Es un tema que se ha tratado poco a lo largo de la historia de las redes sociales, aunque está ahí. Así, aun con singularidades, los pájaros de jaula, nuestros queridos y amados reclamos, son animales que, por lo general, no son muy agradecidos con quien les echa horas y horas para que no les falte de nada.
Sobre esta circunstancia se pueden poner
sobre la mesa muchas anécdotas e historias puntuales para argumentar lo
contrario -que las hay-, pero la realidad es que nuestros perdigones, normalmente, son
animales que nunca llegan a un entente cordial con el dueño. Eso sí, algunos se
engrifan cuando ven a su cuidador, otros les pican en las manos, algunos van
tras el dueño una vez sueltos; otros curichean, piñonean, incluso titean en
momentos determinados…., pero en cuanto queremos manosearlos para cualquier
cuestión puntual, por más que digamos, no conocen a nadie. Es más, aunque se
les trate con todo el cariño y mimo del mundo, la gran mayoría de la veces la
respuesta suele ser botes, tomar copas, intentos de salirse de la jaula,
alambreos … Y yendo más lejos, en algunos casos, aparte de roturas de picos, alas o
patas, se quedan “pajarito” debido a algunas de sus salidas de tono. Incluso,
aunque éste sea otro tema diferente, todo un jaulero o perchero entero puede
desgraciarse ante una algarabía o botada nocturna, sin el más mínimo motivo
para ello, aun poniendo todos los medios de los que dispone el correspondiente pajaritero para que no suceda tal y desgraciada eventualidad.
Aunque tengo
claro que hay machos de jaula mansos y nobles, nunca se acercarán a la
respuesta que dan otros animales con menos trato y cariño de los que a ellos se
les dispensa, pues nunca alcanzan, excepto en casos excepcionales, mantener una
relación de afecto con el dueño, en este caso, su más que amigo. De hecho,
muchos animales más o menos cercanos al hombre, llegan a un entente cordial
difícilmente pensable para un pájaro perdiz, máxime si éste es de procedencia
salvaje. Más aun, a veces, los conocidos muñequeros nos las han colocado más de
una vez porque, si por cualquier circunstancia se asustan, pierden el control
de sus actos y pueden llegar a sacarse los sesos dando porrazos en la jaula o
en los cajones de muda. Y lo que es peor, cuando se han escapado de la
jaula en el campo, situación por la que casi todos hemos pasado, lo más normal,
es que no den la cara y... adiós muy buenas, dejándonos con tres palmos de
narices. Y no me refiero al saltimbanquis de turno que se lleva todo el día
queriéndose escapar de la jaula, sino que este escenario tan desagradable,
también ha ocurrido más de una vez con reclamos ya con sus añitos enjaulados y
que siempre han demostrado nobleza y tranquilidad.
… Y no digamos
cuando nos trasladamos unos kms hasta la finca donde cazamos con los pájaros
enfundados en el maletero y cuando sacamos el reclamo que vamos a colgar y le
quitamos la sayuela, comprobamos, con todo el estupor del mundo, que se ha
hecho polvo la cabeza o, incluso, se ha “esnucao” botando.
En pocas
palabras y como tantas veces hemos escuchado, incluso dicho: los reclamos de
perdiz no conocen a nadie.
A mí me parece que esa relación amor odio es la que buscamos con nuestros reclamos. Es más creo que no sería igual si se reflejara como la de un animal doméstico. No existiría el embrujo necesario para intentarlo. Aunque pocas veces o casi ninguna lo consigamos. Yo me conformo con las escasas carantoñas de uno a otro.
ResponderEliminarSaludos.
Miguel Bulnes
Excelente artículo. Aunque todos mis pájaros están dentro de lo que podamos llamar nobleza (no me gusta hacerles cucamonas), ahora estoy lidiando con un pollo que me lleva por el camino de la amargura. Me hemos propuesto que él y yo, aunque no lleguemos a ser amigos, por lo menos vamos a llevarnos bien. Veremos a ver quien gana.
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ResponderEliminarComulgo totalmente con tu opinion respecto a la nobleza o aridez de los reclamos. Nos conformaremos con lo que tenemos que es muy variopinto.
ResponderEliminarSaludos. Jose At. Montalban
Como siempre mi agradecimiento a los cuatro compañeros que han participado con sus comentarios que, al fin y al cabo, son los que aportan su visión sobre el tema tratado, en este caso la poca entente cordial de los reclamos de perdiz con su dueño.
ResponderEliminarSobre los mismos decir que como dice Miguel Bulnes, en esa enigmática bravura o mansedumbre se encuentra escondido el embrujo de la afición, aunque el llegar a ser amigos perdices/humanos no es tarea fácil como apunta Santiago Ruiz.
Alectorix, con buen tino puntualiza que quizás esa bravura tan esquiva es una arma genética que nuestra perdiz roja lleva grabada para no ser presa fácil de sus muchos depredadores, pero que su comportamiento en donde hay que evaluarlo, como no, es en el repostero. Es obvio, que lo que hay es lo que hay, como comenta José Atº Montalban.
Saludos y esperemos que las grandes expectativas de lluvia que, a día de hoy existen, se cumplan, que nuestros campos recobren el verdor que lucieron hace un mes y que los agricultores y ganaderos puedan dormir tranquilo sin mirar compulsivamente la atmósfera en espera de tan preciado líquido.
Muy interesante relato. El viernes fui a la feria de caza que habia en C Real y me gustó un pollo, lo compré pero al sacarlo de la caja, no podia tenerse en pie y al dia siguiete se murio. Debió dar un salto y se jodió.
EliminarSaludos. José Mora