Con mis mejores deseos para todas/os los visitantes de este blog y sus respectivas familias
miércoles, 19 de diciembre de 2018
jueves, 13 de diciembre de 2018
UN MAGNÍFICO OTOÑO SETERO.
El otoño, tradicionalmente, siempre ha sido una estación meteorológica
lluviosa y que, además, al ser frontera con el verano, en los primeros momentos
del mismo, la gran mayoría de las veces, suelen ser templados. Por tanto, agua
y temperaturas agradables son las dos premisas fundamentales para que sea una
época setera por excelencia. Consecuentemente, en los años así, a las mágicas
representantes del reino fungi las podemos encontrar en cualquier sitio, como
de hecho está ocurriendo en lo que llevamos del actual. Así, con la tierras subidas
de temperaturas debido al largo aunque no muy caluroso verano, los boletus –tontullos o tentullos- y las Amanitas
caesareas –tanas- han hecho las delicias de cuantos aficionados a la
recolección de setas han salido al campo en su busca en terrenos de encinar, castañar
y alcornocal...
A continuación, los Agaricus campestris –champiñones silvestres- y las
Macrolepiotas proceras –gallipiernos- se podían encontrar en cualquier terreno
estercolado por el ganado.
Para finalizar, ya por estas fechas, los
Lactarius deliciosus y sanguifluus –níscalos-, las Lepistas nuda –pies azul- y
las Cantharellas cibarius –chantarelas o rebozuelos- y otros muchos son
verdaderos tesoros que llevar a nuestras mesas.
Ahora bien, hay que tener muy claro que no nos
lo podemos jugar a setas, pues recoger ejemplares de ellas sin tener mucha idea
del tema puede ser, como de hecho es a veces, fatal. Pues no sería el primero
que perdiera el pellejo en el envite. Tan es así, que también por estas fechas
suele ser relativamente normal tropezarnos con la delicada y bellísima, pero
mortal Amanita phalloide, un ejemplar que produce anualmente muchas muertes en
nuestro país.
Pero además, un buen año de setas corre paralelo
a una posible buena temporada de caza de perdiz con reclamo, pues ambos tienen “ingredientes”
comunes. Terreno húmedo, mucha hierbas y temperaturas suaves y agradables, lo
que hace años era un formidable celo del rabanillo. Ahora, que no se puede llevar
a la práctica lo citado en último lugar, por no ser legal, esperamos impacientemente
la apertura del periodo hábil con unas condiciones climatológicas formidables.
Luego, el tiempo dirá, siempre que en la mata haya música y sapiencia.
miércoles, 5 de diciembre de 2018
TERTULIAS CUQUILLERAS
Cualquier afición debe reunir a personas que
compartan sus pensamientos, opiniones, sensaciones, ideas, situaciones vividas,
anécdotas… sobre la misma, ya que si no fuera así, ninguna de ellas perduraría en
el tiempo, pues no tendría sentido practicar una determinada actividad, sea del
tipo que sea, y ahí se acabó todo. Y si la actividad que se practica es la caza
y todo consistiera en salir al campo a ponerla en practica y volver a casa con
unas determinadas piezas abatidas y punto y final, haría mucho tiempo que lo
cinegético o venatorio habría desaparecido, pues como bien sabemos el apretar el gatillo,
la mayoría de los casos, es lo de menos. Es mucho más importante el compartir
con otros compañeros que sienten en la misma dirección lo que ha ocurrido en
cada lance en el que hemos participado. De esta manera, las tertulias
cinegéticas se transforman en un importante medio para que una determinada
modalidad de caza no se vaya al garete, sino que se fortalezca.
En esta línea, nuestra afición cuquillera no iba a ser menos y, desde siempre, las reuniones
de amigos y compañeros para contarse todo lo relacionada con ella han sido el
medio fundamental para que, a día de hoy, sea una modalidad de caza seguida por
infinidad de fervientes practicantes. Chimeneas de cortijos, barberías, tabernas
y bares, diferentes locales… desde siempre han sido lugar de reunión de infinidad
de pajariteros. De esta manera, además de hablar de los muchos problemas que
azotan a tan emblemática forma de caza, el poner en conocimiento de los
compañeros el gran puesto que nos dio Fulanito, la mocholada que nos endosó
Sutanito o una de las muchas anécdotas que a todos nos han pasado es la salsa
de nuestra controvertida y ancestral afición.
Pues bien, como en años atrás, aquí en Huelva un
grupo de amigos aficionados al reclamo solemos reunirnos de vez en cuando para
charlar sobre todo lo que rodea a nuestra afición y contarnos multitud de
batallitas sobre la misma. Así, bien en algún bar conocido o en mi garaje, Joaquín
Moyo, Fernando Feria, Ángel Almendrote, David Soto, Gaspar Gómez, Manolo
Monescillo, Manolo Jariego, Antonio Bermejo y quien suscribe nos solemos reunir para echar el
rato hablando del reclamo y de paso tomar unas copas y degustar algún producto
de la tierra. Máxime cuando cada día nos acercamos más a la ansiada y esperada apertura del periodo
hábil de la caza de la perdiz con reclamo.
Tres tomas de diferentes días en los que los componentes de nuestra Peña el Reclamo nos hemos juntados para charlar largo y tendido sobre nuestra afición cuquillera. Es obvio, que ella necesita de estos momentos, pues siempre han sido parte fundamental de nuestra tradición pajaritera
martes, 6 de noviembre de 2018
LOS CALLOS PLANTARES DE LOS RECLAMOS.
Siempre han existido los callos en la planta de
los pies de los pájaros de jaula (aporrillamiento), pero algo ocurre a día de hoy porque,
la gran mayoría de las veces, nuestros reclamos los tienen desde bien jóvenes.
Sin ir más lejos, muchos de ellos, con dos o tres años ya los presentan y, en
algunos casos, bastante prominentes. Antes, era uno tal cual cuando el reclamo
era ya mayorcete, pero en la actualidad, son casi la gran mayoría, sean jóvenes o
viejos.
