martes, 2 de febrero de 2021

LOS CAZADEROS Y LA UBICACIÓN DE LOS PUESTOS

 

                        Un  repostero con vegetación para la fácil entrada de las patirrojas

Dónde se debe dar el puesto, en lugares que reúnen una serie de peculiaridades o cualquier sitio es bueno?

Esta diferencia de opinión sobre dónde se debe ubicar el aguardo para cazar el reclamo, según quien la responda, puede diferir casi por completo. Unos dirán que, siguiendo la costumbre y lo que aprendieron de sus maestros -padre, tíos, abuelos, amigos cuquilleros…-, el colgadero o cazadero debe situarse en lugares estratégicos de una determinada finca o acotado. Enclaves de una determinada finca con querencias -palabra que siempre encontraremos en el vocabulario de cualquier aficionado-, donde nuestras perdices, por una serie de particularidades que les ofrece aquel paraje, los escogen como hábitat para su asentamiento y posterior cría. Otros, por el contrario, estarán en desacuerdo con lo anteriormente expuesto y antepondrán las perdices que haya en un lugar, sea éste adecuado o no para dar el puesto.

La persona que anda mucho por el campo por cuestiones de trabajo, de caza o simplemente porque le gusta estar en contacto con la naturaleza, observará que las patirrojas cuando inesperadamente salen de vuelo, entonando el clásico pichó, pichó, pichó…, lo normal, si hablamos de perdiz autóctona y no de ejemplares de repoblación, que casi no conocen el terreno, es que lo hagan desde puntos muy específicos y no de cualquier zona de un paraje determinado.

Yo supongo que nuestros ascendientes tuvieron muy en cuenta lo anteriormente tratado, a la hora de construir aguardos de monte o de piedra, cuando, afortunadamente, el portátil no era un pertrecho al uso. Luego, con el paso del tiempo, la mayoría de las fincas ya no conservan restos de lo que, en su día, fueron maravillosos puestos de monte. Quizás, en cualquiera de ellas, todavía nos podremos encontrar con los restos de alguno de piedra que, al igual que muchos cortijillos, donde nacieron y fueron muy felices muchas familias, el paso de los años los ha convertido en ruinas.

Pues bien, cuando hablamos de la situación de aquellos tollos, nos daremos cuenta que estaban allí porque aquel determinado lugar le ofrecía a nuestra perdiz roja lo que necesitaba para su subsistencia. Normalmente, y sin meterme en profundidad en los hábitos de las patirrojas, porque sería tema de otro artículo, aunque relacionado con éste, la ubicación de los puestos o cazaderos, la gran mayoría de las veces, se llevaba a cabo en enclaves con buena oída y de cierta elevación: collados, morretes, altozanos, lomeros… Por lo tanto, desde estos enclaves, las perdices podían observar lo que ocurría a su alrededor, con vegetación en el entorno para ampararse y pasar desapercibidas y, por supuesto, no lejos de zonas que le proporcionaran la comida y el agua necesarias.

Consiguientemente, en cualquier terreno donde a sus dueños les gustara la caza del reclamo, o para que la practicaran familiares y amigos, había ocho o diez puestos fijos que, año tras año, antes de empezar la temporada, se arreglaban o reconstruían. Todos ellos estaban en lugares querenciosos para las perdices y, por tal motivo, temporada tras temporada, esos puestos hacían disfrutar al aficionado de turno y a quien le acompañaba -como fue mi caso en mis años de niñez y los primeros de mi juventud-, cosa normal, dada la amplitud de los mismos. Es más, todos tenían su nombre desde siempre. En esta línea, se me viene a la memoria, y valga la redundancia, el nombre de muchos de ellos: el de la Era, el del rincón de Marín, el de Becerra, el de la Coscoja, el del Cerro Blanco, el de la Retama, el de la Loma del Cencerro…

Hoy día, casi sesenta años después de esos inolvidables y nostálgicos momentos, al menos por estas zonas, aunque todavía existen muchos lugares de nuestra Andalucía que cuelgan a la vieja usanza como he comprobado en viajes o visionado por imágenes, el aguardo portátil ha cambiado al cien por cien la forma tradicional de dar el puesto. Así, aunque generalizar no se debe hacer nunca porque, afortunadamente, siempre hay quien no actúa de tal manera, nada más que hay que darse una vuelta por los terrenos donde se caza el reclamo, para darnos cuenta que el aficionado de turno no le dio muchas vueltas a la cabeza a la hora de la elección del colgadero. Aparte de los que no saben mucho de qué va el tema, porque han entrado en la modalidad hace “cuatro días” -que los hay y siempre los ha habido-, otros que sí lo conocen o conocemos, para incluirnos todos/as, en cuanto vemos una pareja apeonando o que sale de vuelo de cualquier sitio, sea éste medianamente adecuado o no, ya estamos colocando el portátil allí.

Por supuesto, con esta forma de actuar, dejamos a un lado el buen proceder que siempre debe acompañar a los cuquilleros de pro y entramos en la “senda” de abatir perdices antes de la de disfrutar con buenos lances. Con ello, aparte de aumentar los estadillos de la temporada a nivel personal, lo que estamos consiguiendo es la merma de las poblaciones de patirrojas de la finca en cuestión y jaulear a ésta de tal forma que algunas de las montaraces de la zona saben hasta las matrículas de nuestros coches. En esta línea, no es anormal “tropezar” con restos de puestos en regajones, en bajos fríos y húmedos, en pelados, en grandes pendientes, frente a los rayos del sol, en medio de sembrados, en umbrías desangeladas, al lado de caminos muy transitados, a poca distancia de las carreteras… Es decir, donde nunca se les ocurriría a nuestros ancestros dar el puesto, ni para probar pájaros.

Para finalizar, decir que aparte de elegir un buen colgadero, aunque un pájaro se tira en cualquier lado, hay una  cuestión primordial. Si se puede, que hay veces que no, el enclave del matojo, arbolillo, repostero, tanganillo, maceta, hacho... debe estar situado en lugar de espesura, pues en los limpios nuestras perdices se lo piensan. 

                                                                         

3 comentarios:

  1. Lo primero que quiero manifestar desde mi humilde opinión es que las perdices son querenciosas, muy querenciosas a sus territorios.Dicho esto y considerando donde las vimos, oímos, o nos dijeron, procuro buscar el sitio que a mi parecer sea el correcto. Nunca jamás cara al sol, nunca. Evito en la medida de lo posible colgar mi pájaro en cuesta abajo, si tiene que ser en cuesta que sea hacia arriba y por supuesto limpiarlo de piedras. Me gustan las plazas despejadas. Saludos pajariteros desde Extremadura.

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    1. B noches.

      Como dices, nuestra perdiz roja es querenciosa por excelencia. Es más, hay un refrán que dice “el conejo y la perdiz, donde nacen van a morir” . Donde veas un par, ese es su dominio y territorio.

      En cuanto a las plazas, pues sí pueden estar descubierta, pero, en lo posible, el tanto se debe colocar al amparo de la vegetación, según mi opinión y, con ello, facilitaremos las entradas de las patirrojas al reclamo.
      Cuesta abajo es una máxima pajaritera de siempre. No se debe, pero hay veces…

      En todo, como verás, fallan las matemáticas, como dice un buen amigo.
      Por último, darle las gracias a Eloy Redondo por entrar como seguidor de este pequeño rincón cuquillero y vaya mi invitación a que colabore, si lo tiene a bien, con lo que crea conveniente.

      Un cordial saludo.

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    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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