jueves, 1 de febrero de 2018

TEMPORADA DE RECLAMO 2018. SEGUNDA SEMANA


Momento que siempre soñamos:  destapar a uno de nuestros reclamos en el campo

Esta segunda semana, al igual que siempre, en esto de la caza de la perdiz con reclamo ha tenido de todo un poco. Mucho viento en el fin de semana, poquísima agua, pues solo ha llovido el jueves y de forma mínima, varios ceros y mínimas satisfacciones. Eso sí, como es nuestro sino, con poco nos contentamos.

Para empezar decir que el terreno cada día está más seco y, con ello, al observador no se le habrá pasado por alto las muchas “bañeras” que hay por el campo de tomar tierra las perdices, lo que se traduce en que las mismas no están nada buenas, principalmente las hembras. Si a ello le sumamos los días ventosos, que han sido varios, volvemos a la de siempre: de cada cuatro temporada, tres malas y una regular.

Aun así, se “pica” y como los aficionados tampoco pedimos mucho, pues nos sobra con algún buen lance. En mi caso fue el abatir una hembra, tras hora y cuarto al lado del portátil sin irse para la plaza, cosa que al final ocurrió tras un buen trabajo del que estaba en el farolillo, Ronquillo -pollo de segundo año-, en una ventosa tarde . Igualmente, Ariza, en su tercera temporada, se encuentra en un muy buen momento y me regaló un gran puesto de sol. Cumplidores han estado Ribera, el de Matuloso, Chimenea, Cristeño y Repinto, pues todos “tocaron pluma”.

El de Matuloso y Repinto con patirojas a su lado.



Por el contrario, Quinteño, del que me desprendido, Montija -que no abre el pico- y D. Benito, que no estuvo bien -bregando hinchado y sin cantar- tras tirarle un macho, han supuesto la nota negativa.

Cuatro momentos de lances que tuvieron final feliz. En el primero se puede ver al Calatraveño. En el segundo a Chimenea. El tercero nos muestra a Cristeño y el cuarto al Ronquillo.





         Y, como de todo hay en la "viña del Señor" y más cuando nos referimos a anécdotas, ayer miércoles, tras el puesto de tarde y una vez finalizado el mismo, al enfundar a Ribera, se abrió la puerta -que no debió estar bien fechada- y se salió de la jaula en un abrir y cerra de ojos. Tal circunstancia supuso que tuviera que esforzarme para echarle mano, cosa que conseguí tras un buen rato y continuas carreras, situación que como, bien sabemos, no es tarea fácil en el campo, máxime con la edades que ya tenemos.

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