martes, 24 de noviembre de 2020

DON ADOLFO

Nuevamente, el amigo Vicente Hurtado nos trae al blog este original y sugerente relato de sus muchísimas experiencias vividas, nunca mejor dicho, con la jaula a cuestas. Esperemos que no sea el último, porque Vicente, experimentado cuquillero, ha “toreado” en muchas plazas y sabe más que bien de lo que va el tema del reclamo.

                                          Ooo  O  ooo

 

         Para “mi nieto” Pepillo

Como todas las mañanas en tiempo de reclamo acudimos a tomar el café del amanecer al bar de costumbre, pues allí nos reunimos los amigos y nos metemos en esa tertulia de reclamo que tanto nos alimenta a los aficionados, nos contamos los sucedidos, las anécdotas de las cosas que nos van pasando en cada puesto con este o aquel reclamo.

Teníamos ya la temporada mediada y las cosas en el campo empezaban a ponerse más duras.

- ¿Oye, tú no dices que tienes un pájaro muy hembrero?  Me pregunta uno de los amigos.

-Pues sí, así es, por lo menos hasta hoy.

-Pues si quieres verlo con un par de ellas más duras que la rodilla una cabra, te digo donde te tienes que poner y a ver qué pasa.

-Claro que sí, dímelo y esta tarde voy y les pruebo.

- ¿Esta tarde? Pronto me parece, yo estuve allí ayer y no pude tirar ninguna, pero bueno, tú sabrás.

El amigo me explica dónde están las viudas y por donde debo entrarles para no volarlas y estropear el puesto. Estaba claro que aquello era para cazarlo de tarde y, estando ellas bastante puesteadas y con varios tiros presenciados, con más razón.

Me fui con tiempo de sobra para estudiar el terreno bien y, a la vez, evitar que -por ser aquello un lugar muy “a la mano”-, se pudiera presentar alguien antes que yo y diera al traste con la prueba que yo quería hacer.

Dejé el coche retirado del lugar del puesto, pero al lado del camino para que lo viese cualquiera con facilidad, me eché los bártulos al hombro y llegué hasta el olivo que me habían indicado, por debajo del “partior” de Flores, vi el puesto de mi amigo de  la tarde anterior, no me pareció muy oportuno el sitio (demasiado bajo para la tarde), me subí por encima del camino tres olivos, preparé mis trastos y esperé a que dieran las cuatro.

 Destapo el reclamo a las cuatro y cinco minutos, no se había escuchado cantar ni un pájaro en todo el tiempo que llevaba montando el tinglado o esperando.

Don Adolfo me dedica unos piñoncillos y un recibo a modo de saludo, me retiro hacia el puesto y él se calla, me meto debajo del olivo, cierro por detrás, me coloco con comodidad y cargo la escopeta, el reclamo sale por alto, buscando conversación con alguien, llama varias veces y nadie contesta, echa varios piñones sueltos, recios, se queda cuchicheando un ratillo breve y vuelve a llamar…a lo lejos, en el otro lado del camino del Medio, se escucha un macho cantar y se queda dando (una jaula, pensé), según el aire se escuchaba más o menos, casi nada, mi reclamo se agarra con él…vaya por Dios, no hay enemigo…se subían los dos (el otro también estaba solo), en esa “discusión” andaban ellos, yo no observaba ningún indicador de que don Adolfo tuviera enemigo claro a la mano.

A las cuatro y treinta, sin que yo hubiera escuchado nada más que a las dos jaulas, mi reclamo se calla y…gogggg…por fin…ya te ha dicho algo alguna de ellas.

Todo cambió radicalmente, las voces destempladas se acabaron y comenzó un cazar de llamadas arrastradas, piñones sueltos menuillos, cuchicheo poquito y a medio tono…todo vuelto de espaldas, orientado en la dirección por donde ella debería venir, derecho, callado, hinchado, esperándola…vuelta a los piñones sueltos…vuelta al silencio…alguna revolandeta de alegría…llamá arrastrá que apenas sale del pico…silencio…derecho, pujado, sabiendo cazar…

¡Cuánto había cambiado desde que empezó su tercer celo!, entonces no era capaz de sujetar la sangre, se ponía muy nervioso, ahora, la escopeta, lo había ido llevando de la mano y enseñándole que las fiestas había que dejarlas para después del tiro.

A las cinco menos cuarto aparece la pajarita encima del lindazo del “partior”, a la vista de él, pero dos olivos por detrás, empezaba el trabajo de la distancia corta con una viuda tiroteada y áspera para entrar.

No le dedicó ni una revolandeta, se hinchó de plumas, pero se quedó derecho, piñoneando suelto y muy flojo, ella cantaba por alto una vez tras otra, él seguía con sus piñoncitos, ella con sus cantes sin moverse ni un centímetro del sitio…la llamó quebrado, le dedicó un recibo dulzón y casi ahogado…ella no hizo ningún caso…la pajarita no se movía del sitio, no paraba de cantar, un reclamo tras de otro, uno detrás de otro…pero sin mover ni una pata en busca del reclamo…

Entonces utilizó un recurso tantas veces visto antes por mí, se calló…mirándola de frente…se calló…derecho, erguido, hinchado, pero sin decir ni pío…unos minutos que se hacen eternos…ella cantando, ¡¡¡él callado, estatuario, inmóvil, callado…unos minutos de silencio…tan largos!!!

