Ahora, que la temporada toca a su fin y cada aficionado empieza a tener claro con lo que se va a quedar para la próxima temporada, aunque seguro que ya ha habido bajas en el jaulero, debe haber una reflexión para qué hacer con el "género" sobrante, situación que no es fácil.
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Que los pájaros de jaula
que no sirven como futuros reclamos no duran mucho en nuestro jaulero, es una
máxima más que sabida, pero el qué hacer con los que no dan la talla, a veces,
supone un verdadero rompedero de cabeza y lo digo a boca llena, máxime en
momentos muy puntuales en donde queremos deshacernos de ellos sobre la marcha y no encontramos
la vía más adecuada. Por supuesto, no hablo de eliminarlos acabando con su vidas, sea de la forma que sea, porque tal circunstancia no debería ocurrir nunca, ni
creo que haya quien lo haga, aunque más de una vez se nos haya pasado por
nuestra mente, tras una “faena” de las que hacen época. Pero al final, por moral cuquillera, siempre debe
imperar la cordura y humanidad, aun en el peor de los casos.
De esta manera, cuando un
aspirante a inquilino de nuestro jaulero o que ya forma parte de él, pero nos
tenía engañado, muestra sus verdaderas cartas, no dura ya mucho con nosotros,
pues en ese aspecto somos especialmente vehementes, puesto que al momento nos
lo queremos quitar de encima. Así, lo normal y menos duro para todos,
incluyendo el pajarete, porque nadie se queda con una “cantamañanas” o maula,
es que se lo regalemos a algún compañero con algún argumento, no excesivamente
funesto, para que lo acepte o a algún amigo o conocido que quiera tener un
macho de jaula para que le cante en casa o soltarlo en una pajarera o en
corral.
Otras veces, lo soltamos
en el campo, tras arrancarle y crecerle las plumas del recorte, pero también ha
ocurrido que, tras un gran sofocón en el puesto, se les haya abierto la puerta
para que se busquen la vida, circunstancia muy difícil, aunque no imposible. De
hecho, hace ya unos buenos años -sobre más de dos décadas-, solté un pájaro de
jaula sin recortar en una determinada finca del Andévalo onubense, tras
sofocón espectacular. Sin embargo, curiosamente, al año siguiente, mi hermano
Juanvi lo abatió en un puesto, totalmente mudado y con una compañera autóctona.
Supe que era el que había soltado la temporada anterior, porque yo anillo a
todos los perdigones que llegan a mis manos y pintan bien. Además, según me
contó mi hermano, entró en plaza con valentía y decisión, aparte de
intercambiar música de diálogo en todo momento con el que estaba en el
repostero, cuando un año antes, estando enjaulado, dejaba mucho que desear
cuando salía al campo. Lo que pasa con esta forma de quitarnos de encima a los “mocholetes”
es que, lo normal que suele acontecer, pocos días después, cuando se da un
puesto por la zona, el que no ha perecido a manos de las alimañas, entre en
plaza atraído por el cante de nuestro reclamo y allí surge el dilema: disparar
sobre él o dejarlo que se vaya, si nos damos cuenta que está recortado. Otras
veces, cogemos la rabieta al comprobar que lo que hemos abatido es un reclamo “liberado”
por nosotros mismos o por un compañero de coto o de fincas limítrofes, máxime
cuando la pelea entre recortado y reclamo, que a veces ocurre, haya sido de las
que hacen afición.
Pues bien, la práctica
descrita en el párrafo anterior, el soltar en el campo a los reclamos que no
dan la talla, incluso estando pasados por la “peluquería”, no es la más idónea,
pues son presas fáciles para los depredadores, excepto en contadas ocasiones,
como es caso relatado anteriormente. Pero, si tal circunstancia se lleva a cabo
en terrenos de perdiz autóctona, entraríamos, si los soltados salvan el
pellejo, en el tema de la hibridación que tantos sinsabores ha dado en nuestra
España. Pues, uno de los motivos de la decadencia de nuestras patirrojas
salvajes ha sido el cruce que han tenido, año tras años, con ejemplares criados
en cautividad que, aunque sean de un alto grado de pureza -como ocurre en la
actualidad-, sus códigos genéticos, si bien tienen porcentajes muy elevados de
similitud con la auténtica Alectoris rufa, nunca serán los mismos pues,
se quiera o no, hay hábitos, comportamientos y pautas a seguir según la
circunstancias que se puedan presentar, que nunca se aprenderán en cautividad,
sino al lado de una madre que transmite a su prole lo que ella aprendió de la
suya. Además, no se olvide que pueden contagiar enfermedades a la perdiz autóctona. De hecho, en un principio, cuando la cosas no estaban claras y las granjas criaban sin mucho estudio genético y otras circunstancias, está situación era más que normal, pues mucho de los ejemplares que luego se soltaban en el campo, como la solución a las decadentes poblaciones de nuestra perdiz roja española, arrastraban muchos déficit e, incluso, merma en lo físico.