Leyendo
y comentando con amigos, siempre sale la misma historia: el motivo desencadenante de tal
problema no es otro que el suelo de las jaulas cuando éste es de material duro, como puede ser
el alambre. Sin embargo, hay pájaros de jaula que tienen callos plantares y el suelo de las suyas no es metálico o
duro, sino de cordaje de materiales diferentes: cáñamo,
nylon, pita, esparto…
Está
claro que puede ser que en tal contrariedad el asiento de las jaulas pueda
ayudar a que el callo pueda consolidarse y aumentar de tamaño pero, en realidad,
ese abultamiento plantar no deja de ser, según tengo entendido, una infección
producida por el continuo contacto que tiene esa parte de las patas con las
deyecciones propias de cada ejemplar, tanto en jaula como en los cajones de
muda, además de que, muchas veces, también intervienen los ácaros. Por tanto, para tratar dichas afecciones plantares, además de por medios quirúgicos –sajarle el callo y evacuar todo lo
que tiene dentro si éste está mu desarrollado-, habría que utilizar productos desinfectantes como puede ser la limpieza con
agua oxigenada, la Povidona Yodada
(mercromina, o betadine, tintura de yodo…) y aplicar algún antibiótico en forma de
crema, como es el caso de la Pomada
antibiótica Liade, pues bacisporín, muy utilizado hace algunos años, ya fue retirado. De hecho Liade la suelo utilizar cuando existe hinchazón en las patas y en los dedos de los canarios y va muy bien.
Hay
que puntualizar que si el
aporrillamiento o callo plantar está ya muy desarrollado y no se le extirpa
mediante pequeña intervención quirúrgica, actuación que no está al alcance de
cualquiera, sino de profesionales del ramo, es difícil su eliminación, pero si
en cuanto nos percatamos de que a alguno de nuestros reclamos le está empezando
a salir, entonces sí puede paralizarse o aminorarse su crecimiento, con lo
anteriormente expuesto. Dicho proceder, con los tres productos reseñados en el
párrafo anterior, se debe llevar a cabo durante cinco o seis días seguidos y,
a continuación, en días alternos hasta que se aprecie mejoría que, con total seguridad, se producirá, pues lo he comprobado muchas veces. Pues no se
olvide que el pájaro perdiz que padecen esta problemática suele estar la mayoría
del tiempo apoyado sobre una pata -la que menos daño tiene- o, bien, echado sobre el fondo de la jaula. Y tal situación no gusta a nadie, máxime
sabiendo que el reclamo de turno está dolorido.
Sobre
este tema, se puede decir y argumentar que las patirrojas camperas, difícilmente
tiene esta problemática, pero hay que pensar que no son muchas las que llegan a
maduritas y, además, nunca suelen estar en contacto con su propias deyecciones
o con suciedad. Pues, pueden vivir en hábitat de suelos duros y pedregosos, pero
exento de porquerías.
Para
terminar, solo decir que este artículo va encaminado a un reflexión sobre el
tema. Es decir, el preguntar y preguntarme el porqué se hace más palpable lo de
los callos en la planta de las patas de las perdices, pues vengo observando en
los últimos años que tal circunstancia poco deseada aumenta. Por consiguiente,
si yo supiera cuál es la causa de tal problemática enfocaría el tema de forma
diferente. Tan es así que lo que puntualizo, en cuanto a medicamentos, es
información que me ha llegado mediante amigos o profesionales, nunca que sea cosecha
propia, pues de temas veterinarios, no tengo ni idea.
Imágenes de las respectivas patas de tres reclamos con callos. La primera y segunda corresponden a dos reclamo de tres años. La última corresponde a uno de diez años. En todas ellas se puede apreciar la inflamación de la almohadilla plantar, callo o aporrillamiento. En el pájaro de más edad puede ser normal, pero no tanto en los dos de tres años.
jueves, 25 de octubre de 2018
EL PRINCIPIO Y EL OBJETIVO FINAL DE NUESTRO RECLAMOS
Aunque, como se suele decir, para gustos los colores, cualquier aficionado
a la caza de la perdiz con reclamo macho tiene unos puntos de partida y un objetivo
final para los reclamos que componen su jaulero o gallera. En unas palabras: que
cada uno sabemos, o queremos saber, lo que deseamos con nuestros pájaros de jaula. Lo que pasa es que
al haber tantos gustos como aficionados cuquilleros, pues al ser casi como los reclamos -únicos
e irrepetibles-, tenemos infinidad de prototipos de machos de perdiz para
nuestras jaulas.
Decir que yo tengo una idea específica de
reclamo es como decir que hay miles de ellas, pero como en la diversidad está el
gusto, vaya la mía. Eso sí, en mis artículos anteriores está más que trillado este tema, pero no le
he dedicado un capítulo especifico como éste, aunque se podrían escribir multitud de páginas porque el tema es amplio. Sin olvidar que todos buscamos lo
mejor en nuestros reclamos: barato, bonito y bueno. Lo que pasa es que reunirlo
todo es imposible a no ser que hiciéramos una aleación o amalgama de varios de ellos.
Tengo que puntualizar que a primera vista no me importa mucho o,
al menos, no es excluyente su morfología externa, siempre que mantenga unos
mínimos de hechuras, pero no me fijo en demasía en detalles o caprichitos, que para otros aficionados puede ser importante. Eso sí, no me gustan los perdigones grandes, ni con espuelas de tal tipo, pero tampoco son unas características de rechazo.
Una vez en casa, porque en un principio no se
suele ver lo que viene detrás, ya que solo se aprecia el fenotipo, lo primero que miro es su nobleza, no la
mansedumbre, porque hay pájaros nobles que no son excesivamente mansos -el de Manué y Chimenea son dos ejemplos
de ellos-. A continuación, si tengo la suerte de que escucharlo cantar en casa, valoro su música -no perfecta, pero sí una cosa normal-, porque pájaros con cante de mayor o cuchichío picado o deslavazado no los quiero, aunque puedan servir como reclamos. Más tarde, aunque
puede ser antes que el cante, si saca agua, hace el Cristo, se echa para atrás…, malo. Por ahí, tampoco paso. De hecho, hace ya muchos años, sobre treinta cinco, deseché un reclamo por sacar agua y resulto, en manos de un buen amigo, un pájaro de primerísimo nivel. Pero, al menos yo, con esa característica negativa, no lo quise entonces y no lo quiero hoy.
