Al César
lo que es del César, amigo Carlos Carballar.
Me enorgullece
felicitarte por un lance venatorio como el de ayer, puesto que, la última vez
que hable de ti en este blog, como bien sabes, fue por una desgracia familiar.
Por tal motivo, tengo que decirte que eres un fenómeno. No todos los días de
abaten dos ciervos y dos marranos en una montería abierta como es la de tu
pueblo, máxime, cuando uno de ellos es un buen venado como el que has matado.
Tengo que
decirte que, muchas veces, los que empezamos en este apasionante mundo de las
monterías, como es mi caso, y otros que
ya llevan sus años, cuando nos enteramos de lances venatorios como el tuyo,
podemos pensar que hay que ver la suerte que tienes, circunstancia que puede no
estar muy lejana de la realidad. Pero luego, si es que ha existido fortuna en
que, por tu puerta pasen cuatro reses, hay que hacer tropezar una balita en el
cuerpecito de la que se le apunta, y eso ya no es suerte. A eso de matar dos
venados que entran a la misma vez en una de las puertas, se le llama pericia y
talento montero porque, como bien sabemos los que llevamos algunos años en el
mundillo cinegético, hay que tener bastante aplomo para aguantar el tirón sin
descomponerse y talento para dar en el blanco, como tú lo hiciste ayer y lo
haces un día sí y el otro también. Y no lo digo por los dos venaos, sino porque sé, puesto que se lo escuché relatar a uno
de los perreros que el segundo guarro que conseguiste no se queda con él todo
el mundo. Por todo ello, y para no dar muchas vueltas, mi más sincera
enhorabuena porque eres un montero con gran desenvoltura y destreza.
Pues una
vez hecha esta introducción sobre la calidad del compañero y amigo Carlos a la
hora de disparar con el rifle, hay que decir que, en general, la mancha Los Charquitos -encinar y monte bajo-,
muy esperada año tras año por sus buenos números que siempre ha dado en cuanto
a cantidad y calidad, no respondió a las expectativas que se tenían. Está claro
que 51 reses (10 cochinos, 27 ciervas y 14 ciervos), aunque no está nada mal, no era lo que todos esperamos, incluyendo
su dueño, el amigo Eduardo Ñudi, puesto que, no hace mucho, según palabras de
algunos monteros que conocen bien la citada finca, había en la mancha bastantes
guarros y venaos y ciervas. Pero se ve que, con el paso de los días, el
“personal” se ha movido para otras zonas.
Imagen donde se puede apreciar el buen ambiente antes del sorteo de puertas.
En mi
caso, tengo que decir que me tocó la misma armada del año pasado –Huerta/Cobijar-,
donde abatí un buen venao de trece puntas. Pero este año, siendo el postor de
la misma, el amigo José Manuel Gómez y habiéndome tocado en suerte una preciosa
puerta con gran y amplia visión, la número 15, no ha podido ser. No porque no
haya disparado, sino porque al venaete que me entró –de ocho/nueve puntas-,
viéndolo desde bastante lejos y avisado por varios rehaleros, me lo dejé venir
como se debe hacer, pero cuando lo tenía a huevo, incompresible y torpemente lo
fallé. Está claro que la falta de oficio montero, a día de hoy, me acompaña. La
prueba está en que solo le disparé una vez, cuando hubo tiempo y terreno para
poderle haber soltar los tres tiros. Por tanto, no puede haber escusas. Se me fue
y punto. Además, mi hijo Pablo, en la misma armada y puerta 12, no disparó.
Ciervas, varetos y horquillones fueron lo que circularon por su
tiradero.
Dos imágenes de la jornada. En la primera se puede ver a Carlos Carballar con los dos guarros que abatió. En la segunda, Carlos posa con mi hijo Pablo y el trofeo del buen venao que consiguió.
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