Una vez dejado
atrás la tradicionales Fiestas de la Navidad, quiero hacer una breve reseña del
fin de semana venatorio pasado. Así, el pasado sábado, en la finca La Dehesa de Enmedio, echamos un rato de
jabalí en mano, aunque lo de rato sea un decir, puesto que, debido a la intensa
niebla con que amaneció el día no pudimos comenzar hasta pasadas las 13 horas.
Decir que, aunque
el campo estaba con rastros de marranos por cualquier sitio, solo se consiguió abatir una buena hembra. Del resto,
que se suponía que estaría por cualquier rincón del coto, nada de nada. Ni verlos.
Eso sí, el guarro que hace años que le seguimos la pista, le salió de los pies
a un compañero que no llevaba escopeta en un pequeño rebujón de monte y, como
no, tomó la dirección contraria a la que llevábamos los que andábamos tras ellos.
Aun así, decidimos
ir otro día para ver si más suerte, quitamos de en medio alguno más –si es
posible el buscado solitario, mejor- y, de camino, eliminar el peligro que
suponen para la cría de especies de caza menor que, por cierto, en lo referente
a nuestra perdiz roja, la cosa está bastante bien, como pudimos constatar durante la jornada de caza.
Dos imágenes de la jornada sabatina. En la primera se aprecia la espesa niebla de la mañana. En la segunda, mi hijo Pablo con la cochina que mató
El domingo 21, en
Calañas se monteó la mancha La Corte con
unos números bastantes buenos en cuanto a cantidad, ya que a la junta de carne, en este caso en dos lugares diferentes, por cuestión de tiempo, llegaron 96 reses, aunque solo 11 guarros algunos venaos -sin saber el numero en este momento- y el resto, ciervas. De calidad, poco. Solo un bonito venado de catorce puntas, un buen marrano que,
dicho sea de paso, rajó bien a un perro, y una buena cochina.
La jornada se
alargó en demasía y la noche se nos echó encima a todos/as, principalmente a
los compañeros que tuvieron que sacar a las reses abatidas. Tan es así que la
última “remesa”, llegó casi a la medianoche a los locales de la Sociedad de Cazadores
Para mi hijo
Pablo, la jornada fue un poco frustrante porque, aunque vimos siete marranos,
no pudimos tirar ninguno, puesto que, no dieron la cara. Se movían por la
costera de enfrente, tomaban un barranco que teníamos frente a nosotros y cogían
el escape para derecha o izquierda, pero ninguno saltó al cortafuego donde
estaba nuestra puerta. Solo un zorro se atrevió y perdió el pellejo. Eso sí, “pepas”,
vimos el ciento y la madre. Igualmente, mi hermano Juanvi consiguió un venadete de ocho puntas.
Dos instantáneas del domingo. En la primera se ve al compañero José María Fernández con el trofeo conseguido (una buena cuerna de 14 puntas). La segunda nos muestra a mi hijo con el buen zorro que abatió.
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