jueves, 28 de diciembre de 2017

DON RECLAMO

         Siguiendo con la colaboraciones, y ahora que la apertura del periodo hábil de la caza de la perdiz con reclamo, traigo este relato de mi primo Manuel Jerónimo Lluch. Es obvio que situaciones como éstas se suelen dar con más frecuencia de la que quisiéramos.

       Como otros muchos días, como en sucesivas jornadas me encuentro en el patio de mi casa observando a algunos reclamos que he sacado a tomar el fresco, pues a estas horas de la tarde baja la temperatura y en el referido patio, mis pájaros pueden disfrutar de lo benigno del ambiente vespertino.

Estamos en tiempo de pelecho, en los momentos de la muda, donde todas las aves cambian su plumaje para vestirse, de nuevo, con un atuendo adecuado a las necesidades que exige la próxima temporada que pasito a paso se viene acercando sin prisa, pero sin pausa.

Son momentos de espera, de confianza, de ilusiones soñadas, ¡y por qué no de esperanzas contenidas para el nuevo celo que se avecina y en el que quisiéramos vivir lances irrepetibles!.

En estas cavilaciones me hallo cuando el suave reclamo de uno de mis pájaros me saca de mi ensimismamiento y casi sin pretender, sin tan siquiera notarlo acuden a mi mente recuerdos de tiempos pretéritos, de reclamos que pasaron por mis manos y que dejaron con su buen hacer, con su trabajo bien hecho, una impronta dentro de mi que no ha podido borrar el transcurrir de los años…

Y recuerdo, como no, a “el de Utrera”, el que tenía el número dos en la jaula, con ese inconfundible cantar, con sus “maravillosos acordes” que nos ponían, a mi hermano y a mi, la carne de gallina cuando en el repostero lanzaba a los cuatro vientos su llamada, su reto, su desafío…

Nuestro buen amigo Julio Lozano, gran aficionado a la cuelga, nos pidió allá por los años ochenta que nos hiciéramos cargo de sus perdices, pues tenía algunas pegas para atenderlas personalmente.

Les dimos cobijo en nuestra finca a todos los pájaros que nos trajo, muchos de ellos reclamos de bandera, y entre todo el lote destacó desde el primer momento “el de Utrera” por su mansedumbre, por su estampa y especialmente por ese canto de mayor que al escucharlo se nos caía la baba de puro gozo y admiración.

Creo, a riesgo de no equivocarme, que todos los aficionados valorarán más aún que el trabajo de sus pájaros, la forma y manera de cómo lo hacen, la rotundidez de sus golpes de reclamos, su suave dar de pie, su meloso piñoneo y la oportunas y magistrales calladas que harán que el campo se decida a entrar en plaza creyendo el acobardamiento de la jaula.

Al igual que las personas, que aquellos locutores radiofónicos de antaño, de voces dulces y moduladas, que hacían el deleite de los que día tras día seguían las novelas emitidas por el medio, son las perdices de “buena música” de envidiables reclamos, las que hacen las delicias de todos los cuquilleros, que saben comprender y valorar lo mucho que encierra el prodigioso trabajo de estos pájaros.

Y era el Dos, “el de Utrera”, el reclamo que según nuestro criterio contenía en su trabajo, en su buen hacer y en su canto incomparable, todo lo que cualquier aficionado quiere, espera y desea de sus mejores perdices…

La mañana era templada y suave, la lluvia de días pasados, había dejado efluvios de humedad y de frescura en el puesto de la Mina.

Acomodé el banquillo en el aguardo, observé por la tronera el aspecto que presentaba la plaza y tras retocar , con nuevas jaras, el pulpitillo amarré al “de Utrera” en él  y pausadamente, tras quitarle la sayuela, dirigí mis pasos al puesto.

Aún no me había sentado cuando la jaula dio comienzo a su trabajo. No supe, no pude y no quise despegar los ojos de la tronera enamorado, como me sentí, con el quehacer “del utrerano”.

-     No se resistirá el campo, me dije, si es que hay por aquí alguna que otra collera.

La suavidad de su dar de pie, el venirse abajo me indicó la certera presencia de las camperas en la plaza. Y fue así como una pareja y dos hembrillas hicieron acto de presencia junto al farolillo, gracias, como no, a los dulces arrumacos de la jaula. No me decidí a disparar, extasiado observaba la escena como si el tiempo se hubiese parado, como si mirase a través de una pantalla las secuencias de las que no deseara ver nunca el final.

Una sensación placentera me invadía por completo, por lo que esperé, y esperé largo rato, y cuando por fin me encaré la escopeta los nervios no me respondían, un temblor que se apoderó de mi brazo me impedía apuntar con precisión, con certeza, con seguridad…

Inspiré hondo, espiré muy despacio, me fui con una de las hembras, tronó la sierra y un brusco aleteo, en la plaza, me indicó que el disparo no había sido certero, que la perdiz herida se alejaría con brusquedad del farolillo.

Ojos como platos presenciaron dicha escena, ojos que no cabian en mi rostro fueron los detonantes de mi frustración y mi desencanto. Por fin fijé la mirada en el reclamo sin saber, sin querer y sin desear ver y observar su reacción, su respuesta a mi fracaso su posible alteración al recibido desengaño.

Pero… un cuchichio apenas audible, un titeo continuo y prolongado embargó mi ser de optimismo de consuelo, de alegría…

Allí estaba “el de Utrera” cargando el tiro, casi errado y buscando de nuevo al campo para enamorarlo, para engatusarlo, para halagarlo, para volverlo a incitar como antes.