Con estas tres premisas, indispensable e
innegociables para mí, llega la segunda parte: su trabajo en el campo, máxime
cuando hay pájaros que ni cantan en casa, ni se mueven, pero que cuando están
en la jara son todo lo contrario. Por tanto, lo primero que exijo es pronta
salida y trabajo más o menos constante con o sin campo de oída. Ni que decir tiene que no quiero un reclamo que solo canta cuando escucha el campo, pues eso y nada es lo mismo, aunque haya días que este tipo de ejemplares "cantamañanas" pueda dar juego.
A continuación, busco que sepa marcar los tiempos
cuando se le acerque las patirrojas camperas, que se venga "abajo" cuando estas últimas estén cerca, que reciba más o menos ortodoxamente, que no abuse de
las bulanas y que no pinche en hueso en la suerte suprema. Es decir, que utilice el "capote de brega", que cargue
el tiro y reinicie una nueva faena.
Obviamente, el titeo, el recibir sin moverse, el
casi ni escucharle cuando se acerca las montesinas, el levantar campo, el mandar a callar,
el meloseo con las hembras… son actitudes y aptitudes que nos gustaría que
reunieran nuestros reclamos, pero no pueden ser excluyente si no las ponen en práctica porque, entonces, los jauleros estarían vacíos. Y cuidado, aunque parezca
vulgar y que así los tiene cualquiera, si un pájaro de jaula reúne la nobleza, la
salida en cuanto se pone en el campo, que trabaje durante un buen espacio de
tiempo, música medianamente aceptable y que reciba y cargue tiro, sobra y
deberíamos darnos por satisfechos. Buscar mucho más, posiblemente, será no dar
nunca, si no hay suerte, con uno de ellos. Entramos en el mundo de los "banderas" y eso son palabras mayores pues, como siempre se ha dicho, de este personal hay quien se va a la tumba sin tener uno de ellos. Por tanto, todo lo reseñado en este escrito va enfocado al reclamo normal que nos gustaría tener y que más de una vez hemos tenido, sin pedirle mucho más. Es decir, el pájaro que nos hacer vivir, de vez en cuando, buenos lances, que es de lo que se trata: divertirnos cuando salimos al campo con nuestros pájaros de jaula.
Por último decir que hay una cualidad, el picoteo en los dedos, que a todo el mundo le gusta y que casi siempre "picamos" al comprar un perdigón para jaula. El problema surge que cuando abusamos de tal circunstancia, a veces, terminamos convirtiendo a nuestro reclamo en muñequero y todos sabemos cómo suelen ser los que son así. Muy bonitos y llamativos, pero cuando los sacamos de caza, nos tenemos que sentar al lado del pulpitillo o repostero para que nos vea y canten.
Por último decir que hay una cualidad, el picoteo en los dedos, que a todo el mundo le gusta y que casi siempre "picamos" al comprar un perdigón para jaula. El problema surge que cuando abusamos de tal circunstancia, a veces, terminamos convirtiendo a nuestro reclamo en muñequero y todos sabemos cómo suelen ser los que son así. Muy bonitos y llamativos, pero cuando los sacamos de caza, nos tenemos que sentar al lado del pulpitillo o repostero para que nos vea y canten.
jueves, 11 de octubre de 2018
COMO TEMPORADA TRAS TEMPORADAS POR ESTAS FECHAS..., RECLAMOS A LAS JAULAS.
El grueso de mi jaulero ya en sus respectivas jaulas. |
Es pronto, pero como dice uno de mis relatos
punteros: …
cuando las necesidades mandan…. Aunque también es verdad es que hace muchos años, por estas fechas, no es que estuvieran enjaulados los reclamos, sino que ya se había salido al campo, incluso, a veces, ya se había tirado. Eran otros tiempos, pero así ocurría. Dígase la picaílla se San Miguel
Efectivamente, como en temporadas anteriores -y
ya van muchas-, sobre el puente de la Virgen del Pilar, suelo sacar a los
pájaros de la tierra y enjaularlos. Y lo hago por estas fechas, sin esperar
mucho más porque, aunque alguno todavía anda soltando plumas -entre ellos Chimenea-, los que mudamos a nuestros
reclamos en casa, tal circunstancia supone un verdadero estropicio. La tierra,
las plumas y el polverío no es lo ideal para donde vive la familia. Por tanto,
está claro que las quejas son totalmente justificadas. En el lugar de veraneo
estaban en el exterior, pero ahora en la terraza de la casa, ya no es lo mismo.
A partir de ahora, como repetitivamente vengo
haciendo desde hace muchos años, seguiré dándoles tierra semanalmente, pues es
un cometido que en ningún momento corto, aunque estén enjaulados, pero en un
lugar fuera de la casa. Luego, una vez en sus respectivas jaulas, en primer
lugar, toca la necesaria y obligada desparasitación. Para los ácaros y
parásitos externos suelo utilizar la ivermectina (Pulmosán), echándole unas gotas debajo de cada ala. En
cuanto a los parásitos internos, les pongo piperacina
durante dos días en el agua de beber.
Luego, sobre primero de noviembre llegará el tradicional
recorte, el soleo, el verde, las bellotas…. para que lleguen medianamente en
condiciones a la apertura de la veda. Hasta entonces, pienso de mantenimiento y
un poco de mixtura de semillas de vez en cuando, como golosina. Aunque como
bien sabemos, porque muchas veces lo hemos leído y hablado: el que es bueno
necesita poco para marchar y el que es malo, por mucho que le ofrezcamos y
pongamos a su alcance, nunca dejará de ser mochuelo.
