Siguiendo con las colaboraciones, he querido traer al blog la opinión sobre la afición cuquillera de un amigo que es un poco cazador, pero de la perdiz con reclamo, no entienda nada y solo se ha metido una vez en un aguardo.
A diario me reúno con mis amigos José
Antonio y Raimundo a tomar un café a media mañana. La jubilación tiene esos
privilegios. Mis amigos son verdaderos devotos de la caza de la perdiz con
reclamo. En nuestros encuentros mañaneros me castigan con el tema, su tema.
Sobre todo a partir de Enero. El otro día mi amigo José Antonio me preguntó si
era aficionado a la caza; si me gustaba el pájaro y le contesté que hace muchos años fui con un amigo, pero mi
inutilidad como cazador, me hizo desistir del intento. Me pidió que escribiera
sobre el tema. “Sería interesante saber la opinión de alguien que no es
aficionado a este arte de cazar con reclamo”, me dijo. Y yo, que siempre intento
agradar a mis amigos, acepté. Mi intención es expresar la opinión de un
desconocido, siendo consciente de las meteduras de patas en las que puedo
incurrir; cosa que, de antemano, pido la indulgencia de tantos amantes de esta
afición.
Mi opinión está condicionada por la
experiencia primera y única que tuve y por las conversaciones que tengo con mis
amigos y la tabarra que de ellos sufro a partir de enero.
Os he de confesar que soy “culillo de
mal asiento”; pues mi impaciencia me ha hecho cometer errores y me ha impedido
desarrollar algunas bellas artes. A ello puedo añadir mi fácil sentimentalismo,
que, a veces, me empuja a actuar con subjetividad. Actitudes poco favorables
para ser un buen aficionado a este arte de caza.
Aquella mañana que fui con mi amigo
Lorenzo, allá por los años 80, quedaron impresas en mi mente sentimientos y
opiniones que apenas han sido modificadas, un día al final del mes de Enero. La
mañana, recién amanecida, era algo lluviosa y fría. Camino del puesto, mi amigo
me hizo las últimas recomendaciones. Yo llevaba mi escopeta, con la que
acostumbraba a tirar a las quedadas de torcaces y al pato en el rio Sillo.
Según creo, en el mundo cuquillero es muy importante el primer disparo, sobre todo
si el reclamo es un pájaro primerizo (uno de los pájaros que llevábamos). Mi
amigo me recomendó no tirar si el pájaro está recibiendo; ten cuidado con los
rebotes y no tires ni muy cerca ni muy lejos. Todas estas recomendaciones me
sonaban a chino.
Una vez recompuesto el aguardo, ya
usado otras veces, colocó sus dos pájaros de reclamo y nos agazapamos dentro.
La lluvia había cesado. El campo estaba hermoso, fresco, apuntando ya la hierba
entre las jaras y la luz del sol se hacía presente entre las lomas de la
sierra, llena de encinas, chaparros, jaras y romero. La paz se respiraba y
entraba en mis pulmones y, al mismo tiempo, cierta expectación y nerviosismo.
No había pasado mucho tiempo. El
cuchicheo de los reclamos era respondido en la lejanía por otros congéneres.
Mire el rostro sonriente y expectante de mi amigo. Me pareció la cara de alguien,
de un manager, que disfruta con la actuación de sus dos pupilos, de sus dos
reclamos. Al poco acudió su contrincante, cantando, erguido y aumentando su
plumaje, compitiendo con el reclamo. Defendía su territorio, su harén y
demostrando su primacía. Yo dejaba la escopeta sobre mis piernas, mientras mi
amigo enfilaba el cañón de su escopeta, esperando la distancia correcta. Un
disparo certero tumbó al valiente animal y su reclamo daba vueltas en la jaula,
cuchicheando y celebrando su victoria. La verdad es que, ante el espectáculo
que me mostraba la naturaleza, tuve un sentimiento entre pena y admiración. La
última danza y canto de aquel bravo animal me pudo. Entiendo a mi amigo y su
afición a este arte de cacería. En conversaciones con él me explicó que cuándo
el reclamo es una hembra, los machos se esmeran y compiten entre sí por
conseguir la hembra. Según mi amigo se cobran más piezas, pero es como menos
“legal”; para mi amigo eso es “juego sucio”.
Ese día comprendí el amor que tantos
cazadores tienen por este arte de la caza con reclamo y el cuidado y cariño que
profesan a sus pájaros. El ambiente del campo, su paisaje, su silencio, la paz
y el valor de estos bravos animales engancha y es motivo de disfrute.
P.D. Pido perdón a tantos aficionados y entendidos de
esta modalidad de caza por mi atrevimiento y mi ignorancia; pues seguro que
habré metido la pata en estas líneas y, al mismo tiempo, pediros humildemente
la defensa de esta maravilla que la naturaleza nos ofrece y la denuncia de
aquellos cazadores que “abusan inconscientemente” de este arte sólo para
lucrarse.
Juan
Núñez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.