Nuevamente, el amigo Vicente Hurtado nos trae al blog este original y sugerente relato de sus muchísimas experiencias vividas, nunca mejor dicho, con la jaula a cuestas. Esperemos que no sea el último, porque Vicente, experimentado cuquillero, ha “toreado” en muchas plazas y sabe más que bien de lo que va el tema del reclamo.
Ooo O ooo
Para “mi nieto” Pepillo
Como todas
las mañanas en tiempo de reclamo acudimos a tomar el café del amanecer al bar
de costumbre, pues allí nos reunimos los amigos y nos metemos en esa tertulia
de reclamo que tanto nos alimenta a los aficionados, nos contamos los
sucedidos, las anécdotas de las cosas que nos van pasando en cada puesto con
este o aquel reclamo.
Teníamos ya
la temporada mediada y las cosas en el campo empezaban a ponerse más duras.
- ¿Oye, tú
no dices que tienes un pájaro muy hembrero?
Me pregunta uno de los amigos.
-Pues sí,
así es, por lo menos hasta hoy.
-Pues si
quieres verlo con un par de ellas más duras que la rodilla una cabra, te digo
donde te tienes que poner y a ver qué pasa.
-Claro que
sí, dímelo y esta tarde voy y les pruebo.
- ¿Esta
tarde? Pronto me parece, yo estuve allí ayer y no pude tirar ninguna, pero
bueno, tú sabrás.
El amigo me
explica dónde están las viudas y por donde debo entrarles para no volarlas y
estropear el puesto. Estaba claro que aquello era para cazarlo de tarde y,
estando ellas bastante puesteadas y con varios tiros presenciados, con más
razón.
Me fui con
tiempo de sobra para estudiar el terreno bien y, a la vez, evitar que -por ser
aquello un lugar muy “a la mano”-, se pudiera presentar alguien antes que yo y
diera al traste con la prueba que yo quería hacer.
Dejé el
coche retirado del lugar del puesto, pero al lado del camino para que lo viese
cualquiera con facilidad, me eché los bártulos al hombro y llegué hasta el
olivo que me habían indicado, por debajo del “partior” de Flores, vi el puesto
de mi amigo de la tarde anterior, no me
pareció muy oportuno el sitio (demasiado bajo para la tarde), me subí por
encima del camino tres olivos, preparé mis trastos y esperé a que dieran las
cuatro.
Destapo el reclamo a las cuatro y cinco minutos,
no se había escuchado cantar ni un pájaro en todo el tiempo que llevaba
montando el tinglado o esperando.
Don
Adolfo me
dedica unos piñoncillos y un recibo a modo de saludo, me retiro hacia el puesto
y él se calla, me meto debajo del olivo, cierro por detrás, me coloco con
comodidad y cargo la escopeta, el reclamo sale por alto, buscando conversación
con alguien, llama varias veces y nadie contesta, echa varios piñones sueltos,
recios, se queda cuchicheando un ratillo breve y vuelve a llamar…a lo lejos, en
el otro lado del camino del Medio, se escucha un macho cantar y se queda dando
(una jaula, pensé), según el aire se escuchaba más o menos, casi nada, mi
reclamo se agarra con él…vaya por Dios, no hay enemigo…se subían los dos (el
otro también estaba solo), en esa “discusión” andaban ellos, yo no observaba
ningún indicador de que don Adolfo tuviera enemigo claro a la mano.
A las cuatro
y treinta, sin que yo hubiera escuchado nada más que a las dos jaulas, mi
reclamo se calla y…gogggg…por fin…ya te ha dicho algo alguna de ellas.
Todo cambió
radicalmente, las voces destempladas se acabaron y comenzó un cazar de llamadas
arrastradas, piñones sueltos menuillos, cuchicheo poquito y a medio tono…todo
vuelto de espaldas, orientado en la dirección por donde ella debería venir,
derecho, callado, hinchado, esperándola…vuelta a los piñones sueltos…vuelta al
silencio…alguna revolandeta de alegría…llamá arrastrá que apenas sale del
pico…silencio…derecho, pujado, sabiendo cazar…
¡Cuánto
había cambiado desde que empezó su tercer celo!, entonces no era capaz de
sujetar la sangre, se ponía muy nervioso, ahora, la escopeta, lo había ido
llevando de la mano y enseñándole que las fiestas había que dejarlas para
después del tiro.
A las cinco
menos cuarto aparece la pajarita encima del lindazo del “partior”, a la vista
de él, pero dos olivos por detrás, empezaba el trabajo de la distancia corta
con una viuda tiroteada y áspera para entrar.
No le dedicó
ni una revolandeta, se hinchó de plumas, pero se quedó derecho, piñoneando suelto
y muy flojo, ella cantaba por alto una vez tras otra, él seguía con sus
piñoncitos, ella con sus cantes sin moverse ni un centímetro del sitio…la llamó
quebrado, le dedicó un recibo dulzón y casi ahogado…ella no hizo ningún caso…la
pajarita no se movía del sitio, no paraba de cantar, un reclamo tras de otro,
uno detrás de otro…pero sin mover ni una pata en busca del reclamo…
Entonces
utilizó un recurso tantas veces visto antes por mí, se calló…mirándola de
frente…se calló…derecho, erguido, hinchado, pero sin decir ni pío…unos minutos
que se hacen eternos…ella cantando, ¡¡¡él callado, estatuario, inmóvil,
callado…unos minutos de silencio…tan largos!!!