Para finalizar, como año tras año, lo que nunca
falta son las renovadas ilusiones. Nuestra afición está necesitada de ellas, pues bastantes palos recibimos por todos lados como para no tenerlas. Y cuando falten, lo mejor es decir: SE
ACABÓ.
sábado, 29 de septiembre de 2018
NUESTRA PERDIZ ROJA CON EL PASO DEL TIEMPO
Hoy traigo al blog este artículo, encontrado remirando por internet, de D. Manuel Gallardo porque creo que merece o, al menos yo así lo creo, leerlo detenidamente. Seguro que muchos pajariteros coincidirán con lo expuesto en el mismo, aunque también habrá quien difiera.
martes, 11 de septiembre de 2018
LOS PÁJAROS PUNTEROS SEGÚN SUS DUEÑOS
Que no es fácil dar con
un reclamo de bandera es una máxima incuestionable y huelga decir que todos los aficionados que llevamos unos años en esto de
la caza de la perdiz con reclamo lo
sabemos de sobra. De hecho, hay cuquilleros que se van al otro mundo sin saber
lo que supone "tener en sus manos” a un verdadero pájaro de jaula, no un "mediacuchara" -pues de esos hay y ha habido muchos-, sino un pájaro de primerísimo nivel.
Ahora
bien, también suele ocurrir que muchos aficionados al reclamo encumbran a
sus enjaulados hasta tal punto que, con más frecuencia de la cuenta, se habla
de cinco o seis fenómenos en muchos de los jauleros particulares. Y tal circunstancia, si
nos paramos a pensarla seriamente, no es más que una auténtica barbaridad. En
unas palabras: lo expuesto anteriormente supone una sobrevaloración de lo que tenemos y, en algunos casos, una
gran mentira, pues tener en un momento determinado, cinco o seis pájaros de elevadísimo nivel, aunque en algún caso mu muy puntual pudiera ocurrir, resulta mucho más que complicado.
Eso sí,
pájaros a los que se le tira cacería y con muchas patirrojas abatidas, sí
podemos reunir varios, pero reclamos de esos que no fallan, que cantan a
cualquier hora y con cualquier tiempo, que se le tira en donde nadie es capaz
de hacerlo, que trabajan igual a un macho, que a una hembra que a una collera,
de esos, poquísimos. Pues como dice Juan José Cabrero en su fenomenal libro La perdiz con reclamo, este tipo de “material” son como los obispos, uno por
provincia. Lo que pasa que para muchos pajariteros en cuanto un reclamo hace
cuatro cositas ya es un fenómeno, aseveración que a las primeras de cambio se
desvanece como los castillos de naipes. De hecho, como bien sabemos, cuando oímos
hablar de pájaros que tienen 60, 80, 100… pájaros muertos, la mayoría de ellos
son de repoblación Es decir, de trabajo, excepto excepciones, no muy complicado.
Y con ello no quiero tirar por tierra, Dios me libre, a la repoblación, pues
bastantes alegrías da en muchos lugares, pues si no fuera por ella no se podría
cazar el reclamo de perdiz. Pero una cosa son los ejemplares de suelta y otra
el ganado salvaje o auténtico de sierra. Pues no será la primera vez que
pájaros de los que sus dueños hablan y no paran, cuando llegan a plazas de “primera
categoría” y ganado de verdad, fracasan estrepitosamente.
En unas palabras,
la exigencia de las cosas cambia con las personas. Pues lo que es superior para
uno, para otro no tiene nivel.
Eso sí,
vuelvo a reiterarme en lo dicho:
de cinco o seis fenómenos en un determinado jaulero, al menos bajo mi opinión,
nada de nada. Es más, ni a lo largo de la vida de un determinado perdigonero se
tienen cinco o seis pájaros punteros en toda la dimensión de la palabra.
Para ir finalizando, se me ha venido a la memoria una frase que escuché, hace tiempo a no sé quien: "excepto en contadísimas ocasiones, el pájaro de bandera, deja de serlo, cuando lo prueba otro. Es obvio que se le pueden poner sus peros a la misma, aunque sirve perfectamente para el tema.
Y para terminar, en la línea de lo que decía San Mateo: "muchos son los llamados, pero pocos los escogidos", yo añadiría: pocos, no; poquísimos. Pájaros de primerísimo nivel casi no existen. Todos tienen sus pequeñas cosillas.
Y para terminar, en la línea de lo que decía San Mateo: "muchos son los llamados, pero pocos los escogidos", yo añadiría: pocos, no; poquísimos. Pájaros de primerísimo nivel casi no existen. Todos tienen sus pequeñas cosillas.
lunes, 3 de septiembre de 2018
EL TRATO Y MANEJO DE LAS PERDICES ABATIDAS EN EL PUESTO
Desde principios de la humanidad y más exactamente
desde cuando la actividad cinegética se transformó en algo fundamental para el
hombre, el cazador siempre ha tratado con el más exquisito cuidado y respeto a
todas piezas que, por un medio o por otro, abatía. Sin embargo, con el paso de
los años y ya metidos en un pasado relativamente reciente, se ha ido perdiendo
ese excelso trato que se les debe procurar a las piezas conseguidas en los
lances cinegéticos en general y en los de los cuquilleros en especial, pues, en
la gran mayoría de los casos, lo cazado no es más que un fin para aumentar
nuestro ego como acaparadores de trofeos que añadir a nuestros ya dilatados estadillos
cinegéticos. Tan es así que quien suscribe no pasa por alto el cómo se hacía
hace ya muchos años y el cómo se hace a día de hoy. Y la verdad es que existe
un verdadero abismo en dicho proceder en ambos momentos. En esta línea y
refiriéndome a la caza del reclamo, cuando yo acompañaba a mi abuelo Vicente al
puesto y teníamos suerte de tirar una o varias patirrojas, una vez que se daba
por terminado el mismo, siempre existía un noble ritual a la hora de recoger
las perdices abatidas y con posterioridad a tenerlas ya entre las manos.
Recuerdo que el abuelo siempre era el primero que se acercaba a coger del suelo
una de las perdices que había tirado o la única si solo había abatido una y,
tras enseñársela al pájaro de jaula de turno, la acariciaba suavemente para
asentarle bien el plumaje y la pendía por la cabeza para observar la belleza
del trofeo.
