Siguiendo con las colaboraciones, hoy le toca el turno a un compañero docente, aunque dedicado a otras labores profesionales, Manuel Vázquez Quintanilla. El amigo Manuel no es cazador, pero al dedicarse también a la "pluma" y conocer de primera mano el medio rural y la caza, ha tenido a bien colaborar con este escrito sobre la caza en general que, para mí, es muy bueno y completo. Termina con un poema, su fuerte, que no tiene desperdicio. Por todo ello, os animo a leerlo con detenimiento.
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Tríptico e inherente al
hombre en sus más íntimos elementos que sustancia la naturaleza humana. El
hombre como elemento añadido al paisaje del entorno natural ejerció la
primordial tarea de sobrevivir como otro factor más de la continuidad de
integrarse en su espacio natural, en el que fue dispuesto para la confirmación
del mundo.
La caza la utilizaron
todos los seres que se encontraron en ese ambiente, no sabemos si hostil o
naturalmente ‘correcto’; lo que si es cierto es que esa herramienta denominada
‘caza’, la practicaron todos los jugadores que en suerte les toco poblar el
planeta tierra, para seguir adelante en el dificilísimo camino de la
supervivencia. Todos, sin excepción, cazaron, desde el más encumbrado en la
pirámide vital, hasta el menor de los invertebrados, animales de todas las
especies, las plantas… Todos se vieron abocados a buscar el sustento en la
aniquilación, eliminación de otro ser vivo para su sustento vital.
Es por lo tanto ‘la caza’ un elemento a tener
muy en cuenta en la genética, o sea en el proceso biológico-metafísico de la
naturaleza humana. Científicamente es un hecho que se evidencia por sí mismo en
el devenir del hombre. No obstante, con transcurrir de la historia, es verdad
que el hombre, ya no tuvo la necesidad imperiosa de ‘cazar’ para mantenerse en
el ciclo de la vida -el resto de seres de su entorno sí- y el hecho de cazar se
fue convirtiendo en una especie de adiestramiento para seguirse manteniendo en
forma en el hecho de la vida.
El ejercicio de la caza,
era una especie de entrenamiento militar, para los que ejercían el oficio de
soldados en toda la extensión del término. La caza necesita de unas habilidades
específicas que son difíciles de conseguir si no se produce el esfuerzo del
entrenamiento. Se marcan pautas, diagramas mentales, imaginación, audacia, en
definitiva, inteligencia para conseguir el objetivo final.
Desde esta perspectiva la
caza pasa a ser de una necesidad biológica, a un arte de estrategias militares
y de esfuerzo físico: la fuerza, la resistencia, la entrega, etc. Y es a la vez
la estrategia, la valoración, el cálculo de probabilidades, el análisis, la
toma de decisiones. Como se puede apreciar, un entrenamiento fundamental para
el juego militar, de ahí que la ‘caza’ tuviera un sentido más que esencial en
siglos pasados. Ya no era un elemento de supervivencia, ahora era un ejercicio
de habilidades que se habrían ido consolidando a través del tiempo en el
sustrato de la materia sustancial inherente al hombre. Ya no era un elemento
meramente físico, sino que se había ido introduciendo poco a poco en el psiquis
del hombre. Esto no significa más que (evolución).
A posteriori, cuando ya se
habían superado esos estadios precordiales y en el hombre ya no premiaban los
elementos de la caza como herramienta útil para sus propósitos, la pregunta que
nos hacemos es la siguiente:
¿Qué ha ocurrido en todo
este proceso para que la caza siga
transmitiendo ese magnetismo en el hombre?
Es un hecho más que
evidente que el hombre, cazador desde los tiempos prehistóricos, aún en la era
sideral sigue cazando y va a seguir cazando.
En este campo de la
modernidad, de lo todo superado, donde casi tocamos el cielo infinito con la
punta de los dedos, donde conseguimos que llueva a nuestro capricho, donde
enviamos sondas investigadoras al confín de la galaxia, el hombre (cazador),
sigue aferrándose a ese impulso innato de la adquisición de la presa, no por
ser su enemiga sino por el hecho en sí de seguir siendo hombre, sencillamente
eso, y es ahí en ese espacio íntimo de la más ínfima célula en donde surgen
todos los resortes, toda esa magnitud impulsiva de darse a la aventura de la
vida, de rememorar sueños desgastados que se han quedado en el rincón más
oscuro del alma.
De esta manera, este
hombre (novísimo), este ser que cabalga en patinete por la senda asfaltada, que
lleva en su corazón parte de sangre y materia tóxica, que traslada en su mente
una carga explosiva de alta tecnología, sigue en su fuero interno siendo un
cazador, un paje de recuerdos dibujados en los paneles de cuadros del
‘romanticismo’; en donde la ‘caza’ se hizo compañera de baile del arte. Son
numerosísimas las obras pictóricas en donde la caza toma el protagonismo de la
obra, en donde el artista no ve nada cruel en el hecho de abatir al animal.
Es un juego donde
sencillamente existe un personaje, el cazador que con sus habilidades debe de
vencer al otro contrincante, la pieza, que al mismo tiempo dispone de todas sus
herramientas. Entiendo que no hay desventaja en esa lid, son dos oponentes enfrentados
en el sencillo juego de la vida. El cazador, jugador leal, se enfrenta a este
propósito con la honradez que dicta la partida. En la mayoría de las ocasiones
vence la presa al cazador. Esas bellas escenas pictóricas en donde la lucha es
transfigurada en obra de arte es una demostración de que en la caza hay que
detenerse a analizar muchos conceptos.