Un ardoroso macho pronto dio la cara y esta vez me propuse hacer bien las cosas, no fallar el disparo, dejarlo rendido a los pies de mi reclamo para que ahora sí saboreara su triunfo, su victoria, su bien acabado reto…

 Fue un celo aquel del lejano 1984 en el que mi hermano y yo gozamos de las excelencias de este sin par reclamo, del pájaro de incomparable trabajo que aún hoy día, a pesar del inexorable correr del tiempo, permanece su recuerdo muy vivo, muy latente entre nosotros.

Pero una mañana de septiembre, de ese año, se presentó en mi domicilio mi padre todo alterado y con el semblante triste y decaído.

-         ¿Qué ocurre papá, le pregunté, con el alma en un puño?

-     ¡Han robado en el campo, al llegar al llano, observamos la puerta de la casilla sacada de quicio y se han llevado veinte perdices y seis canarios. Hemos encontrado un pájaro suelto entre los sacos de pienso y otro que no han visto, colgado en la pared en un terrero!

-       ¿Han desaparecido jaulas y casilleros le inquirí?

-    No, me contestó, vendrían en motocicletas y tan solo le han cabido las perdices, que las habrán metido en sacos, sin poder cargar con nada más.

Los amantes de lo ajeno nos hicieron una desagradable visita y el admirado Dos corrió la misma suerte que es resto de las perdices que conformaban nuestro jaulero

¿Qué sería de él? ¿Quién gozaría en el futuro de sus muchísimas cualidades? ¿Las valorarían en su justa medida?

Preguntas sin respuestas que han servido a lo largo del tiempo para llenar de incertidumbre y añoranza nuestros pensamientos y recuerdos.

Pero en las cavilaciones, a lo largo de estos años, sobre este reclamo de bandera, nos hemos dicho que si a las personas con valía individual, o categoría social se le designa con el don: don Fulano, don Mengano, don Sutano, ¿por qué no y salvando las distancias denominar a este nuestro pájaro que tanta calidad y casta derrochó junto a nosotros, con el calificativo incuestionable de don Reclamo?

                                                                          Manuel  Jerónimo Lluch

viernes, 22 de diciembre de 2017

OTRAS NUEVAS NAVIDADES

         Unas nuevas Fiestas Navideñas están a la vuelta de la esquina. Por ello, desde este blog, quiero felicitar, de corazón, a todos los que se acercan por aquí y a todos los pajariteros y sus respectivas familias.


lunes, 18 de diciembre de 2017

CAPRICHITOS CUQUILLEROS.


 Por estas fechas, cuando tenemos cercano el comienzo del periodo hábil para la caza de la perdiz con reclamo macho, seguro que el que más y el que menos anda más que ocupado en tener todos los “trastos” necesarios para que el día que empiece tan esperado día todo esté a punto. Lo que pasa es que tenemos tantos “cacharros” que al “desempolvarlos”, nos damos cuenta que, aparte de los que usamos normalmente, otros muchos solo los tenemos para exposición porque en su momento pensamos que era lo mejor y, más tarde, fueron sustituidos por otros que nos parecieron más funcionales.

Si digo que los pajariteros somos, casi por regla general, unos caprichosos de cuidado, creo que no estoy muy lejos de la realidad, ni voy a descubrir nada nuevo. Es más, tampoco me equivoco al afirmar que, nuestra particular obcecación llega, a veces, a tal extremo que creemos que lo nuestro es lo mejor y que lo que tiene el otro es siempre peor o poco válido, circunstancia que defendemos a capa  y espada, llegando incluso a discusiones y disputas fuera de lugar con otros aficionados a la caza de la perdiz con reclamo.

De esta manera el gran abanico que se despliega en lo referente a nuestra modalidad cinegética, si dejamos a un lado el reclamo, aunque aquí, como bien sabemos hay opiniones diversas, en lo relativo a complementos y trebejos cuquilleros, se podría escribir un libro entero. Jaulas y casilleros, puestos portátiles, reposteros portátiles o pinchos, esterillas, herramientas de corte, asientos, transporta-reclamos, escopetas y munición, sayuelas… tienen muchísimos variantes, pues cada perdigonero es un mundo y sus gustos nunca vienen ajustado a un patrón común. Así, desde el color del pintado de las jaulas -o incluso sin pintar-, el número de alambres de las mismas, si anillas o ganchos para cogerlas, si con comedero interior o sin él, puertas y piqueras de diferentes formas, aros de madera o alambre…, podemos encontrarnos con un  sinfín de modelos, al igual que las repisas o casilleros y sus muchas variantes. En lo referente a los puestos portátiles podemos decir que, aparte de los que fabrican algunas empresas del ramo, los podemos encontrar de mil y una formas tanto en su armazón como en la tela de camuflaje y en el número de caras. Si vamos a los pinchos o pulpitillos portátiles para qué decir: fijos en altura o móviles, con base redonda para introducir la jaula, con diferentes mecanismos para colgarla…. Y así podríamos seguir hasta llenar páginas y páginas.

Algunos tipos de jaulas


Pero, además, dentro de cada utensilio, útil, trasto… de los citados o de los muchos que existen, cada uno de nosotros lo adaptamos y la adecuamos a nuestra idea y gusto, pues es normal que después de adquirir o fabricar cualquier complemento o avío le hagamos arreglillos posteriores para ajustarlo a nuestro capricho. Por tanto, huelga decir que en esto del reclamo nos podemos encontrar con cuarenta mil singularidades, tanto en formas como en los materiales a utilizar. Pero lo curioso del caso es que, si exceptuamos las verdaderas obras de arte, que también existen en nuestro mundillo, aunque sea para tenerlas de exposición en casa por su belleza o poca funcionalidad, el dueño o inventor de un determinado artilugio o complemento puede hacer ver a los demás las muchísimas ventajas que reporta el mismo, llegando incluso, y no es decir una barbaridad, a ningunear otro ingenio o mecanismo que tenga o use otro compañero o, por el contario, aguantar el “chaparrón” de risitas… de quien piensa lo mismo de su “fenomenal” y novedoso artilugio cuquillero o de la sesuda adaptación que ha realizado en uno de ellos. Sin olvidar que la gran mayoría de las veces para llegar al diseño definitivo se consumen muchas horas y días hasta quedar totalmente satisfecho de lo que soñamos y proyectamos en su momento.