Con posterioridad, mientras recogía todos los
trebejos, la ponía al lado de la jaula con sumo cuidado para el regocijo del
pájaro de turno. Más tarde, si había abatido varias, me daba la posibilidad de
recoger las que quedaban en la plaza y, por supuesto, con la lección ya
aprendida, la manoseaba delicadamente para que estuvieran presentables, pues
siempre el tiro despluma un poco a las piezas conseguidas. El fondo de la
cuestión era que aquellas perdices que ya habían pasado a mejor vida,
mantuvieran un parecido similar a como eran antes de ser abatidas y no cogerlas de cualquier
manera, a prisa y corriendo, porque a continuación se iba a dar otro puesto.
Después,
una vez en el cortijo, lo primero que se hacía, tras dejar al reclamo y todos
los trebejos en sus lugares correspondientes, era el sacarle todas las tripas,
tarea que se llevaba a cabo introduciéndole por la cloaca un palito con una
horquillita en forma de uve en el extremo. Con posterioridad, se le daba a éste unas pocas de vueltas para que se
reliaran en el mismo y, a continuación, se tiraba de él hacia afuera, saliendo todos
los intestinos de la perdiz enrollados en el palito. Con posterioridad, se le
limpiaba el exterior y se le introducían unos granos de sal gorda para que se
conservaran mejor.
Una vez acabada esta faena, se procedía al apiolamiento, labor muy
utilizada por aquellos entonces y que consistía en arrancar cada una de las
remeras más larga de cada ala, anudarlas por el extremo superior e introducirle
el cálamo o parte inferior de las mismas por cada uno de los orificios del
pico. De esta manera, las perdices quedaban sostenidas como por una lazada para
así poderlas colgar en un clavo o alcayata que hubiera en un lugar fresco para
que aguantaran sin estropearse. Eso sí, antes de colgarlas en un determinado
lugar y habitáculo, a las perdices, suspendidas por una de las manos por el
cuello, se le pasaba la otra para alisarles y ponerles bien el plumaje para que
tuvieran mejor vista y se parecieran lo más posible a cómo eran antes de
toparse con el reclamo de turno y con la
escopeta de quien estaba dentro del aguardo participando en el lance.
Una pareja de perdices
apioladas y colgadas de un clavo
Con todo este ritual, porque lo era, las
perdices abatidas siempre dejaban una buena sensación a la vista y no como hoy,
donde un buen número de aficionados las colocan en cualquier sitio y de
cualquier manera, dígase apretadas en el frigorífico, tras venir ya, la mayoría
de las veces, todas amontonadas en el morral o en bolsas de plástico. De este
modo, a la hora de cogerlas para consumirlas o para regalarlas, están
endurecidas de múltiples formas, por lo que no son muy agradables a la vista.
Sobre ello, tengo que decir que no todo el mundo obra igual. De hecho y por
citar un ejemplo, tengo un buen amigo y no menos aficionado -del que copié
dicho proceder- que, en cuando llega de dar el puesto, hace la operación del
destripado de las perdices abatidas y, más tarde, las lía individual y
cuidadosamente, como si fueran una botella, en papel de periódico. Así, quedan
mucho mejor, se conservan bien y ocupan menos lugar en el congelador.
jueves, 30 de agosto de 2018
LOS COLORES Y EL MOVIMIENTO EN LA CAZA DEL RECLAMO
Aunque es época estival y se está en otros menesteres, nunca está de más introducir una pequeña "cuñita" para hacer más llevadero el largo verano. Por ello, cuelgo hoy este artículo, donde doy mi opinión sobre el tema del mismo.
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No
hace falta decir que nuestras patirrojas salvajes, como el resto de las aves,
tienen una vista privilegiada, porque tal circunstancia es conocida de sobra. Tan
es así que su agudeza visual es infinitamente superior a la del ser humano. Ahora
bien, tal aseveración, no nos asegura que vean tal como nosotros entendemos el
sentido de la vista. De hecho, a nadie se le escapa que nuestra perdiz roja
recela y se pone más en “guardia” por el movimiento de un determinado objeto,
que por tener ante sí uno o varios colores que alteren la policromía cotidiana del
entorno. Y eso que las aves en general son capaces de diferenciar una gama de
los mismos que el ojo humano es incapaz de hacerlo. Con esto se desmonta la
opinión de algunos aficionados que piensan que las perdices, que es lo que nos
ocupa, solo ven en blanco y negro.
Ahora bien, hay momentos en que la agudeza
visual puede alterase para mayor o para lo contrario y más que nada porque, en
ciertas situaciones, priman más otras sensaciones que la visión. De esta
manera, en la época de cría y desarrollo de su prole, mamá perdiz mantiene la
vigilancia y cautela al cien por cien, por lo que las hembras que andan con sus
bandos de perdigoncetes son capaces de detectar y visionar lo que en otros
momentos pasaría desapercibido. Por el contrario, en la época que se encuentran
en su sazón, cuando se pueden cazar con el reclamo, las perdices rojas se
vuelven menos cautelosas e incurren en numerosos errores que, como bien
sabemos, terminan costándoles la vida. Tan es así que, aparte de la entrada en
plaza, -al engaño, si así podemos llamarlo-, hay momentos en que nuestras patirrojas
llegan sin fijarse en nada y menos en colores y formas, pues la defensa de sus correspondientes territorios tira mucho y hay que expulsar a los intrusos como sea. Así, color y estructura
del portátil, colorido de la jaula, “esqueleto” del pulpitillo –que muchas
veces desentona en el entorno-, cañones de la escopeta sacados por la tronera….,
pasan totalmente inadvertidos. Y no digamos cuando dentro de la jaula hay
metidas perdices blancas o platas. Solamente el movimiento las hace desconfiar,
aunque a veces, ni esto. Sin embargo, como he expuesto, no prestan mucha
atención a lo demás. Y eso que más de una vez se ven aguardos de camuflaje
cuyos colores desentonan con el del propio colgadero y, por tanto, se advierten
a kms. Ahora bien, y vuelvo a repetir, sí por fallo del aficionado de turno,
hay movimientos de la escopeta, brillo de sus cañones o ruidos dentro del
aguardo, entonces sí se ira todo al garete, siempre que lo anteriormente citado
sea captado por la patirroja que esté en plaza o en las inmediaciones de ella.
