Siguiendo con las llegadas de savia nueva para nuestros jauleros y como continuación del artículo anterior, no
debemos olvidar que buscar ejemplares de procedencia salvaje es tarea complicada
y encontrarlos, más. Por ello, sirvan estas líneas para dar mi visión sobre lo
que se repite año tras año por estas fechas. Ojo, mi visión que, por supuesto, puede ser acertada o, por el contrario, alejada de la realidad, pero es la mía, la del autor de este blog, el cual empieza a recorrer las últimas etapas de su ya dilatada existencia, pues doce años es mucho tiempo, para bien y para mal.
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Hay que
partir de la base de que, a veces, las perdices que pueblan nuestros
campos, aun habiendo nacido en los mismos, pueden tener una
pureza genética más que discutible, si nos referimos a la verdadera Alectoris
rufa o perdiz roja española. Debido a ello, cuando se va a comprar
ejemplares salvajes, aparte de que lo que se adquiere puede ser un híbrido con
más o menos pureza e, incluso, con menos de la que llevan en sus códigos
genéticos los procedentes de algunas explotaciones cinegéticas, puede ocurrir
que aunque la oferta sea campo-campo, de esta u aquella zona de gran raigambre
y lugar de renombre, no sea tal, sino que lo que nos llevemos para casa, con
toda la ilusión del mundo y tras soltar un buen puñado de euros, no sea más que
un ejemplar que el pícaro vendedor ha comprado, no hace mucho, en una granja de
perdices de las muchas que existen en nuestra tierra. Y le pongo tal adjetivo
al vendedor, aunque en algún caso haya seriedad, porque en nuestra querida
España, la picaresca siempre ha estado a la orden del día y, si no, con repasar
nuestra historia y literatura nos daremos cuenta de tan singular y ancestral realidad.
A nadie
se le escapa que el dinero fácil es muy goloso y, desgraciadamente, hay mucho
pendón que lo sabe, por lo que casi sin mover un músculo, este personal se puede hacer de un buen fajo de billetes, aunque el que los suelta,
no muy tarde se dé cuenta del timo de la estampita del que ha sido partícipe y,
por otra parte, tiene que cerrar el pico para no ser otro más al que le han
dado el más que conocido tocomocho o gato por liebre.
De todas
formas, si alguna consecuencia positiva se puede extraer de este más que tradicional
negocio -el cual todos los cuquilleros conocemos-, no es otro que el de llegar
a la conclusión de que bastantes empresas cinegéticas ponen en el mercado
ejemplares de mucha pureza y cuyo fenotipo o aspecto exterior es casi similar a
los de nuestra perdiz roja salvaje, circunstancia impensable hace unos años.
Por tanto, es obvio que, aparte del palo que supone el pagar un buen dinero por
lo que se conseguiría por poco más de veinte/treinta euros en nuestras granjas
andaluzas y del resto de España, la perdiz que sale lleva consigo certificado
de calidad y, tal circunstancia, debe ser un orgullo para los que trabajan
denodadamente para que la patirroja criada en cautividad y en sus voladeros, cada día que pasa, sea, en todos los aspectos, lo más
parecida a la salvaje. Y lo mejor de todo es que no es una sola granja la que mueve
buen “material”, sino que, a día de hoy, muchos criadores ponen en el mercado
un “producto” que no debe ser muy malo, cuando más de uno y más de dos “pican
el anzuelo”.
Pues dicho lo dicho y para finalizar, solo me queda puntualizar que, una vez que nos la han colado -porque a casi todos nos ha ocurrido-, no culpemos a éste o aquel personaje que hace tales fechorías, pues todo el mundo, de una forma u otra, se busca la vida. La culpa la tenemos nosotros por ir a donde no debemos, con la creencia que vamos a encontrar la gallina de los huevos de oro o el mirlo blanco.
Como
epílogo solo me queda decir, en forma de metáfora o parábola que, alguna vez,
he probado el gato cocinado y tengo que decir que en nada envidia al de liebre.
Por tanto, gato o liebre, si dan las mismas prestaciones, ¿ qué más da?
