Un repostero con vegetación para la fácil entrada de las patirrojas
Dónde se debe
dar el puesto, en lugares que reúnen una serie de peculiaridades o cualquier sitio
es bueno?
Esta diferencia
de opinión sobre dónde se debe ubicar el aguardo para cazar el reclamo, según
quien la responda, puede diferir casi por completo. Unos dirán que, siguiendo
la costumbre y lo que aprendieron de sus maestros -padre, tíos, abuelos, amigos
cuquilleros…-, el colgadero o cazadero debe situarse en lugares estratégicos de
una determinada finca o acotado. Enclaves de una determinada finca con
querencias -palabra que siempre encontraremos en el vocabulario de cualquier
aficionado-, donde nuestras perdices, por una serie de particularidades que les
ofrece aquel paraje, los escogen como hábitat para su asentamiento y posterior cría.
Otros, por el contrario, estarán en desacuerdo con lo anteriormente expuesto y
antepondrán las perdices que haya en un lugar, sea éste adecuado o no para dar
el puesto.
La persona que
anda mucho por el campo por cuestiones de trabajo, de caza o simplemente porque
le gusta estar en contacto con la naturaleza, observará que las patirrojas
cuando inesperadamente salen de vuelo, entonando el clásico pichó, pichó,
pichó…, lo normal, si hablamos de perdiz autóctona y no de ejemplares de
repoblación, que casi no conocen el terreno, es que lo hagan desde puntos muy
específicos y no de cualquier zona de un paraje determinado.
Yo supongo que
nuestros ascendientes tuvieron muy en cuenta lo anteriormente tratado, a la
hora de construir aguardos de monte o de piedra, cuando, afortunadamente, el
portátil no era un pertrecho al uso. Luego, con el paso del tiempo, la mayoría
de las fincas ya no conservan restos de lo que, en su día, fueron maravillosos
puestos de monte. Quizás, en cualquiera de ellas, todavía nos podremos encontrar
con los restos de alguno de piedra que, al igual que muchos cortijillos, donde
nacieron y fueron muy felices muchas familias, el paso de los años los ha
convertido en ruinas.
Pues bien,
cuando hablamos de la situación de aquellos tollos, nos daremos cuenta que
estaban allí porque aquel determinado lugar le ofrecía a nuestra perdiz roja lo
que necesitaba para su subsistencia. Normalmente, y sin meterme en profundidad
en los hábitos de las patirrojas, porque sería tema de otro artículo, aunque
relacionado con éste, la ubicación de los puestos o cazaderos, la gran mayoría
de las veces, se llevaba a cabo en enclaves con buena oída y de cierta
elevación: collados, morretes, altozanos, lomeros… Por lo tanto, desde estos
enclaves, las perdices podían observar lo que ocurría a su alrededor, con
vegetación en el entorno para ampararse y pasar desapercibidas y, por supuesto,
no lejos de zonas que le proporcionaran la comida y el agua necesarias.
Consiguientemente,
en cualquier terreno donde a sus dueños les gustara la caza del reclamo, o para
que la practicaran familiares y amigos, había ocho o diez puestos fijos que,
año tras año, antes de empezar la temporada, se arreglaban o reconstruían.
Todos ellos estaban en lugares querenciosos para las perdices y, por tal motivo,
temporada tras temporada, esos puestos hacían disfrutar al aficionado de turno
y a quien le acompañaba -como fue mi caso en mis años de niñez y los primeros
de mi juventud-, cosa normal, dada la amplitud de los mismos. Es más, todos
tenían su nombre desde siempre. En esta línea, se me viene a la memoria, y
valga la redundancia, el nombre de muchos de ellos: el de la Era, el del
rincón de Marín, el de Becerra, el de la Coscoja, el del Cerro Blanco, el de la
Retama, el de la Loma del Cencerro…
Hoy día, casi
sesenta años después de esos inolvidables y nostálgicos momentos, al menos por
estas zonas, aunque todavía existen muchos lugares de nuestra Andalucía que
cuelgan a la vieja usanza como he comprobado en viajes o visionado por imágenes,
el aguardo portátil ha cambiado al cien por cien la forma tradicional de dar el
puesto. Así, aunque generalizar no se debe hacer nunca porque, afortunadamente,
siempre hay quien no actúa de tal manera, nada más que hay que darse una vuelta
por los terrenos donde se caza el reclamo, para darnos cuenta que el aficionado
de turno no le dio muchas vueltas a la cabeza a la hora de la elección del colgadero.
Aparte de los que no saben mucho de qué va el tema, porque han entrado en la
modalidad hace “cuatro días” -que los hay y siempre los ha habido-, otros que sí
lo conocen o conocemos, para incluirnos todos/as, en cuanto vemos una pareja
apeonando o que sale de vuelo de cualquier sitio, sea éste medianamente adecuado
o no, ya estamos colocando el portátil allí.
Por supuesto,
con esta forma de actuar, dejamos a un lado el buen proceder que siempre debe
acompañar a los cuquilleros de pro y entramos en la “senda” de abatir perdices
antes de la de disfrutar con buenos lances. Con ello, aparte de aumentar los
estadillos de la temporada a nivel personal, lo que estamos consiguiendo es la
merma de las poblaciones de patirrojas de la finca en cuestión y jaulear a ésta
de tal forma que algunas de las montaraces de la zona saben hasta las
matrículas de nuestros coches. En esta línea, no es anormal “tropezar” con restos
de puestos en regajones, en bajos fríos y húmedos, en pelados, en grandes
pendientes, frente a los rayos del sol, en medio de sembrados, en umbrías
desangeladas, al lado de caminos muy transitados, a poca distancia de las
carreteras… Es decir, donde nunca se les ocurriría a nuestros ancestros dar el
puesto, ni para probar pájaros.
Para finalizar, decir que aparte de elegir un buen colgadero, aunque un pájaro se tira en cualquier lado, hay una cuestión primordial. Si se puede, que hay veces que no, el enclave del matojo, arbolillo, repostero, tanganillo, maceta, hacho... debe estar situado en lugar de espesura, pues en los limpios nuestras perdices se lo piensan.
Lo primero que quiero manifestar desde mi humilde opinión es que las perdices son querenciosas, muy querenciosas a sus territorios.Dicho esto y considerando donde las vimos, oímos, o nos dijeron, procuro buscar el sitio que a mi parecer sea el correcto. Nunca jamás cara al sol, nunca. Evito en la medida de lo posible colgar mi pájaro en cuesta abajo, si tiene que ser en cuesta que sea hacia arriba y por supuesto limpiarlo de piedras. Me gustan las plazas despejadas. Saludos pajariteros desde Extremadura.
ResponderEliminarB noches.
EliminarComo dices, nuestra perdiz roja es querenciosa por excelencia. Es más, hay un refrán que dice “el conejo y la perdiz, donde nacen van a morir” . Donde veas un par, ese es su dominio y territorio.
En cuanto a las plazas, pues sí pueden estar descubierta, pero, en lo posible, el tanto se debe colocar al amparo de la vegetación, según mi opinión y, con ello, facilitaremos las entradas de las patirrojas al reclamo.
Cuesta abajo es una máxima pajaritera de siempre. No se debe, pero hay veces…
En todo, como verás, fallan las matemáticas, como dice un buen amigo.
Por último, darle las gracias a Eloy Redondo por entrar como seguidor de este pequeño rincón cuquillero y vaya mi invitación a que colabore, si lo tiene a bien, con lo que crea conveniente.
Un cordial saludo.
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