A modo de ejemplo, totalmente verídico, tengo
que decir que, hace ya unos buenos pocos años, cuando los ejemplares de granja
no poblaban todos los rincones de nuestra geografía, por tanto hablo de nuestra
perdiz roja autóctona, a un buen amigo le hicieron un puesto portátil con
loneta plastificada de color verde casi blanco. Pues bien, en ningún momento,
tuvo más problemas de los habituales a la hora de entrada de perdices en el
tiradero, lo que viene a demostrarnos que el color no es determinante en la
caza de la perdiz con reclamo, aun con la privilegiada visión que tienen.
Eso sí, otras muchas veces, al más mínimo
movimiento y bien lo sabemos, todo se tuerce. Sobre ello, tengo que decir, que
hace ya también bastantes años, algunos más que lo del párrafo anterior, una
buena “señora” salió de estampida al verme por una mirilla de tenía en el
portátil, no mayor que una moneda de dos euros de diámetro, cuando yo estaba
observándola por la misma para ver qué hacía. Por el contrario, aunque parezca
una de tantas mentiras de cazador, por aquellas fechas, conseguí tirar una
pareja estando sentado no muy tapado por la vegetación al no encontrar un puesto
de monte que andaba buscando e írseme la tarde. Eso sí, durante el buen rato
que duró el lance, una estatua se hubiera movido más que yo. Y lo peor del caso
es que, tras abatir en primer lugar el macho, la hembra dio un pequeño vuelo y
se situó a no más de cuatro metros de donde yo estaba sentado, por lo que me
tuvo que ver sí o sí.
Ahora bien y para terminar: que nadie ponga en duda que esté como esté el momento de nuestras camperas, el abatir perdices autóctonas en el puesto no es tarea fácil, más bien todo lo contrario. Tan es así que, el disfrute de los lances es lo fundamental en la afición. El que piense en grandes números para sus estadillos está equivocado. De hecho, no será la primera vez que buenos aficionados han llegado a fincas superpobladas de patirrojas salvajes y buenas jaulas en el respostero y todo ha terminado en pasar una buena tarde y poco más. De perdices en plaza, nada de nada.
Ahora bien y para terminar: que nadie ponga en duda que esté como esté el momento de nuestras camperas, el abatir perdices autóctonas en el puesto no es tarea fácil, más bien todo lo contrario. Tan es así que, el disfrute de los lances es lo fundamental en la afición. El que piense en grandes números para sus estadillos está equivocado. De hecho, no será la primera vez que buenos aficionados han llegado a fincas superpobladas de patirrojas salvajes y buenas jaulas en el respostero y todo ha terminado en pasar una buena tarde y poco más. De perdices en plaza, nada de nada.
sábado, 11 de agosto de 2018
LOS PÁJAROS ALGARINES Y SU VALÍA COMO RECLAMOS
C
|
uando
hablamos de pájaros de jaula algarines o algarinos, según zonas, nos estamos
refiriendo al macho de perdiz que se enjaula una vez que ha sido padre en libertad salvaje.
Por consiguiente, en todo caso, debe tener cuando se encierra, cerca de los dos
años, como mínimo. Es decir, un pájaro que, al menos, ha pasado más de una
temporada en el campo y, en la mayoría de los casos, ha pisado y ha criado.
Sobre los mismos, siempre ha circulado una
leyenda negra que viene a decirnos que este tipo de ejemplares, en la inmensa
mayoría de las veces, no sirve para el reclamo. Creencia que, al menos yo, no
estoy -aunque nunca he tenido uno de ellos que me diera el avío-, de acuerdo. Y
no estoy conforme porque, aunque no puedo hablar bien de ellos en primera
persona, sí puedo decir que varios compañeros han tenido grandes reclamos de
esa procedencia.
Se argumenta que, aunque en la mayoría de los casos,
suelen ser nobles en casa, en cuanto salen al campo y escuchan el canto de sus
congéneres, especialmente el de las hembras, se ponen excesivamente ardorosos y
bregones y, además, muchos de ellos se quieren salir de la jaula.
Sin embargo, ¿no les pasa lo mismo a muchos de los
que no son algarines? ¿O es que los que se encierran de pollos salen todos
buenos?
Vuelvo a repetir que, aunque he tenido varios de
ellos, ninguno me ha dado resultado como reclamo, pero eso no significa que no
puedan servir, pues de un huevo salen, justamente como todos los demás. Y, en
vista a tal máxima, el que en sus genes lleva la calidad, y puedo dar fe de
ello, porque cacé en su momento bastantes veces al de un compañero y amigo,
desde el primer día salen diciendo “aquí estoy yo”. Pero es más, como curtidos
en mil batallas que están, suelen ser valientes con los garbones camperos y con
las hembras resultan seductores al máximo. Y, por supuesto, al ser ya bastante
adultos, el que sirve, nos dejará su clase desde el primer puesto. Aunque
también tengo que decir que muchos de ellos nunca se adaptan a su vida
enjaulada y suelen ser bravos al máximo y, algunos de ellos, han perecido al
botarse cuando su dueño se ha acercado a ellos para ponerles la sayuela, tras
dar por concluido el puesto o, para cambiarlo, porque no han abierto el pico.
Evidentemente, mientras menos años tengan, hay
más posibilidades de que puedan servir, pero conozco casos, en donde machos con
varios espolones en cada pata han dado un resultado formidable como reclamos.
Para finalizar, con lo anteriormente expuesto
queda claro, al menos para mí, que estos tipos de machos de perdiz, si llegan a nuestras
manos, hay que hacerles un hueco en nuestro jaulero. Sirven pocos, pero el que tiene madera noble, más pronto que tarde, se convertirá en un reclamo de verdad. Por
tanto, no se puede o no se debe desechar
un pájaro de estas características herido en cacerías. La historia está para
recordarnos que los hay de ”bandera”, aun habiendo pisado y padreado en el
campo.
domingo, 1 de julio de 2018
LA LARGA ESPERA
H
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ay
un refrán español que, como todos, nos dice la absoluta verdad, en este caso, sobre el tema de
la impaciencia: El que espera, desespera.
Por tanto y, de acuerdo con él, como bien sabemos y hemos comprobado en infinidad
de ocasiones, las esperas se suelen hacer largas y cargadas de incertidumbre
para quien, en un tiempo más o menos cercano, está en la antesala de la llegada
de alguna coyuntura o evento importante para él.
