años y coincide en mucho de lo que le leo a usted.
ResponderEliminarUn saludo.