Cuatro imágenes de diferentes pertrechos. La primera nos muestra cuatro tipos de bolsas para cartuchos que utilizo. La segunda, tres variedades de ganchos de mi propiedad. En la tercera podemos ver tres herramientas de corte para cubrir los puestos con leña o para otros menesteres. La última nos muestra a tres de mis fundas con las iniciales grabadas y con pana de tres colores diferentes.





No quiero extenderme mucho más porque todos sabemos que lo anterior es una exposición irrefutable o incontestable, lo que legitima el título del artículo: nuestros caprichitos. Es más, como ya he plasmado en otras ocasiones, algunos de ellos son heredados. Es decir, forman parte de nuestro equipamiento cuquillero por tradición familiar, pues, o lo vimos en nuestros mayores, o forman parte del legado que un días nos hicieron nuestros ancestros.

Eso sí, aparte de nuestras particularidades personales en cuanto a trebejos y sus curiosidades de todo tipo, no podemos olvidar que algunos de nuestros trastos solo son utilizados o usados en una determinada zona, por lo que resultan raros para quien no los emplea, por ser de otra, y por ello, nunca debemos desmerecer a quien se vale de algo que desconocemos y que no sabemos la utilidad real que pueda tener.

viernes, 8 de diciembre de 2017

DUELO AL PIE DE UNA JARA

             Siguiendo con las colaboraciones, he querido traer al blog la opinión sobre la afición cuquillera de un amigo que es un poco cazador, pero de la perdiz con reclamo, no entienda nada y solo se ha metido una vez en un aguardo.

         A diario me reúno con mis amigos José Antonio y Raimundo a tomar un café a media mañana. La jubilación tiene esos privilegios. Mis amigos son verdaderos devotos de la caza de la perdiz con reclamo. En nuestros encuentros mañaneros me castigan con el tema, su tema. Sobre todo a partir de Enero. El otro día mi amigo José Antonio me preguntó si era aficionado a la caza; si me gustaba el pájaro y le contesté que  hace muchos años fui con un amigo, pero mi inutilidad como cazador, me hizo desistir del intento. Me pidió que escribiera sobre el tema. “Sería interesante saber la opinión de alguien que no es aficionado a este arte de cazar con reclamo”, me dijo. Y yo, que siempre intento agradar a mis amigos, acepté. Mi intención es expresar la opinión de un desconocido, siendo consciente de las meteduras de patas en las que puedo incurrir; cosa que, de antemano, pido la indulgencia de tantos amantes de esta afición.

         Mi opinión está condicionada por la experiencia primera y única que tuve y por las conversaciones que tengo con mis amigos y la tabarra que de ellos sufro a partir de enero.

         Os he de confesar que soy “culillo de mal asiento”; pues mi impaciencia me ha hecho cometer errores y me ha impedido desarrollar algunas bellas artes. A ello puedo añadir mi fácil sentimentalismo, que, a veces, me empuja a actuar con subjetividad. Actitudes poco favorables para ser un buen aficionado a este arte de caza.

         Aquella mañana que fui con mi amigo Lorenzo, allá por los años 80, quedaron impresas en mi mente sentimientos y opiniones que apenas han sido modificadas, un día al final del mes de Enero. La mañana, recién amanecida, era algo lluviosa y fría. Camino del puesto, mi amigo me hizo las últimas recomendaciones. Yo llevaba mi escopeta, con la que acostumbraba a tirar a las quedadas de torcaces y al pato en el rio Sillo. Según creo, en el mundo cuquillero es muy importante el primer disparo, sobre todo si el reclamo es un pájaro primerizo (uno de los pájaros que llevábamos). Mi amigo me recomendó no tirar si el pájaro está recibiendo; ten cuidado con los rebotes y no tires ni muy cerca ni muy lejos. Todas estas recomendaciones me sonaban a chino.

         Una vez recompuesto el aguardo, ya usado otras veces, colocó sus dos pájaros de reclamo y nos agazapamos dentro. La lluvia había cesado. El campo estaba hermoso, fresco, apuntando ya la hierba entre las jaras y la luz del sol se hacía presente entre las lomas de la sierra, llena de encinas, chaparros, jaras y romero. La paz se respiraba y entraba en mis pulmones y, al mismo tiempo, cierta expectación y nerviosismo.

         No había pasado mucho tiempo. El cuchicheo de los reclamos era respondido en la lejanía por otros congéneres. Mire el rostro sonriente y expectante de mi amigo. Me pareció la cara de alguien, de un manager, que disfruta con la actuación de sus dos pupilos, de sus dos reclamos. Al poco acudió su contrincante, cantando, erguido y aumentando su plumaje, compitiendo con el reclamo. Defendía su territorio, su harén y demostrando su primacía. Yo dejaba la escopeta sobre mis piernas, mientras mi amigo enfilaba el cañón de su escopeta, esperando la distancia correcta. Un disparo certero tumbó al valiente animal y su reclamo daba vueltas en la jaula, cuchicheando y celebrando su victoria. La verdad es que, ante el espectáculo que me mostraba la naturaleza, tuve un sentimiento entre pena y admiración. La última danza y canto de aquel bravo animal me pudo. Entiendo a mi amigo y su afición a este arte de cacería. En conversaciones con él me explicó que cuándo el reclamo es una hembra, los machos se esmeran y compiten entre sí por conseguir la hembra. Según mi amigo se cobran más piezas, pero es como menos “legal”; para mi amigo eso es “juego sucio”.