En resumidas cuentas, no
es tarea fácil el deshacernos de lo que nos sobra, aunque haya que llevarlo a
cabo para no cargar el jaulero y por cuestión de ahorrar tiempo y ver otras posibilidades. El cómo es el quid de la cuestión, pero siempre teniendo presente que el
acabar con la vida de un pájaro de jaula cuando no nos sirve, no debe estar en el
decálogo de valores que tiene que atesorar todo cazador que se precie de ello. Sí
así lo hiciéramos, aparte de proceder en contra de la Ley, deberíamos colgar la
escopeta ese mismo día, por no ser merecedores de llamarnos cuquilleros, colgadores, pajariteros, perdigoneros, cuchicheros ...
Creo que el problema está en un vacío legal.
ResponderEliminarAuque podíamos escribir una tetralogía al respecto.
Se puede resumir con pocas palabras:
Una es el ego personal de no querer reciclar.
La siguiente es comprar pájaros a prueba y no como algo de usar y tirar.
Y la tercera y definitiva es el microchip como control de las poblaciones animales ya sean "robados" del campo, de nuestra casa o comprados en granja.
Pd. Así de fácil pero la novela picaresca es muy común en este país...
Continuará.
Vacío legal, tetralogía, resumen, no querer reciclar, microchip...
ResponderEliminarTodo perfecto.
Pero a día de hoy, qué hacer?
Esperemos que, entre todos, demos la solución.
Saludos.
Que culpa tendrán los mochuelos (Athene noctua)!!!!
ResponderEliminarLa verdad que la solución es difícil, quizás lleguemos algún día, a que la granja que te vende un pájaro para reclamo si en el campo no sirve, se lo pudieras devolver y lo "reciclaran" ellos, pero esto creo que es una gran quimera.
En mi caso, el que no sirve le busco una salida normalmente a algún amigo o conocido que lo quiera por capricho, pero lo que no hago es soltarlo al campo, para así evitar males mayores a nuestra perdiz roja.
Sobre el tema del microchip ya en 2017 el ROC de Andalucía recoge en uno de sus artículos que las perdices que se usen para el reclamo deben y tienen que ser registradas e identificadas, lo que ocurre que hasta la fecha no hay una norma que regule el artículo del ROC, al igual que a la caza sin muerte. Espero que una vez por todas, nos aclaren estos puntos para así rellenar este vacío legal que existe en la actualidad.
Un saludo.
Veo que el Sr. Núñez ha captado la idea lo cual me alegra.
ResponderEliminarPienso que debería de haber una ruta de recogida preestablecida a partir de estas fechas para recoger "los descartes" de la temporada por parte de las granjas o incluso el Ministerio de medio ambiente para alimentar linces etc. o incluso para los cetreros o el adiestramiento de perros de caza sin olvidar los ojeos.
Con lo cual no debemos ser egoistas, también es cierto que habría que salvar ciertos trámites burocráticos en cuanto al transporte, procedencia y suelta...
Pd. Las sueltas sin permiso están prohibidas por ley. De momento está permitido comersela con papas y si no se encuentra una rápida solución el futuro puede ser RECLAMOS DE ALQUILER.
Muy buenos días.
ResponderEliminarEsta claro y es obvio que al comprar animales, en este caso ejemplares de perdiz, nos hacemos responsables del “producto” que nos llevamos para casa y, por Ley, debemos ofrecerle el mejor de los cuidos. Pero aunque ella no existiera, el que se sienta amante de la naturaleza no puede cercenar la vida de un animal por un capricho o por falta de aptitudes de lo adquirido.
Pero el qué hacer con los “desechos de tienta” es el quid de la cuestión y, por supuesto cada uno se las tiene que ingeniar, como le marque su interior en la forma de proceder, siempre que tal decisión no suponga un atropello hacia las necesidades básicas del animal, en este caso nuestros pájaros de jaula.
Es un tema tan amplio y complicado que, desde abajo, desde los aficionados es complicado resolver, pero como se hace constar en los comentarios no hay legislación al respecto. Regalos, sueltas, cría en cautividad… son formas de quitarnos de encima lo que nos sobra, pero nunca acabar con ellos, tal circunstancia nunca debería formar parte de nuestro proceder. No es fácil, pero tampoco nadie ayuda al qué hacer es este vacío legal de la caza.
Por supuesto, no quiero hablar de los reclamos punteros que ya, por su edad, dejan de ser útiles, pues ahí sí que nadie debería dudar: larga vida al Rey.
Casi finalizamos esta difícil temporada que, por una razón o por otra, no ha sido fácil para nadie. Pero una vez más, aunque se la primera por este motivo, nuestra afición no es fácil para nadie y, lo peor, que pocos ayudan a mejorarla.
Eso, si, como un día dije: PASARAN LOS AÑOS, PERO LA PERDIZ CON RECLAMO, aunque haya quien piense lo contrario, SIEMPRE ESTARÁ AHÍ. Miles de años no se quita de un plumazo, aunque sea en importantes despachos.
Saludos.