Hoy traigo al blog esta curiosa y no muy agradable anécdota por la que ha pasado esta temporada el amigo Pepe Rodríguez. En ella, una vez más, se puede comprobar que hay situaciones que, aunque muy puntuales, ocurren.
ooo O ooo
Nadie
puede poner en duda que el aficionado a la caza de la perdiz con reclamo, una
buena parte de su vida la dedica a sus perdigones. Por ello, decir que el mimo,
cuido y el desvelo son características que todo cuquillero que se precie de
ello pone al servicio de sus reclamos es una verdad incuestionable.
Sin
embargo, a veces, por más cautela y
esmero que se tenga con los pájaros de jaula, ocurren situaciones tan
desagradables que cuesta encajarlas en nuestra mente, aun sabiendo que nuestro
proceder siempre ha sido el más correcto, cuidadoso y prudente. En una palabra,
el pajaritero, ante todo, no suele, al menos de forma consciente, cometer
muchas imprudencias porque sabe a ciencia cierta que las locuras y descuidos se
pagan con creces.
Pues
bien, este suceso que me ha acaecido esta temporada recién terminada y que
relato a continuación podríamos encuadrarlo dentro de lo anteriormente expuesto
porque, ni todos los días ocurre, ni nunca estamos a salvo de ello.
Por tanto,
vayamos a ello:
Jiennense
III
era un pajarete noble y con muy buena pinta que de pollo, hace dos temporadas,
no se le tiró. No porque no hiciera su trabajo bien, sino porque, en ocasiones,
no tirar no es culpa del reclamo, pues el campo es el que no está como debiera.
Sin
embargo, de segundo celo, el año pasado, aun saliendo poco, le abatí tres
patirrojas y ya empecé a darme cuenta que allí podría haber reclamo, debido a
que apuntaba muy buenas maneras.
Consiguientemente,
como le ocurre a todo cuquillero, estaba deseando que llegara la próxima
temporada, la que acaba de finalizar, para ver qué pasaba con quien empezaba a
tener un poco de tirón. Por ello, no tardó en debutar y, recién iniciado el
periodo hábil, no pude aguantar más y lo saqué al campo.
De esta
manera, ya con tres primaveras a sus espaldas, en el primer puesto, desde que
le quité la funda o sayuela se arrancó con un trabajo precioso que no tardó en
dar sus resultados pues, poco después, se trajo un pareja y el macho, como un
auténtico valiente, se dedicó a dar vueltas al farolillo, mientras la hembra,
que cantaba de vez en cuando por las inmediaciones, no quería saber nada de
reclamo. Por tanto, tras esperar un rato a ver sí entraba la “señora”, decido
tirar a quien no cejaba de acometer sobre el que se encontraba atalayado en el
repostero y, tras certero disparo, para satisfacción mía, Jiennense
III carga el tiro con una suavidad tal que, pasado unos minutos, tan
esquiva hembra, no pudiéndose resistir al atractivo canto de mi reclamo, pero
de forma recelosa y desconfiada, se presenta en plaza.
Ante tal
situación, yo, que no cabía en el aguardo de gozo, solo miraba a la jaula para
ver como la recibía y la tomaba, decidí, tras observar que le había dado varias
vueltas a quien la estaba piropeando, abatirla, mientras Jiennense III
le hacía el entierro como mandan los cánones y como si de un experimentado
reclamo se tratara.
Luego, de
nuevo, tras otra demostración de pájaro de valía, el campo volvió a acercársele
hasta las inmediaciones del aguardo, pero decido dar por finalizado el puesto,
aun con todo mi pesar, porque por ley y normas internas del coto sólo se pueden
tirar dos perdices por cada marea.
Sin
embargo, como todo no puede ser satisfacción, al quitar el pájaro del
pulpitillo, para acercarlo a la pareja abatida, se suelta la trampilla de la
puerta, que queda abierta de par en par y, en un abrir y cerrar de ojos, se
sale de la misma. Luego, tras unos segundos de desconcierto por mi parte, sale
corriendo e intente cogerlo en un principio, pero veía que cada vez se alejaba
más hasta que en medio de la mancha lo
perdí de vista y se marchó. Como si se lo hubiera tragado la tierra.
Desde
aquel momento y en los días sucesivos lo pasé fatal, pues, aunque no llevo mucho
tiempo en esto del reclamo, sí lo suficiente para saber que un pájaro que pinte
medio bien, no un fenómeno, es muy difícil conseguirlo. Y Jiennense III,
en los pocos puestos que le había dado en el tiempo que estuvo conmigo apuntaba
muy buenas maneras, por lo que, con total seguridad, me hubiera dado muchas
satisfacciones.