         Ese día comprendí el amor que tantos cazadores tienen por este arte de la caza con reclamo y el cuidado y cariño que profesan a sus pájaros. El ambiente del campo, su paisaje, su silencio, la paz y el valor de estos bravos animales engancha y es motivo de disfrute.

P.D. Pido perdón a tantos aficionados y entendidos de esta modalidad de caza por mi atrevimiento y mi ignorancia; pues seguro que habré metido la pata en estas líneas y, al mismo tiempo, pediros humildemente la defensa de esta maravilla que la naturaleza nos ofrece y la denuncia de aquellos cazadores que “abusan inconscientemente” de este arte sólo para lucrarse. 
        
                                                                                 Juan Núñez.

lunes, 4 de diciembre de 2017

POR TIERRAS CORDOBESAS



El pasado viernes y sábado, con motivo de la V FERIA DEL RECLAMO CIUDAD DE CABRA, me trasladé en unión de mi mujer, María José, a diferentes rincones de la geografía cordobesa. Así, en un primer lugar, en viernes, hicimos parada en San Sebastián de los Ballesteros para desayunar y charlar con el amigo y docto aficionado cuquillero, Tomás Gómez. A continuación, en Lucena me acerqué por la Granja El Cristo para recoger unos reclamo encargados por unos amigos de Huelva. Más tarde, nos trasladamos a Zuheros para almorzar con varios amigos y compañeros de afición. Por último, ya por la tarde, en Cabra, asistimos a la charla sobre la perdiz roja y sobre algunos aspectos de la ley de armas y sus transferencias entre particulares (programa www.conpactum.com), llevadas a cabo por D. Manuel Solís y por D. José Miguel Trujillo respectivamente en la Casa de la Juventud, todo ello como antesala de la feria.

Cuatro imágenes de la jornada del viernes.  En la primera se nos ve desayunando con el amigo Tomás Gómez. En la segunda se puede ver a dos reclamos de la granja El Cristo. La tercera nos muestra el salón de la casa de Miguel Gómez en la preciosa localidad de  Zuheros. La última recoge un momento de del acto celebrado en El Centro de la Juventud egabrense.





Durante la jornada del sábado, con un frío de los que hacen época, y ya inmerso de lleno en la V Feria del Reclamo anduvimos todo el día por el Centro ADIE de la ciudad de Cabra, lugar de celebración del citado evento. Y como no podía ser de otra forma, departimos con muchos amigos y aficionados que se acercaron por allí y saludamos a autoridades locales y provinciales. Ni que decir tiene que la feria contó con una asistencia masiva de aficionados a la caza en general y a la de la perdiz con reclamo es especial con el objetivo de adquirir ese “fenómeno” que siempre andamos buscando. De hecho, las Cinegéticas Gutiérrez, Fuensanta, Pavión, Jabalquinto, Dehesa de Extremadura, San Marcos, La Majá, El Plantel, Percofán  y El Chopo pusieron a disposición de los aficionados, preciosos ejemplares para pájaros de jaula. Sobre el tema, solo decir, que el amigo Alonso Segura, dueño de la Granja granadina de El Chopo debió acabar más que contento, pues de su stand salieron muchísimos machos de reclamo, cosa que, según informaciones, viene siendo habitual en los eventos cinegéticos que se celebran por nuestras tierras. Por lo que es obvio que dicha granja se encuentra, en estos momentos, en los lugares de cabeza de la venta de ejemplares para jaula.

Además, aparte de los reclamos también se pudo adquirir preciosas jaulas, complementos cinegéticos de todo tipo, diversos productos alimenticios y algunos libros sobre afición cuquillera, caso de El reclamo de perdiz de los Montes de Toledo e Historias desde el Colgadero.


Para finalizar, decir que el cantautor onubense de Calañas, Manuel Picón hizo las delicias de los asistentes con el emotivo tema Puesto de piedra y otras canciones de su amplio repertorio artístico con varias actuaciones en directo.

      Ni que decir tiene que esta quinta Feria de Cabra, año tras año, va subiendo peldaños en calidad y en números de visitantes, lo que demuestra, por una parte, el gran trabajo de los organizadores/as y, por otra, que la afición cuquillera sigue al pie del cañón y lucha por el lugar que le corresponde en el mundo cinegético.


Tres imágenes del sábado. En la primera se me ve en la puerta del recinto ferial. La segunda muestra la entrega de un ejemplar de Historias desde el colgadero. En la última se ve a Manuel Picón en un momento de su actuación.




martes, 28 de noviembre de 2017

DÍAS ADECUADOS PARA COLGAR.


Como hace algún tiempo, voy a traer al blog alguna colaboración, como es el caso de ésta, escrita por mi primo Manuel Jerónimo Lluch y publicada recientemente en Trofeo Caza.

Manuel, el protagonista, miraba la orden de vedas y como siempre veía que habían concedido cuarenta y dos días hábiles para poder colgar. Así era desde que se permitió cazar legalmente la perdiz con reclamo.

Pensó que sucedería como solía ocurrir, que la climatología y otros imponderables que surgieran harían  que muchas fechas quedaran en blanco y no se pudiera salir a dar el tan deseado y añorado puesto.

El cambio climático, se dijo, ha hecho que aquello que en décadas que quedaron atrás era favorable se haya convertido ahora en inconvenientes para que el campo se corra adecuadamente a la jaula.