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PD. No quiero pasar la oportunidad de hacer una pequeña reflexión personal: "... Que que nadie me diga, aunque cada uno es libre de pensar y opinar lo que sea, que se diferencia a leguas un campero de un granjero o, a lo mejor, es que yo soy tan torpe que pienso que no es nada fácil. Pues, afortunadamente, hay pájaros de jaula criados en cautividad que dan el pego al más pintado y, máxime, si se compran como codornices/tórtolas más o menos y se meten en tierra antes de su venta..." Y no hablemos de talla, colorido, escamas de las patas, espuelas o garrones, espejuelos, cejas, tufos... porque en nuestros montes hay variedad para cada una de las características citadas, pues no existe un patrón fijo para nuestra reina de los bosques. Quizás en los recién llegados del monte, puede no haber dudas, en el resto...
Así es, José Antonio, y como te descuides te venden las perdices que han robado en tu propia finca. España es el país de la picaresca.
ResponderEliminarBuen articulo amigo. Efectivamente, la picaresca y el engaño están también presentes en esta modalidad.
EliminarUn cordial saludo compañeros de afición.
Muy buenas.
ResponderEliminarEl comentario anterior es del compañero M Romero Perea, pero se le olvidó poner su npmbre.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy buenas.
ResponderEliminarNuevamente, doy la gracias por participar en el blog con vuestros comentarios, pues con vuestros conocimientos y vuestras formas de entender esta difícil modalidad le vamos dando un poco de luz a la misma aunque nunca se acaba de aprender para poder sentar cátedra.
En el artículo creo que dejo claro y me reitero que da igual gato que liebre, porque lo importante es estar a gusto con lo que se tiene, como dice Alectorix, aunque sea feo, pues como ya apunté en el anterior artículo, la no belleza no significa mochuelo. Eso sí, como él bien dice, si queremos calidad, bolsillo. Siempre ha sido y será así. Aunque yo añadiría que, a veces, aún probando no se tiene asegurado el éxito, pues nunca es tarde para que un día, incluso dos, se toque la flauta y luego no saber ni silbar. No será la primera vez…!!!
Saludos.
En los tiempos que corren es, cuanto menos, una temeridad, conseguir reclamos de campo como lo hacían nuestros antepasados. Y si lo fomentamos, en aras de un absurdo purismo, estamos contribuyendo a la esquilmación de las pocas perdices autóctonas que quedan.
ResponderEliminarSaludos.
Carlos Luna
Suscribo el comentario al cien por cien, pero a todos los jauleros nos ha pasado lo mismo, pero esto tiene una vertiente y es ¿cuánto vale esta ilusión?
ResponderEliminarNo se puede cuantificar las horas que le dedicamos a este Fenómeno en casa hasta que lo sacamos al campo y eso también vale un dinero.
Esta es una ilusión que no nos puede faltar y que no nos comprenderá quién no sea pajaritero.
Suerte con los pollos y no os importe el tiempo perdido porque ha disfrutado.
Saludos.
Raimundo Alaminos.
Jose Antonio,tus artículos de Ceniciento y Gato por liebre,no los he podido ver hasta hoy, porque el Facebook no me funcionaba...Son como todo lo que escribes,muy interesantes,amenos y formativos.
ResponderEliminarSaludos.
Martín Montero
Primeramente, gracias a Carlos, a Raimundo y a Martín por participar con sus comentarios al artículo.
ResponderEliminarEn primer lugar decir que obviamente, aunque cada uno puede hacer lo que crea conveniente, dar pie a la adquisición de ejemplares salvajes, como está el campo en estos momentos, no se debería, aunque como decía el otro caún, caún.
Luego, en momentos de la llegada de pollos, nunca falta la ilusión, pues es la base sobre la que se sustenta nuestra modalidad cinegética.
Por último, decirle a Martín que ahí están casi doce años “con la jaula a cuestas” tratando siempre de llegar, con más o menos tirón, a los que entran y leen el blog, circunstancia altamente difícil, aunque no soy yo quien de be decirlo.
Saludos.