La que acaba de finalizar en muchas zonas epañolas, como casi todas, aun con
muchos factores positivos: lluvias, temperaturas agradables, mucha comida y
verde en el campo…, no ha sido una buena temporada cuquillera. Y desde mi punto
de vista no lo ha sido porque, si unimos a que la cría no fue buena en muchos
lugares de nuestra geografía, las patirrojas autóctonas han estado duras y
difíciles de hacerlas entrar en plaza, aun con reclamos que dan el avío y las
de repoblación tampoco han estado como se esperaba. De hecho, estas últimas han
dado mucha guerra al reclamo, cuando en teoría deben ser menos complicado abatirlas.
Está claro, como ya está más que dicho, que si no
fuera por mil inconvenientes, no quedaría una patirroja en nuestros campos,
pero también hay que decir que, aunque las poblaciones de nuestra reina de los
bosques están en caída libre, aun con las muchas restricciones que se ponen en las fincas a la hora de
cazarlas, para que su número no siga disminuyendo, nuestra perdiz roja no
“levanta e vuelo” y, además, cada día que pasa van a peor en los lances
pajariteros. Así, cantan poco y acercarse por las cercanías del tiradero es una
misión muy complicada, aun para pájaros de jaula que, sin ser fenómenos, son
ejemplares que saben perfectamente a qué salen al campo. Y de lo que acabo de
decir puedo afirmar que soy notario, pues en los veinticinco años que gestiono
la finca donde cazo en Puebla de Guzmán -para no retroceder más años-, el
cambio ha sido abismal en la reducción del número de perdices abatidas con el
reclamo, de sus poblaciones y, por supuesto, de sus comportamientos. Es más, de
hecho, esta temporada recién acabada, decidí no dar muchos puestos en la misma,
pues la situación, a día de hoy, no está
para tirar cohetes, pues la cría pasada fue calamitosa y no era cuestión que lo
poco que había, reducirlo aún más.
De esta manera, dejando a un lado las posibles razones de lo que ocurre, cuestión que sería
otro tema, puedo decir que no ha sido una temporada de reclamo para que quede en nuestra retina. Pero aun
así, como siempre, ha habido buenos momentos y el salir al campo ya es una
satisfacción, pues hoy día esperar mucho más es no saber de qué va esto.
Cuatro momentos de la temporada
A modo de resumen, tengo que decir que, como en
años anteriores, he cazado perdiz de repoblación y autóctonas y, aparte de ser un
año malo, todo tiene su parte buena, pues no se olvide que un buen lance o
malo, lo positivo que entraña es el poderlo compartir con compañeros de
afición, pues ir de individual no mola mucho. Por ello, estar en compañía de
amigos, una vez que terminada la jornada de mañana o tarde, es la salsa de esta
modalidad cinegética. Y, si además, en ocasiones, como ha ocurrido en algunos desplazamientos, hay compañía de las respectivas parejas, miel sobre hojuelas.
Para finalizar, apuntar que aun no siendo un buena
temporada, se ha ido picando en todos los lugares en donde he colgado. Por
tanto, puestos para olvidar, aceptables y bastante buenos ha sido lo que ha dejado
el año, sin olvidar las anécdotas, que también han ocurrido y que alguna
compartiré en otra entrada. Y los reclamos igual: unos mejores y otros peores. Eso
sí, aparte de los ya asentados de otras temporadas que han dado la talla, destacar
a tres segundas que apuntan alto: Bailaó, Calderilla y, sobre todo, Medina,
los tres, regalos de buenos amigos y compañeros de afición. Por el contrario,
como en toda casa de vecino, otros han dejado plaza libre en el jaulero, pues
no han ofrecido lo que yo esperaba de ellos.
Una pareja, lo que se sueña antes de ir al puesto
Además, apuntar que aunque desde siempre me ha
gustado echarme la jaula a cuestas para llegar al colgadero, los años empiezan
a no perdonar, principalmente en la alta sierra granadina, ya que el esfuerzo
que se realiza cada día en la ida y vuelta al puesto, cuesta más trabajo, máxime
cuando el coche la mayoría de las veces se queda a bastante distancia, por la orografía
del terreno y porque uno ya no es un chavalote.
Aguardo y tanto de piedra en terreno de muy difícil acceso
Como punto final de este nuevo artículo, tengo que decir que a partir de este momento debemos reflexionar sobre los fallos cometidos, para no volver a caer en ellos y, por supuesto, ser lo suficientemente fríos y sensatos a la hora de posibles bajas de nuestros reclamos. No hace falta ser un fenómeno para saber que lo que no ha dado la talla esta temporada, a no ser por problemas de mala muda o salud, la próxima hará igual. Por ello, como dice el refrán guardar mochuelos es perder el tiempo y perdices para el puchero. Eso sí, a los que nos van a acompañar como reclamos la próxima temporada, tenemos que ofrecerles lo mejor de lo mejor desde ahora hasta que comience el próximo periodo hábil de caza. Ahí se ve al buen aficionado.
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