Sin motivo
aparente y como quien no quiere la cosa, se dobló al pastelillo y comenzó a
titear lo mismo que un poseso, cogió una de las hojas del olivo y la trituró
ofreciéndosela cual manjar exquisito a aquella pajarita remisa a pisar plaza
(me acordé del Rondano, lo hacía cuando se quedaba sin trigo), aquello
fue demasiado, la pájara no pudo aguantar más, se arrancó en carrera y se
plantó en plaza delante del reclamo que, doblado en titeo y sin hacer fiestas de ningún tipo, escuchó el zambombazo
(eran las 4’55 de la tarde), se irguió, la miró, abrió las dos alas y rompió
haciendo todas las fiestas que antes no había hecho…la miraba pujado, con el
pescuezo hinchado de medio lado… vueltas a las revolandetas…goggggg…gogggg… gogggg…
así durante varios minutos hasta que, con una dulzura exquisita, empieza a
escucharse la carga del tiro en un tono muy bajo dando por terminada la serie
de fiestas (siempre hace lo mismo).
La carga del
tiro se alarga bastante rato, quince o veinte minutos muy bajito y sin quitar
ojo al enemigo.
Andaba yo
embobado escuchándolo cuando me pareció escuchar una pajarilla cantar lejos,
como para el cerrillo Juan Barco, se estiró y señaló, gogg…
Estaba claro
que había cantado una pájara, cortó la carga del tiro y salió con un reclamo
por alto, con fuerza.
Empezaba la
segunda faena.
Le echó a la
pájara seis reclamos por alto, perfilado hacia su izquierda, escuchaba,
piñoneaba, cuchicheaba alto, recio, cortaba, escuchaba…no había respuesta…me
hizo pensar que no quisiera coles…pero volvió a cantar ella, ahora con
fuerza…alta…altiva…él castigó a pesar de la distancia goggggggg…goggggggg…no se
hizo esperar, se escuchó el voletón… revolandeta en la jaula para recibirla con
un gogggg…gogggg… aterrizó por detrás de él y no paró a nada, cruzó la plaza a
carrera tendida, a llevárselo, no se inmutó, la miró pasar como si nada
ocurriera.
¿Estaba convencido
de mandar en la situación?
La pájara se
paró dos olivos por encima, llamó fuerte y pasó de vuelo por delante de él que,
derecho, la castigó gooooggg…gogggg…rompió con un reclamo roto,
entrecortado…ella contestó por debajo del “partior”…esta vez con menos
voces…asomó por encima del lindazo (casi por donde la primera)…un recibo
tierno, empalagoso, entrecortado…carrera de ella hasta los trapos del puesto…él
-tieso-, la va mirando y mantiene el recibo entrecortado…derecho, hinchado, sin
cortar…un reclamo de ella junto al puesto y la veo pasar de medio lado,
corriendo hacia la plaza, la cruza con el hombro izquierdo metido, se pasa, se
vuelve, mete el hombro derecho…don Adolfo mantiene el tipo, derecho,
hinchado, sin dejar de recibir muy quebrado…según lo miro, a la derecha de él,
como a metro y medio, la pájara se para y lo mira descarada, retadora,
ofreciéndome su flanco izquierdo, ponnnnnn (5’57 de la tarde)…la mira, la
castiga, goggggg…goggggg…da rienda suelta al genio contenido esperando el
tiro…vueltas y más vueltas…parada a raya…vueltas y más vueltas…parada,
castigo…vueltas…así hasta ocho o diez minutos, cuando, con mucha suavidad
empiezan a escucharse unos diminutos piñones, un recibo melodioso, sin quitarle
la vista de encima.
(En frente se escucha un coche arrancar y coger camino del pueblo)
Se sube,
busca más enemigos, son las seis y media, hay que salirse, ¡¡¡ya está bien!!!
Vicente Hurtado Navarro
Amigo Vicente, cómo decimos en mi pueblo, un puestazo Para morir de gusto.
ResponderEliminarY ese reclamo, no lo puede hacer mejor, lo borda.
Si todavía conservas ese reclamo, mímalo y cuídalo con todos tus fuerzas, el tío se lo merece.
Un saludo amigo.
Diego Rama
Muchas gracias a los amigos Vicente y Diego. Al primero por hacernos pasar momentos agradables leyendo sus muchas anécdotas vividas en sus muchos años de cuquillero y las faenas de grandes reclamos y a Diego por estar siempre al lado del cañón echando mil manos en pro de nuestra afición.
ResponderEliminarSaludos
Hola Diego, me alegra leerte, espero que estéis todos sanos y fuertes.
ResponderEliminarDon Adolfo está en pleno apogeo, este año será su sexto celo (esperemos poder cazar), aunque no es un reclamo "extraordinario", sí que es "muy bueno".
Es lo que llamamos en el argot, un hembrero.
Saludos amigo, cuidaros!!!
Amigo Vicente, por aquí todos bien, G.A.D.
ResponderEliminarEspero que por ahí también disfrutéis de buena salud.
A Don Adolfo le quedan unos años por delante muy buenos, espero que disfrutéis juntos de muchos puestos como el que nos acabas de narrar. Un abrazo amigo y cuídate.
Diego Rama