Recordó, y en él todo se volvían recuerdos, como hacía ya bastantes celos que la perdiz campera no adquiría el ardor necesario para que respondiera exitosamente a la provocación a la que el reclamo la sometía, y si se conseguía a veces buena caza se debía en gran parte a que en muchos de los cotos prevalecía la perdiz sembraba, la cual entraba a la jaula, en la mayoría de ocasiones, con más curiosidad que celo. Había como en todo caso excepciones pero no eran tan habituales como deseaban y querían muchos de los buenos y curtidos pajariteros. Cuando en nuestros campos, siguió diciéndose Manuel, antes que la perdiz granjera hubiera tomado posesión de ellos y que el cambio climático se hiciese notar, cualquier aficionado con cierta experiencia podía precisar los días más aptos para colgar sus reclamos.

Sabía, porque así se lo enseñaron sus mayores o tal vez lo había experimentado por sí mismo, que después de unos días lluviosos, cuando volvía a calentar el sol y la temperatura era suave, como las camperas  respondían con prontitud y buscaban con ahínco la presencia de un intruso, en el terrero, donde se habían aposentado y que defenderían con prontitud.

También conocía que los días de viento, cuando el aire arreciaba, castigando a la vegetación autóctona serían poco aptos para salir al campo y era preferible darles un descanso a los reclamos en espera de mejor ocasión para exhibir sus excelencias en el pulpitillo.

Descubriría también que las bajas temperaturas mermaban el celo de las perdices, tanto en las camperas como en los reclamos, y que unas como otras perdían el necesario ardor para entablar disputas con el oponente.

Cualquiera cuquillero de antaño solía estar muy apegado al campo y era estudioso de las costumbres de los seres que lo poblaban. Conocía las querencias de las perdices, y averiguaba por sus deyecciones el grado de celo que tenían, confirmando que tal o cual collera estaba en condiciones para correrse a la jaula, y que aquella otra necesitaba un tiempo para coger el punto adecuado.

Sabía también que con la subida de las temperaturas, entrado marzo, las perdices camperas tendían a buscar las zonas más frescas en los bajos del terreno, cerca de los arroyos, donde era más benigno el calor. Allí se elaboraban los puestos facilitando así que el campo buscase a la jaula con mayor facilidad.

Todo ello lo conocía y practicaba el hombre que permanecía en el campo, porque en él tenía su vivir habitual, y también, cómo no, se lo transmitía a aquellos que de forma menos frecuente acudían a las fincas con objetivos cinegéticos afines.

Recuerdos y más recuerdos se le venían a Manuel a la mente y comprendía que lo que antaño fue valido y eficaz ahora con las nuevas circunstancias podría no servir por no lograr los apetecidos resultados.

¿En que habían quedado aquellos días en los que con una media cuchara era fácil que cualquier aficionado tuviera una buenísima jornada ya que el campo se encontraba en los momentos de celo más álgidos?

Querría pensar, soñando despierto, que tal vez el futuro se presentase más prometedor, que aquello que fue y ahora no es pueda volver a serlo y que consigamos el equilibrio y la sensatez para buscar soluciones y remedios útiles y eficaces. Y con esa incertidumbre se queda, cuando en su rostro aflora una pequeña sonrisa, que quien la observase pausadamente, no sabría calibrar si era de esperanza o de resignación. 

                                                           Manuel Jerónimo Lluch Lluch.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

CAZAR PERDIZ DE REPOBLACIÓN CON EL RECLAMO.

     Hoy día de "To Santos", como se le conoce popularmente en nuestra tierra a esta festividad, para muchos aficionados al reclamos es el punto de partida para la nueva temporada, pues esta fecha tan significativa de nuestro calendario también es escogida por ellos para pasar los perdigones a las jaulas, tras el tradicional recorte.

    Por ello, he querido subir al blog esta reflexión personal, pues su contenido lo merece.

                            Preciosa imagen de un macho de repoblación.

El tema de este artículo no supone ninguna novedad, pues tanto en mi blog, como en cualquier foro o en red social, ha sido ampliamente tratado. Ahora bien, como desde hace dos años cazo el reclamo en una finca de repoblación, quiero dar mi opinión de primera mano de lo que supone para mí el cazar este tipo de ejemplares. Ojo…, digo cazar, no ir a matar a toda la granjera que se menee.

Para empezar, me gustaría dejar bien claro lo que entiendo por repoblación o, mejor dicho, una buena repoblación.

Pues bien, perdiz de repoblación y de granja son dos términos sinónimos, los cuales utilizamos indistintamente cuando nos referimos a toda perdiz nacida y criada en cautividad. Ni que decir tiene que con este tipo de ejemplares lo importante, al menos para mí, son, en principio, dos circunstancias:

- La primera y fundamental es que lo que se vaya a soltar en una determinada finca tiene que proceder de explotaciones cinegéticas serias y que luchen por la pureza genética de los ejemplares que salen de sus instalaciones. Por lo tanto, dentro de una cosa lógica, no hay que escatimar unos euros por las perdices que se vayan a poner en libertad.

- La segunda, y no menos importante, es que las sueltas se deben hacer en el momento que marca la ley, es decir, con bastantes días de antelación a la apertura del periodo hábil de la general, se cacen o no las patirrojas al salto o al ojeo. Con ello, cuando llega la temporada del reclamo, los ejemplares soltados en su momento llevan ya, aparte de los que quedaron de la temporada anterior más las crías que sacaron estos para adelante, sobre cuatro meses en libertad. Por supuesto, perdices soltadas cuando se vayan necesitando, incluso durante la temporada cuquillera, no tiene sentido, ni es de recibo, si se quiere cazar lo más parecido, nunca igual, a la perdiz roja salvaje.