José
Rodríguez Vázquez
José Antonio,imagino como lo pasaría usted, por que lo he vivido esta temporada en carnes propias. El desconsuelo de apoderó de mi durante unos días después de ocurrirme lo mismo que a usted. Yo le habia tirado a mi Triguero cuatro perdices, incluso me atreví hacerle una carambola con la escopetina calibre 410 que estrenaba ese dia,incluso el puesto fue grabado por un amigo, aquello fue terrible. Después de tener que toser para espantar a más campo que tenía incluso en la plaza me fuí lleno de satifacion a levantar mi pájaro, yo no cabía de gozo. Fue al tiral de la anilla cuando la jaula se desarmó y mi Triguero se fue para siempre.Volvi al otro dia con un buen amigo y sus perros de muestra a ver si lo localizabamos y nada no hubo manera. Era se segundo celo, me tenia enemaorado, pero la fatalidad quiso que estas cosas como ustes bien dice ocurren.
ResponderEliminar¿Era la jaula de esas de plástico que suele vender Percofan?
EliminarHola Santiago Bt. Te quería comentar que la jaula es de alambre fuerte y relativamente nueva, el problema radica en los cierres que fijan la puerta, estos son en forma de espiral y lleva 2 uno por arriba y otro por abajo los cuales estarían flojos, al poner la jaula o quitarla del repostero se movieron y dejaron de hacer su función, en principio la puerta estaría cerrada aguantada con la funda, pero al poner la jaula en el suelo y levantar la funda esta se abrió y el desenlace ya está explicado. Saludos cordiales Jose Rodriguez Vazquez
EliminarAmigo Paco Giraldo.
ResponderEliminarLa anécdota y jodienda no me ocurrió a mí, sino al compañero, vecino de barriada y amigo Pepe Rodríguez, un buen aficionado.
Saludos.
Buenas tardes. En primer lugar, gracias por este relato. Eso mismo me ocurrió a mí hace ya muchos años. Estaba probandole un pájaro a mi padre (un pájaro de tercer celo) que le ofrecieron como un "fenómeno" por mil duros. Mi padre, que de tonto no tiene un pelo y sospechando de la jugada del vendedor (le insistió tantas veces que mi padre, por no hacerle un feo aceptó la prueba) me lo endilgo una mañana del mes de febrero. Por aquellos años yo me encargaba de probar los pollos y los pájaros que aún no estaban "hechos" para ir depurando el jaulero. De tal forma que me fui con tan prometedor pájaro a un puesto que le llamábamos el del "Gramófono", pues allí le tiró 6 perdices un socio del coto a un perdigon que sólo sabía curichear y que te ponía la cabeza loca (de ahí el bautizo). Arreglé la tronera, hice el repostero y le quite la funda. Atento era como él solo. Así estuvo cerca de una hora (con el campo cantando). Lo que viene siendo un mochuelo de solemnidad....en ésto que escuché un macho casi pegado al aguardo tirando embuchadas para a continuación verlo asomar a plaza y subirse a unos canchos que había a la derecha. Allí -enmoñado- recibió a su hembra magistralmente. Cuando esta asomó se bajó de las piedras, le dio un par de vueltas y se fueron enamoradisimos. Yo miraba hacía rato al maula que tenía colgado y, arrutado y hecho una bola, no mostró el más mínimo interés y disposición al recibo conque una vez se fue el par lo descolgue y lo puse en la plaza con la piquera abierta para que picoteara el verde. Cual fue mi sorpresa que se salió por la misma, haciéndome pasarlas realmente putas corriendo tras él y pudiendo por fin echarle el guante al meterse en un lentisco. No sé trata del mismo caso que comenta Pepe Rodríguez pero podéis estar seguros que los mil duros los hubiéramos tenido que pagar (hablo sobre el año 80).
ResponderEliminarUn abrazo a todos
Mas de uno alguna vez nos hemos visto en semejante situación, para que no ocurra mas , lo mejor es poner una brida pequeña cogiendo la parte inferior de la portezuela de la jaula, así nunca se abrirá accidentalmente y evitaremos la salida de nuestro reclamo. Saludos
ResponderEliminarPor suerte para mí, las jaulas que heredé de mi padre tienen una especie de "seguro" que impide se les abra la puerta si no es "a cosa hecha".
ResponderEliminarCreo que siempre hay que aportar un sistema de seguridad fiable a las puertas para evitar estos disgustos.
Muy buenos días y gracias a todos por participar a Pepe por el artículo y los demás por sus comentarios.
ResponderEliminarComo se puede leer en el artículo, hay que poner siempre precauciones de todo tipo con nuestros reclamos para evitar ésta y otras situaciones desagradables que se puedan dar.
Pero, aun así y por más cuidado que tengamos, a veces, como dice el título, estas cosas ocurren por mucho que pongamos de nuestra parte. Es más, estoy casi seguro que a si a todo el mundo no se le ha escapado un reclamo, le faltado muy poco.
Eso sí, como casi siempre, cuando hay desgracias, ahí no esta el “cantamañanas”, sino los pajaretes que dan el avío.
Saludos.