Sin motivo aparente y como quien no quiere la cosa, se dobló al pastelillo y comenzó a titear lo mismo que un poseso, cogió una de las hojas del olivo y la trituró ofreciéndosela cual manjar exquisito a aquella pajarita remisa a pisar plaza (me acordé del Rondano, lo hacía cuando se quedaba sin trigo), aquello fue demasiado, la pájara no pudo aguantar más, se arrancó en carrera y se plantó en plaza delante del reclamo que, doblado en titeo y sin hacer  fiestas de ningún tipo, escuchó el zambombazo (eran las 4’55 de la tarde), se irguió, la miró, abrió las dos alas y rompió haciendo todas las fiestas que antes no había hecho…la miraba pujado, con el pescuezo hinchado de medio lado… vueltas a las revolandetas…goggggg…gogggg… gogggg… así durante varios minutos hasta que, con una dulzura exquisita, empieza a escucharse la carga del tiro en un tono muy bajo dando por terminada la serie de fiestas (siempre hace lo mismo).

La carga del tiro se alarga bastante rato, quince o veinte minutos muy bajito y sin quitar ojo al enemigo.

Andaba yo embobado escuchándolo cuando me pareció escuchar una pajarilla cantar lejos, como para el cerrillo Juan Barco, se estiró y señaló, gogg…

Estaba claro que había cantado una pájara, cortó la carga del tiro y salió con un reclamo por alto, con fuerza.

Empezaba la segunda faena.

Le echó a la pájara seis reclamos por alto, perfilado hacia su izquierda, escuchaba, piñoneaba, cuchicheaba alto, recio, cortaba, escuchaba…no había respuesta…me hizo pensar que no quisiera coles…pero volvió a cantar ella, ahora con fuerza…alta…altiva…él castigó a pesar de la distancia goggggggg…goggggggg…no se hizo esperar, se escuchó el voletón… revolandeta en la jaula para recibirla con un gogggg…gogggg… aterrizó por detrás de él y no paró a nada, cruzó la plaza a carrera tendida, a llevárselo, no se inmutó, la miró pasar como si nada ocurriera.

¿Estaba convencido de mandar en la situación?

La pájara se paró dos olivos por encima, llamó fuerte y pasó de vuelo por delante de él que, derecho, la castigó gooooggg…gogggg…rompió con un reclamo roto, entrecortado…ella contestó por debajo del “partior”…esta vez con menos voces…asomó por encima del lindazo (casi por donde la primera)…un recibo tierno, empalagoso, entrecortado…carrera de ella hasta los trapos del puesto…él -tieso-, la va mirando y mantiene el recibo entrecortado…derecho, hinchado, sin cortar…un reclamo de ella junto al puesto y la veo pasar de medio lado, corriendo hacia la plaza, la cruza con el hombro izquierdo metido, se pasa, se vuelve, mete el hombro derecho…don Adolfo mantiene el tipo, derecho, hinchado, sin dejar de recibir muy quebrado…según lo miro, a la derecha de él, como a metro y medio, la pájara se para y lo mira descarada, retadora, ofreciéndome su flanco izquierdo, ponnnnnn (5’57 de la tarde)…la mira, la castiga, goggggg…goggggg…da rienda suelta al genio contenido esperando el tiro…vueltas y más vueltas…parada a raya…vueltas y más vueltas…parada, castigo…vueltas…así hasta ocho o diez minutos, cuando, con mucha suavidad empiezan a escucharse unos diminutos piñones, un recibo melodioso, sin quitarle la vista de encima.

(En frente se escucha un coche arrancar y coger camino del pueblo)

Se sube, busca más enemigos, son las seis y media, hay que salirse, ¡¡¡ya está bien!!!

 

                                                    Vicente Hurtado Navarro

4 comentarios:

  1. Amigo Vicente, cómo decimos en mi pueblo, un puestazo Para morir de gusto.
    Y ese reclamo, no lo puede hacer mejor, lo borda.
    Si todavía conservas ese reclamo, mímalo y cuídalo con todos tus fuerzas, el tío se lo merece.
    Un saludo amigo.
    Diego Rama

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  2. Muchas gracias a los amigos Vicente y Diego. Al primero por hacernos pasar momentos agradables leyendo sus muchas anécdotas vividas en sus muchos años de cuquillero y las faenas de grandes reclamos y a Diego por estar siempre al lado del cañón echando mil manos en pro de nuestra afición.

    Saludos

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  3. Hola Diego, me alegra leerte, espero que estéis todos sanos y fuertes.
    Don Adolfo está en pleno apogeo, este año será su sexto celo (esperemos poder cazar), aunque no es un reclamo "extraordinario", sí que es "muy bueno".
    Es lo que llamamos en el argot, un hembrero.
    Saludos amigo, cuidaros!!!

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  4. Amigo Vicente, por aquí todos bien, G.A.D.
    Espero que por ahí también disfrutéis de buena salud.
    A Don Adolfo le quedan unos años por delante muy buenos, espero que disfrutéis juntos de muchos puestos como el que nos acabas de narrar. Un abrazo amigo y cuídate.
    Diego Rama

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