    Huelga decir que lo expresado anteriormente es un planteamiento teórico, por ello quiero dar mi opinión sobre dichos dos puntos, dado que en uno de los cotos donde cazo el “material” que lo puebla es perdiz de granja. Partiendo de la base que por la zona donde me muevo, encontrar una finca de perdiz salvaje no es tarea fácil. Primero, porque hay pocas y segundo, porque los terrenos que las tienen no ofrecen las garantías que se necesitan para hacer una buena inversión, pues de dar culazo tras culazo, el que más y el que menos está ya cansado.

En esta línea, las dos últimas temporadas, comparto plaza con un amigo en un terreno de unas seiscientas hectáreas en la zona del Andévalo, donde cazan el reclamo tres compañeros más. Es decir, cuatro acciones.

En dicha finca más en otras anexas, todas cubiertas de encinar y monte bajo, cuidadas y vigiladas al máximo, el gestor que tiene arrendadas las mismas suelta las perdices en el momento que marca la legislación cinegética y, una vez abierta la temporada general, se dan algunos ojeos hasta las Navidades. A partir de ahí, como en cualquier terreno donde se caza al salto, la perdiz descansa hasta la apertura del reclamo. Tiempo más que suficiente para que se creen nuevas parejas o estén en vías de ello, aunque como les ocurre a la autóctonas, en los primeros días de la apertura, puede haber bandillos de seis u ocho patirrojas.

Ahora bien, lo importante comienza cuando nuestro reclamo de turno está en el tanto o farolillo, pues al igual que con las salvajes, hay quien entra en condiciones en plaza y hay quien transita por ella de careo o alcahueteo. Huelga decir que el que está dentro del aguardo decide: o tiros van y tiros vienen o, por el contrario, aprieta el gatillo cuando la ocasión lo requiera. Entre una y otra opción, hay un abismo. O se va a los números o, muy acertadamente, se mira la ortodoxia de la afición y el bien del reclamo. Pues tiro tras tiro, en día tras día, no hace pájaro puntero, sino que estropea al que pueda llegar a serlo.

En esta línea, volviendo a los parajes donde cazo ejemplares de repoblación, puedo decir, con la mano en el corazón que, aparte de alguna “meteera” de pata que he podido llevar a cabo, he disfrutado de lo lindo con las perdices que hay allí, pues muchas de ellas han entrado al reclamo con decisión y valentía que, en el fondo, es lo que ansiamos. Perdices que como ya he comentado en algún escrito, he notado que son de granja cuando las he tenido en mis manos, pues en sus reacciones más se parecieron a sus pariente las autóctonas. Sus cantos, valentía y decisión me han confundido muchas veces. Por el contrario, también me han entrado en plaza en plan reunión fiestera sin el más mínimo interés por el del farolillo. Todo ello, demuestra que hay de todo en la repoblación. Ahí radica el cómo actuar desde dentro del “chozo”: o grandes números, o apretar el gatillo cuando haya una entrada en plaza como Dios manda.

Lo que no se puede consentir, o al menos así lo veo yo, es que se descalifique a saco a los cazadores de perdiz de repoblación. ¿Qué nunca será una perdiz como la otra?: INDISCUTIBLEMENTE Y UNA ASEVERACIÓN PALMARIA. Pero, ningunear a quien no puede otra cosa, no ha lugar. Está claro que, excepto algunos casos, entre los que se encuadran los que van matar mientras más mejor, cada uno caza lo que puede. Bien porque el acceder a perdiz autóctona no es fácil porque hay pocos terrenos donde las haya, o bien porque, en donde las hay, el precio es prohibitivo para la mayoría de los bolsillos. Y esto es tan irrefutable como la aseveración anterior, al menos por estos lugares de nuestra Andalucía.

Resumiendo y esperando el debate, si alguien quiere participar. En el saber dar con una finca de repoblación en condiciones y en el saber apretar el gatillo cuando la ocasión se preste para ello está el quid de la cuestión. Qué nunca el jamón de cerdo blanco será como el de pata negra, sin discusión. Pero…, que a veces, el jamón blanco nos sabe a gloría, también sin discusión. Eso sí, nunca será bueno tirarle más de la cuenta a un mismo pájaro y, por supuesto, si se puede, alternarle días en el campo con patirrojas salvajes, pues lo fácil, nunca es bueno si queremos que no se baje el listón de la calidad de los reclamos.

domingo, 22 de octubre de 2017

DEL AYER AL HOY: DEL TANTO O REPOSTERO DE MONTE AL PINCHO PORTATIL

N
uevamente, al igual que en artículos anteriores, quiero comparar y valorar dos formas de proceder en el quehacer cuquillero. Una de “ayer” y otra de la actualidad, volviendo a enfatizar que no trato de enaltecer una y desmerecer la otra, simplemente intento dar mi punto de vista sobre cómo se hacía hace ya algunos años y cómo lo hacemos hoy.

Primeramente, tengo que decir que hace ya algunas décadas, cuando no se utilizaba el hoy célebre pincho o chuzo, no todos los aficionados eran unos artistas a la hora de levantar un buen tanto o repostero, principalmente de monte, pues, obviamente, como en todas las cosas de la vida, los había quienes eran unos auténticos figuras y quienes eran unos verdaderos calamidades. Ahora bien, lo que sí es cierto es que, fuera de una forma u otra, es decir, una obra de arte o una verdadera chapuza, el llegar al colgadero y levantar un pulpitillo, si ya no existía de antes, no era asunto fácil, ni dicha tarea se llevaba a cabo en dos minutos, como ocurre en la actualidad. Lo que pasa es que como he dicho con anterioridad, muchas veces los matojos estaban levantados de otros años o de hacía algún tiempo y, por lo tanto, lo que procedía era el arreglar lo que ya estaba construido y tal circunstancia ya era otra cosa.

