jueves, 21 de enero de 2021

LA DUALIDAD MUCHO TIEMPO-UN SEGUNDO

 La paciencia es la madre de las carambolas. Lo contrario puede ser fatal para el reclamo, máxime si se trata de un novel.


    Aunque todos conocemos perfectamente el tema, hablamos de él con propiedad y nunca somos de los que comenten tal error, la dura y cruda realidad viene a confirmarnos que, a veces, aunque sepamos de sobra lo que suele acontecer cuando no actuamos como deberíamos, caemos en la tentación y, en un pispás, tiramos por tierra lo que cuesta mucho trabajo llegar a conseguir: un buen reclamo. Por tanto, ahora que se ha iniciado la nueva temporada, aunque muchos compañeros  no puedan por el Covid, tengámoslo en cuenta, pues de nosotros depende.

        Aun partiendo de la base de que el que tiene madera de pájaro puntero, en una gran mayoría de las ocasiones, suele salir adelante, aunque su dueño le haga más de una perrería, lo normal es que, durante el periodo de aprendizaje de los pollos, debemos extremar el buen hacer en nuestras actuaciones, para, con ello,  evitar que lo que tiene muy buena pinta, termine siendo un mochuelo más, por nuestro mal y torpe proceder en el momento más importante de la faena de un reclamo: el disparo.

      Si bien, muchas veces, la mala suerte acompaña en un determinado lance: yerro en el disparo, plomo de cabeza y correspondientes botes del campero ante los ojos del reclamo, ataque de una rapaz o alimaña, herida por plomo rebotado…, también es verdad que existen situaciones en las que el que está en el aguardo, bien por inexperiencia, por nerviosismo, por ansias de llegar al cortijo con una buena percha de patirrojas…, no se obra como se debiera hacerlo y, en un segundo, lo que se tarda en apretar el gatillo, estropeamos un buena promesa de pájaro de jaula. Por tanto, si la paciencia es uno de los grandes talantes que todo cuquillero, que se precie de ello, debe poseer, la celeridad en la suerte suprema suele ser fatal. Debido a ello, disparar sin que se cumplan las condiciones que se deben dar en tal primordial momento es sinónimo de fracaso. Si se dispara, sin que el neófito que está atalayado en el repostero esté cumpliendo una serie de pautas que se supone que debe llevar a cabo, o nos precipitamos en el disparo, antes o después, nuestro proyecto de reclamo nos la jugará.

        Sobre el tema, puedo decir, con la mano en el corazón, que alguna vez no he tenido la paciencia suficiente, me he ido de ligero y, por consiguiente, he metido la "pata". Es más, creo que no he sido el único que ha actuado de dicha forma y, al igual que yo, quien haya tenido poca paciencia, habrá echado a perder algún que otro pollo en el que se tenía puestas muchas ilusiones. De esta forma, el disparar sin que haya recibo o este no sea de pico, el hacerlo sin la total certeza de que el novel de turno estuviera viendo perfectamente a la patirroja que andaba por la plaza, el intentar una carambola sin la seguridad total de éxito, el tirar cuando las montesinas hayan iniciado la salida de plaza a toda velocidad por extrañar algo… son situaciones que suelen darse y en las que más de una vez hemos caído, puesto que, en lugar de quedarnos quietecitos esperando mejor ocasión, hemos disparado. En una palabra, en pocos segundos habremos acabado, con casi total seguridad, con lo que se tarda mucho tiempo en conseguir, si es que se consigue.

El reclamo de la imagen no sirvió aunque era una estampa, pero en esas condiciones no se podía apretar el gatillo, pues no había recibo.

Por tal motivo, la falta de paciencia a la hora del disparo y la avaricia no deben formar parte de nuestro proceder, si queremos que el pollo que nos está dando un buen puesto pueda llegar a ser un pájaro de campanillas en el futuro. Es una máxima que nunca podemos olvidar, aunque la temporada nos vaya mal y el compañero que da el puesto en los alrededores del nuestro, situación que a veces es un hecho, haya disparado varias veces. Si no la cumplimos y optamos por quitar de en medio al que está en plaza, para llegar al cortijo diciendo que hemos tirado, sin que el del pulpitillo esté dando el do de pecho o se reúnan las condiciones óptimas, en un instante, acabaremos con lo que cuesta mucho tiempo y trabajo que llegue a nuestro jaulero, siempre que tengamos la suerte de tropezar con él.

        Es más, casi me atrevería a decir que nuestros campos han visto deambular por sus parajes a muchos pájaros de jaula que, si no hubiera sido por la poca paciencia o la avaricia del perdigonero de turno, en vez de haber sido presa fácil del más torpe de sus depredadores, habrían llegado, al menos, a ser reclamos medianos, de los que uno se divierte con ellos sin ser pájaros punteros. Y todo ello, por el ínfimo tiempo, cuestión de décimas de segundo, que se tarda en apretar el gatillo.


1 comentario:

  1. Otra lección magistral la que nos traes José Antonio. Como bien dices, la paciencia es la principal virtud para llevar a buen puerto las ilusiones que tenemos puestas en nuestros pájaros, para que no se queden en el camino. Recuerdo un día (era yo muy joven y carente totalmente de experiencia y paciencia) cuando una tarde en el aguardo de la casilla caída de la finca Los Jesús (Villaviciosa de Cordoba), con mi padre, cazando el Baquero y presidiendo yo la piedra principal entró una collera. Allá me fui yo con la hembra estando el pájaro tomando al macho y le pegué un tirascazo sin venir a cuento. La colleja que me propinó mi padre debió oírse hasta en el pueblo. Él ya me había explicado y yo había visto como debían resolverse los lances, de ahí su cabreo monumental. Menos mal que el Baquero ya tenía 6 celos y estaba muy cazado. También, ya con el culo pelao, he cometido algún que otro error. Es inherente a la condición humana. Todo se resuelve en disfrutar de nuestros pájaros y dejar la escopeta quietecita hasta que llega la hora de finalizar el lance, cuando nuestro pájaro nos lo esté pidiendo.
    Muchas gracias por el articulo, buena Caza y mejor compaña.
    Un abrazo

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