Pues bien, el aficionado al reclamo, año tras
año suele estar a la espera de acontecimientos que se repiten en el tiempo, por
lo que, lo que debería ser motivo de tranquilidad, por ser archiconocido, se transforma
en incertidumbre y preocupación. No hay motivo ni razón para ello, pero así es:
lo que siempre, al final, sucede, porque es lógico, parece que no va a llegar
nunca. Y lo peor del caso es que no nos damos cuenta que en ello, puesto que en
el paso de los días, semanas o meses va implicada nuestra propia vida. Desear
lo de mañana es sinónimo de pasar el hoy y, por consiguiente, nos queda un día
menos de existencia. Lo triste de caso es que, casi sin darnos cuenta, caemos
en esta terrible historia con más frecuencia de la cuenta.
En esta línea, ahora por estas fechas,
nosotros los aficionados a la jaula, andamos de muda, porque aunque no es una
situación nuestra, sino de nuestros reclamos, no lo tomamos como si fuera algo
propio. Y tal circunstancia, el cambio de pluma, por su importancia en el
futuro comportamiento de nuestros perdigones en la próxima temporada, hace que
nos entre en el cuerpo la intranquilidad. Situación que, como decía al
principio, no es buena compañera del aficionado al “cuco”. Sí es verdad que, la
mayoría de las veces, preocupa más el machaconero canto de los pájaros de jaula
que el propio cambio de plumaje, pues no olvidemos que mientras que no llega
tal circunstancia, no existe ni noche ni día para ellos. El cuchichi, cuchichi…
es lo normal las veinticuatro horas del día y, se quiera o no, lo que a uno le
puede gustar a otros, dígase familiares y vecinos, termina hartándolos y surgen
las duras críticas. Es más, hay momentos en los que, incluso a nosotros mismos,
no nos faltan ganas, aunque nunca se haga, de retorcer pescuezos, pues todo el
mundo tiene un límite.
Es obvio que todos sabemos que, antes o
después, el inicio de la caída de plumas llegará. Por consiguiente, como
sabemos de sobra, mientras más tarde llegue, mejor. Pero por estas fechas,
finales de junio, ya andamos con la mosca detrás de la oreja, sin darnos cuenta
que la temporada anterior ocurrió, más o menos, igual. Es decir, el pájaro muda,
como otros procesos naturales, cuando tiene que mudar, no cuando nosotros
queremos.
Este año, excepcional cien por cien en cuanto
a climatología y a sus temperaturas, en las fechas actuales, se presenta
bastante fresco, más de la cuenta. Por ello, no es anormal que, como ha
ocurrido en el nacimiento de las nidadas de pollos de perdiz, ande bastante
retrasado, pues una de las circunstancias que influye mucho en que la muda dé
comienzo es la subida de temperaturas, cosa que no está ocurriendo.
Por todo ello, los que no tenemos un lugar
alejado de nuestras viviendas para que nuestros queridos reclamos muden en
condiciones y estén vigilados, tenemos que aguantar el chaparrón y ser
pacientes, aunque estemos hartos de escuchar casi todo el día la “celestial”
música de nuestros encelados reclamos.
Para concluir, solo decir que mi Chimenea, con casi diez años, es la
primera vez que lo veo hecho un Sansón. No canta, pero en cuanto me ve, me quiere “comer”. Se
embola y me hace frente. Y tal estado no es normal, al menos en él.
PD. Os deseo a todos/as un feliz verano, pues
aunque el actual no esté, meteorológicamente hablando, muy bueno (de hecho,
ayer llovió aquí en Punta Umbría y en muchos lugares de la provincia onubense,
al igual que hace unos días), sí lo tenemos encima.
domingo, 6 de mayo de 2018
LA PRIMERA EDICIÓN DE "CON LA JAULA A CUESTAS" ESTÁ A PUNTO DE AGOTARSE.
Portada de la primera edición. |
Cuando allá por octubre de dos mil catorce, Con la jaula a cuestas vio la luz, el que suscribe no se imaginaba
que poco más de tres años y medio después, los trescientos setenta ejemplares
que conformaron dicha primera edición estuvieran a punto de agotarse, como
de hecho, a día de hoy, así ocurre.
De hecho, si quitamos veinte ejemplares con los
que me he quedado para futuros regalos y compromisos, solo quedan sobre veinticinco volúmenes a la
venta en las tres librerías donde se pueden adquirir: Caza y Libros de Madrid, Doñana
de El Rocío (Huelva) y Librería Agrícola de Jerez.
Ni que decir tiene que todo ello me llena de satisfacción, porque el
objetivo, nunca económico -pues simplemente no se ha perdido dinero-, se ha cumplido: tener mi propio libro en mis manos, compartir mis opiniones, sensaciones
y vivencias sobre la caza de la perdiz con reclamo macho con muchos aficionados que sienten de verdad esta tradicional y señorial modalidad de caza y, por supuesto, poner mi granito de arena en apoyar y perpetuar nuestra afición cuquillera.
Ahora bien, como habrá quien quiera que dicho
manual, forme parte de su biblioteca cinegética en un futuro más o menos
cercano, dentro de no mucho, quiero publicar la segunda edición del
mismo, pues aparte ello, había cosas mejorables en la primera edición. De esta manera, dicha nueva versión, revisada y ampliada, contará, aparte
de la corrección de algunos errores, con varias mejoras: nuevo formato en cuanto
a tamaño, algunas nuevas fotos -muy buenas por cierto- y tres nuevos capítulos que he creído importante
incluir. Será numerada y, en principio, de corta tirada, pues mi única intención
es mejorar lo anterior y que llegue a manos de amigos y conocidos. Eso sí, como será de un número muy reducido de
ejemplares, a fecha de hoy, no puedo precisar si saldrá a la venta en
librerías.