Ahora bien, cuando se iba a un cazadero desconocido y había que hacerlo de nuevo, la situación cambiaba radicalmente, pues ahí se veía lo que cada cuquillero daba de sí. Mamposteros que daban pena verlos los podíamos encontrar por cualquier parte. Sin embargo, los de recrearse en ellos por su estética y funcionalidad, ya era otro cantar. Eso sí, fuere cual fuere no era faena nada fácil su construcción, por lo que había que tener mucho cuidado con su fabricación y firmeza, pues todo el mundo sabía que allí, en aquella atalaya, iba a estar colocado su pájaro de jaula durante algún tiempo (de hecho, hace ya bastantes años, a mí se me cayó un reclamo al suelo por tener prisas a la hora de construirlo). Es más, pensar en levantarse de un puesto e irse a otro y, con ello, volver a levantar un farolillo nuevo, era tarea casi impensable.

El que suscribe, que ha tenido la suerte de poder contar hoy lo que vio realizar hace ya más de cincuenta años, puede decir que el fabricar un tanto de monte y colocar un reclamo en un pincho de metal, como la mayoría de los aficionados hacemos hoy, son circunstancias que nada tienen que ver la una con la otra. Es más, me atrevo a decir que, muchos de los que hoy salen al campo, y no me meto yo en ese grupo porque creo que medio lo sé, si se les olvida el pincho, que también ocurre, lo pasan fatal, pues no tienen ni idea de por dónde empezar para colocar el reclamo, si no tienen la suerte de encontrar una mata de monte que necesite poco esfuerzo e imaginación. Tan es así que, a veces, por no atrevernos a levantar un tanganillo en donde se debiera, ponemos a nuestro reclamo en lugares donde el acercamiento y entrada en plaza de las patirrojas camperas resulta complicadísimo. Y es así por no reunir estos las condiciones adecuadas para ello, pues no se puede olvidar, como dice el doctor Avilés en uno de sus vídeos, que la situación del repostero es fundamental para la normal entrada de las perdices en plaza: fijar primero el tanto y, a partir de ahí, el aguardo. Circunstancia que comparto y siempre he tenido en mente, aunque la colocación del farolillo sea otro tema de debate.

Pues bien, siguiendo con el tanto de monte o piedra, aunque éste último lo he tocado poco, y con su sucedáneo el pincho, tengo que decir que, cuando se utilizaban los primeros, las fincas donde se cazaba el reclamo no estaban invadidas por todos lados de restos de reposteros, pues no se daba el puesto en cualquier sitio, sino en lugares estratégicos de oída y querencia. Por el contrario, con el de quita y pon, en multitud de ocasiones, se coloca en cualquier lugar, independientemente de las características del mismo. De hecho, he visto restos de puestos y farolillos en puntos impensables para cualquier cuquillero que, simplemente, hable, no que presuma, de serlo. Es más, en cuanto a la terminación de los mismos, también tengo que decir que más de uno ha llegado al campo, ha hincado el pincho en donde le ha parecido, incluso en un limpio y, sin más, ni poniéndole una sola mata alrededor, ha colgado en él a su reclamo. Y eso, y no es que yo sepa más que nadie, pues cada uno tiene sus ideas en esto del reclamo, no es de recibo, independientemente que con dicha forma de proceder se puedan hacer puestos de varias patirrojas. Eso sí, si son autóctonas las que se quieren cazar, ya hablaríamos de otra cosa, pues, generalmente, no es fácil su entrada en plaza si allí no se dan las condiciones óptimas.

Para finalizar, solo decir que hasta hace dos o tres décadas, cualquier finca tenía dentro de su acotado diez o doce puestos con sus correspondientes tantos o pulpitillos y huelga decir que estaban situados en lugares estratégicos de querencia y buena oída. Hoy, en una cuarta parte de la misma finca, y por citar un ejemplo, podemos ver incluso más posturas de las que ante había toda la propiedad. Y tal cambio, se quiera o no, resta en mucho el número de patirrojas que temporada tras temporada quedan en dichos parajes tras el cierre del periodo hábil de caza con reclamo. Está claro que hay que estar al lado de los tiempos que corren, pero no podemos olvidar, aunque haya muchos factores que influyen en ello, que cada día hay menos perdices camperas y en dicha regresión ha ayudado muy mucho el portátil y el pincho de quita y pon.

viernes, 13 de octubre de 2017

IMPORTANCIA DE LA OTOÑADA.


                                                                      Dos clásicas imágenes otoñales

Otoño lluvioso, año copioso”.
         Efectivamente, como nos recuerda uno de los tantos refranes que forma parte de nuestro rico glosario de dichos y proverbios, las lluvias otoñales, cuando son generosas, suponen la antesala de un buen año en muchos aspectos de la vida y, entre ellos, en todo lo referente a la flora y fauna de un determinado país, región o ecosistema.

         En dicha línea, aparte de ese embriagador aroma que despide la tierra y el pasto cuando las primeras y esperadas lluvias hacen su aparición, lo que antes era aridez y desolación, se transforma en pocos días en una verdadera explosión de vida. Miles de especies de nuestra flora rompen con el cuarteado y reseco terreno y muestran su fresco e inmaculado verdor en cualquier rincón, para la alegría de quien siente y necesita tal momento. A vez, otras especies vegetales, bajo mínimo durante meses, vuelven a ofrecernos su verdadero porte y belleza. Igualmente, muchos frutos otoñales, fuente de ingreso de muchas familias, como las aceitunas, las castañas, las bellotas, las nueces… dan el “estirón” final. Con estos parámetros citados, es obvio que la siempre esperada otoñada ha llegado.