No quiero obviar en el desarrollo de este
artículo, el que en la caza también se disfruta de lo que la naturaleza expone
ante nosotros, difícilmente en estos tiempos se pueden apreciar tantos matices
que son ofrendas a nuestras sensibilidades en un día de caza; todo el campo se
entrega a nuestros sentidos: los olores, los colores, los sonidos, la tierra en
su desnudez más primitiva expuesta ante el hombre que vuelve a revivir sus
tiempos arcaicos, casi lo de menos es la esencia del propósito ‘el captar la pieza’;
tanto se disfruta en un sentido como en el otro. El hombre y la pieza
protagonistas y al mismo tiempo espectadores del gran espectáculo de la
naturaleza. Creo que ahí se resume todo, el hombre volviendo a ser el hombre de
natural inclinación al disfrute de ser abrazado de nuevo por la madre que lo
parió, que no es otra que la bendita ‘naturaleza’ y ese es el tríptico mágico:
Hombre-animal-naturaleza.
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Poema: Cazando
En la quietud de la rivera
sola
Son un mar de esmeraldas
los bancales
Que con sus tibios oros
otoñales
El Fausto de la tarde
torna sola
Ansiando disparar la
vencedora
Sigue el viejo trueno las
señales
Que fustiga el verdor de
los pinares
Con el péndulo oscuro de
la hora
Vuela la tórtola… el aire
claro
Rasga a la seca angustia
de un disparo
Después queda tan solo
alguna pluma
Que en florido zarzal
abate el vuelo
Y un humo leve, blanco que
se esfuma
Como un suspiro, en el
azul del cielo.
Manuel Vázquez Quintanilla.
Ante todo, dar las gracias a Manolo Quintanilla por colaborar con el blog, máxime sin tener dentro el gusanillo de la caza.
ResponderEliminarSobre el artículo, decir que plasma, con mucho arte de pluma, la verdad del hombre en relación con la caza, pues uno y otro son inherentes. Pensar, como hoy lo hacen muchos -que del tema creo que entienden poco-, que hay que erradicar la cuestión cinegética, es no tener los pies en el suelo, pues el hombre nació cazador y así morirá.
Y en cuanto al poema Cazando, solo decir que es una auténtica gozada poder leer esos bellos versos.
Saludos.
Hay dos cosas que los grupos pseudoecologistas no comprenden o no quieren comprender.
ResponderEliminarPor un lado el instinto natural de niños y niñas cuando corren detrás de una mariposa o de las palomas del parque, detrás de un conejito mecánico o detrás de un perrito ya sean reales o juguetes...
¿?
Por otro lado la caza como patrimonio de la humanidad sin la cual no existiría la especie humana y ni mucho menos estaríamos escribiendo en blogger.
Porque hombres y mujeres del planeta, siempre y por instinto hemos intentado imitar a nuestros congéneres aprendiendo técnicas de caza entre otras por eso es importante escribir sobre el tema o grabar vídeos y audios para que si algún día faltan los maestros de la tradición práctica y oral, los discípulos interesados puedan aprender, abriendo la hemeroteca para comprender que la necesidad se convirtió en arte. Aún así en algunos puntos del planeta no es arte y por desgracia hay personas que viven de la caza ya sea en los Polos, en Africa, en el Amazonas o en algún pueblecito de España...
Con lo que la conservación del medio, la repoblación y crianza de especies cinegeticas se convierte en otra necesidad tanto para los humanos como para los predadores.
Un seguidor del blog, cuquillero y autor de varias obras cinegéticas, me hace llegar este comentario.
ResponderEliminarSiempre hago esta reflexión cuando detractan el hecho de cazar: Un zorro sin poder cazar no sería zorro y tampoco su presa sería tal y, por consiguiente, la vida tampoco respondería a sus exigencias y desaparecería tal como la conocemos.
Lo demás son puñetas y egoísmos.
Miguel Bulnes Cercas.
También olvidé escribir que:
ResponderEliminarA nadie y nunca le ha molestado el canto de la perdiz en el campo, (excepto en algún patio o terraza).
Siendo este un sinónimo de alegría y paz en los campos...que te alegra el alma desde el orto al ocaso.
Además de lo expuesto anteriormente, tengo que decir que LA ESCUELA, como formadores de personas, nunca ha estado, como debería haberlo hecho, al lado de la caza. Es decir: sí, pero no. No ha sido clara a la hora de potenciarla. De hecho, quitando los temas de los hombres primitivos como cazadores y agricultores, poco más ha incluido en sus temarios sobre la cuestión cinegética.
ResponderEliminarYo que he sido docente durante más de treinta y ocho años, nunca me corté a la hora de decir que era cazador. Es más, en algunos momentos incluso se leyeron en clase algunos relatos sobre momentos cinegéticos de mi niñez.
Esperemos que nunca tengamos que claudicar ante quienes, llamándose animalistas/ecologistas,-aunque muchos de ellos no distingan una coliflor de un alcornoque o una codorniz de una avutarda, solo buscan, tirar por tierra a ancestrales actividades del hombre.
Por cierto, puestos a soñar, esperemos que algún día, futuros gobiernos subvencionen a colectivos de cazadores como se hace en la actualidad con otros colectivos que hacen bastante menos que nosotros por conservar la fauna y flora de las diferentes regiones de nuestro país.
Saludos.
Que poema más bonio
ResponderEliminarMuy buenas.
ResponderEliminarRuego encarecidamente que, aunque haya enlace con el blog, se ponga el nombre para firmar el escrito.
Saludos.