Portada de la segunda edición. |
domingo, 15 de abril de 2018
SÍ A LA CAZA
En el día de hoy, 15 de abril, en muchos
lugares de nuestra querida España, se han celebrado concentraciones y
manifestaciones a favor de la caza en general, pues no podemos olvidar que
dicha actividad humana es casi tan antigua como nuestra propia existencia y,
por consiguiente, quien está favor de ella, que somos muchísimos en nuestro
país, no podemos ni debemos permitir que tan ancestral práctica cinegética
pueda pasar a mejor vida porque haya quien, sin muchos conocimientos sobre el
tema, no quiera ni verla y, si pudiera, la quitaría de en medio de un plumazo.
Pues bien, hoy me he acercado por la
concentración que se ha llevado en Huelva a las 12 de la mañana en la Plaza de
nuevo Mercado de la capital para dejar
constancia que en estas tierras, como en otras de las que componen nuestra
Comunidad y Nación, la gente está por la caza y por todo lo que conlleva. Es
decir, por decir bien claro: SÍ A LA CAZA.
Por todo ello, no he querido dejar pasar la ocasión de hacerle un hueco en mi blog, pues nací cazador, vivo cazador y así seguiré hasta que Dios me lo permita.
Tres momentos de la concentración de hoy. El primero nos muestra una toma general anterior a la hora prefijada. Las dos siguientes muestran a compañeros de afición.
Pues, aprovechando este momento, quiero dejar constancia de un artículo que se me publicó en la última revista de Cuquilleros al Alba, de Villanueva de Algaidas en donde dejo claro que estoy a favor de la caza.
SÍ, SOY CAZADOR.
C
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uando se habla o nos
preguntan sobre la actividad cinegética, el que se sienta cazador de verdad,
como es mi caso -y casi desde la cuna-, debe y tiene que pregonar a boca llena
que su práctica, sea de la modalidad que sea, es una actividad tan tradicional
como noble. Tradicional, porque ya los hombres del Paleolítico hacían su grandes pinitos y, debido a tal
circunstancia, más de uno “perdió el pellejo” en el envite y noble porque,
aparte de haberla practicado una buena parte de los grandes de España, aunque
fuera en otros tiempos, siempre ha sido, en la gran mayoría de las ocasiones,
una actividad llevada a cabo por personas “bien nacidas” y de los que se
“visten por los pies”. Huelga decir que, con el devenir de los años, han
variado las formas, los medios y los fines, pero, en el fondo, la filosofía
sigue siendo la misma: la grandeza de ésta y de los lances que incluye.
Siempre he
defendido, al igual que otros muchos que, el amar la Naturaleza, como me
inculcaron mis mayores y el cazar nunca se deben dar la espalda, si el que la
práctica siente a ambas cosas en el corazón, como es mi caso y el de otros
muchos, entre los que os encontraréis una gran mayoría de los que muchos días del
año salís al campo a disfrutar llevando a cabo lo que os gusta y sentís como
vuestro. Y es así porque, como he referido anteriormente, lo cinegético es
señorial y debe ser respetado en toda su dimensión y modalidades. Por tal
motivo, no se puede, ni es de recibo, tirar por tierra a los cazadores, si no
se sabe verdaderamente qué hacen, qué piensan y qué sienten. Pero es más, los
que practicamos la caza, no deberíamos sentirnos cazadores si no respetamos a
quien no piensa de la misma forma que nosotros, porque es aficionado a otra
modalidad de caza diferente. En pocas palabras, el respeto a todo lo que nos
rodea en el campo y a quienes salimos a él incluso, en precarias condiciones de
salud, a poner en práctica una modalidad cinegética, sea del tipo que sea, debe
ser máximo, al igual que el que debemos profesarle a todas las piezas que se
abaten y a todos los ejemplares que, por no poder hacerlo, al ampararlos la
ley, embellecen todos los rincones de nuestra piel de toro. El que personas que
no saben de qué va el tema, ni sientan en cazador, hablen mal de nosotros nos
debe importar un pimiento. Seguro que, si conocieran a fondo lo que significa
cazar de corazón, no hablarían así.
Pero además, debemos
ser valientes y no unos timoratos a lo hora de expresar nuestros sentimientos,
puesto que no cometemos ningún delito, porque practicamos una actividad, además
de señorial, permitida por la Ley y que, dicho sea de paso, deja a las arcas
del Estado un buen puñado de euros. En esta línea, quiero puntualizar que, hasta
hace unos años, he sido Maestro de Escuela y tengo que decir que, en ningún
momento, me he sentido avergonzado por referir a mis alumnos y alumnas que era
cazador y que muchos de mis ascendientes también lo fueron. Todo lo contrario,
siempre me sentí orgulloso al comentarles lo que era y que siempre lo seguiría
siendo, pero respetando al máximo nuestro ya deteriorado Medio Ambiente y
luchando por conservar lo poco que va quedando de lo que un día alguien puso en
nuestras manos. De hecho, muchos de ellos, conocían bastante bien mis andanzas
y vivencias. Incluso más de un día, en momentos puntuales, se leyeron y
comentaron mis relatos de caza sobre la caza de la perdiz con reclamo, especialmente
los relativos a mi niñez.
También tengo que
decir que tengo dos hijos y creo, sin lugar a equivocarme, que ambos están
orgullosos de que a su padre le guste el campo y sea cazador. Es más, mi hijo
Pablo, cómo no, también lo es. Y lo es, porque, desde que nació, me vio con la
“escopeta al hombro” y porque, desde siempre, le hecho ver, y el mismo lo ha
podido comprobar, la grandeza de la caza. No es cuquillero como yo, pero ambos
respetamos, como debe ser, a la modalidad que a cada uno nos tira. Y eso es lo
importante.
Para finalizar, les
diría a todos los cazadores andaluces, que luchen por lo que sienten y es suyo:
LA CAZA, sea de la modalidad que sea. Hay que ser valientes y no ocultar
nuestra afición. Miles de años nos avalan. Es más, uno de los mejores legados
que le podemos hacer a nuestros descendientes es ponerlos en el camino de la
actividad cinegética, pero defendiendo a muerte la Naturaleza. Seguro que no se
arrepentirán.
Pero que no se nos olvide, solo caza y todo lo que la rodea. Lo demás no debería tener cabida si queremos que tan ancestral actividad sea señorial, perdure en el tiempo y sea la actividad que siempre sueñan los aficionados de tradición.
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