         Con ella, nuestra abundante fauna mediterránea también toma otro rumbo. Así, lo que antes eran estrecheces de todo tipo, ahora empieza a ser abundancia por doquier. Huelga decir que el verdor y con ello todo lo que “acarrea” suponen el deleite de las muchas especies animales que pueblan nuestras tierras y otras que llegan a las mismas para establecerse durante un tiempo. Los primeros brotes de la hierba autóctona y los de las diferentes siembras, más la aparición de insectos, larvas, lombrices y muchas frutas silvestres de época son el maravilloso y esperado menú para nuestros herbívoros y omnívoros. Y como no puede ser de otra forma, todo ello hace que nuestra perdiz roja complete su desarrollo físico y empieza a adquirir esa belleza inigualable y fortaleza que le acompañarán de por vida. Es el tiempo de llenar la despensa y terminar su proporcionada morfología que hará que los machos igualones comiencen a demostrar lo que llevan dentro. El verde es su “carburante plus” y punto de partida para llegar a la apertura de la veda en condiciones óptimas. El enverdinamiento, como bien sabemos, los hace otros. No se nos olvide que el llamado celo del rabanillo era y es típico de estas fechas.

         Ahora bien, todo lo expuesto anteriormente se entiende con un otoño normal, con lluvias abundantes y sin la aparición de grandes bajadas de temperaturas en los primeros momentos de la estación. Lo contrario, es sinónimo de “cojera” para el resto del año y estaciones venideras por mucho que se enderece más tarde.

      En lo que nos lleva, la caza de la perdiz con reclamo, un mal otoño desemboca en una mala temporada de cuelga, pues las patirrojas no adquirirán su sazón y darán más sofocones que satisfacciones. Y lo digo tras muchos años con la jaula a cuestas, nunca mejor dicho. Una mala otoñada hace que el campo no ofrezca, a quienes lo habitan, lo que se le supone y como resultado de ello, nuestras perdices no obtendrán una alimentación compensada y seguirán tomando tierra debido a la sequedad de las tierras.

       Desgraciadamente, aparte de la degradación genética de nuestra Alectoris rufa, circunstancia incontestable y palmaria, las otoñadas ya no son lo que eran y, lo que viene después, igual. O no llueve o, cuando lo hace, es o fuera de tiempo o de forma violenta y causa más daños que beneficios. Y todo ello nos lleva a malos años de caza del reclamo. Como dice el refrán: “de cada cuatro celos, tres malos y uno regular”.

     Para finalizar, solo decir que con estas líneas no voy ni a descubrir, ni a decir nada nuevo, pues todo está dicho. Pero como cada año volvemos a lo mismo, porque es nuestro sino, pues valga de nuevo el sacar otra vez a la luz lo que todo el mundo conoce.

PD. Como va de seco el otoño, nuestras queridas setas se harán esperar y, si se viene el frío, habrá que buscarlas en primavera. Aunque todavía no es tarde para que empiece a llover.
         Por cierto y para terminar. El otoño en el que estamos comienza más bien malo y, lo que es peor, sin buenos augurios a corto plazo. El verde del campo se hará esperar, pues el curioso veranillo del membrillo se encuentra, a casi mitad de octubre, en todo su apo

jueves, 28 de septiembre de 2017

ESTÁ EN LOS LIBROS: NENE Y FAVORITO DOS RECLAMOS DE LOS QUE HACEN AFICIÓN

Cuando hoy hablamos de cientos de patirrojas que se le han abatido a un mismo pájaro de jaula a lo largo de su vida como reclamo, que son muchísimas, siempre pensamos que son perdices de repoblación y que encima se ha hinchado un poco el número como signo de mentirijillas de cazador. No obstante, a veces, no siempre se miente a la hora de contar hazañas cuquilleras, sino que lo que parece una auténtica e increíble barbaridad es una auténtica -valga la redundancia-, aunque difícil de creer, verdadera realidad.

Tan es así, y aunque hace tiempo que no traía al blog, un artículo de situaciones y curiosidades encontradas en los libros, este verano leyendo una obra sobre nuestra “bendita” afición: De la caza de la perdiz con reclamo, de Gerardo Fraile, encontré unas líneas curiosas, en la página 88 del Capítulo X dedicado a los relatos cuquillero, que dice lo siguiente después de contar la fenomenal faena que le hizo el gran reclamo Nene a una perdiz que se había ido plomeada diez días antes y la cual abatió Gerardo Fraile, el dueño del pájaro:

“… A este perdigón (hablando sobre Nene) lo llevaba generalmente donde otros cazadores me decían haber dejado hembras viudas, y siempre que le contestaban tuve la satisfacción de matárselas; es el más hembrero que he tenido. Era de Cuevas de Velasco, provincia de Cuenca, y de las 1.230 perdices que le maté hasta su muerte, fueron 811 hembras y los demás, machos…”

De igual modo, en la página 93 del mismo capítulo, el autor, Gerardo Fraile, refiriéndose ahora a otro de sus mejores reclamos, Favorito, y a una buena temporada, también escribe lo siguiente:

“… En este celo, uno de los mejores por el buen tiempo que hizo, le logré matar al Favorito, en 22 días que lo cacé en el citado coto, 188 perdices…”

Ni que decir tiene que por esas fechas -el libro se publica en 1905-, no había perdices de repoblación o granja en los campos, por lo que, aunque este gran reclamo, Nene, durara once años, debió ser un auténtico pájaro puntero. Igualmente, Favorito sería también otro pedazo pájaro de bandera, ya que salió a una media de más de ocho patirrojas por puesto. Ni más ni menos que dos pájaros de jaula de los que hacen afición, como se suele decir.