jueves, 15 de octubre de 2020

LA CAZA: DIVERSIÓN - NECESIDAD - ARTE

 Siguiendo con las colaboraciones, hoy le toca el turno a un compañero docente, aunque dedicado a otras labores profesionales, Manuel Vázquez Quintanilla. El amigo Manuel no es cazador, pero al dedicarse también a la "pluma" y conocer de primera mano el medio rural y la caza, ha tenido a bien colaborar con este escrito sobre la caza en general que, para mí, es muy bueno y completo. Termina con un poema, su fuerte, que no tiene desperdicio. Por todo ello, os animo a leerlo con detenimiento. 


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Tríptico e inherente al hombre en sus más íntimos elementos que sustancia la naturaleza humana. El hombre como elemento añadido al paisaje del entorno natural ejerció la primordial tarea de sobrevivir como otro factor más de la continuidad de integrarse en su espacio natural, en el que fue dispuesto para la confirmación del mundo.

 

La caza la utilizaron todos los seres que se encontraron en ese ambiente, no sabemos si hostil o naturalmente ‘correcto’; lo que si es cierto es que esa herramienta denominada ‘caza’, la practicaron todos los jugadores que en suerte les toco poblar el planeta tierra, para seguir adelante en el dificilísimo camino de la supervivencia. Todos, sin excepción, cazaron, desde el más encumbrado en la pirámide vital, hasta el menor de los invertebrados, animales de todas las especies, las plantas… Todos se vieron abocados a buscar el sustento en la aniquilación, eliminación de otro ser vivo para su sustento vital.

 

 Es por lo tanto ‘la caza’ un elemento a tener muy en cuenta en la genética, o sea en el proceso biológico-metafísico de la naturaleza humana. Científicamente es un hecho que se evidencia por sí mismo en el devenir del hombre. No obstante, con transcurrir de la historia, es verdad que el hombre, ya no tuvo la necesidad imperiosa de ‘cazar’ para mantenerse en el ciclo de la vida -el resto de seres de su entorno sí- y el hecho de cazar se fue convirtiendo en una especie de adiestramiento para seguirse manteniendo en forma en el hecho de la vida.

 

El ejercicio de la caza, era una especie de entrenamiento militar, para los que ejercían el oficio de soldados en toda la extensión del término. La caza necesita de unas habilidades específicas que son difíciles de conseguir si no se produce el esfuerzo del entrenamiento. Se marcan pautas, diagramas mentales, imaginación, audacia, en definitiva, inteligencia para conseguir el objetivo final.

 

Desde esta perspectiva la caza pasa a ser de una necesidad biológica, a un arte de estrategias militares y de esfuerzo físico: la fuerza, la resistencia, la entrega, etc. Y es a la vez la estrategia, la valoración, el cálculo de probabilidades, el análisis, la toma de decisiones. Como se puede apreciar, un entrenamiento fundamental para el juego militar, de ahí que la ‘caza’ tuviera un sentido más que esencial en siglos pasados. Ya no era un elemento de supervivencia, ahora era un ejercicio de habilidades que se habrían ido consolidando a través del tiempo en el sustrato de la materia sustancial inherente al hombre. Ya no era un elemento meramente físico, sino que se había ido introduciendo poco a poco en el psiquis del hombre. Esto no significa más que (evolución).

 

A posteriori, cuando ya se habían superado esos estadios precordiales y en el hombre ya no premiaban los elementos de la caza como herramienta útil para sus propósitos, la pregunta que nos hacemos es la siguiente:

 

¿Qué ha ocurrido en todo este proceso para que  la caza siga transmitiendo ese magnetismo en el hombre?

 

Es un hecho más que evidente que el hombre, cazador desde los tiempos prehistóricos, aún en la era sideral sigue cazando y va a seguir cazando.

 

En este campo de la modernidad, de lo todo superado, donde casi tocamos el cielo infinito con la punta de los dedos, donde conseguimos que llueva a nuestro capricho, donde enviamos sondas investigadoras al confín de la galaxia, el hombre (cazador), sigue aferrándose a ese impulso innato de la adquisición de la presa, no por ser su enemiga sino por el hecho en sí de seguir siendo hombre, sencillamente eso, y es ahí en ese espacio íntimo de la más ínfima célula en donde surgen todos los resortes, toda esa magnitud impulsiva de darse a la aventura de la vida, de rememorar sueños desgastados que se han quedado en el rincón más oscuro del alma.

 

De esta manera, este hombre (novísimo), este ser que cabalga en patinete por la senda asfaltada, que lleva en su corazón parte de sangre y materia tóxica, que traslada en su mente una carga explosiva de alta tecnología, sigue en su fuero interno siendo un cazador, un paje de recuerdos dibujados en los paneles de cuadros del ‘romanticismo’; en donde la ‘caza’ se hizo compañera de baile del arte. Son numerosísimas las obras pictóricas en donde la caza toma el protagonismo de la obra, en donde el artista no ve nada cruel en el hecho de abatir al animal.

 

Es un juego donde sencillamente existe un personaje, el cazador que con sus habilidades debe de vencer al otro contrincante, la pieza, que al mismo tiempo dispone de todas sus herramientas. Entiendo que no hay desventaja en esa lid, son dos oponentes enfrentados en el sencillo juego de la vida. El cazador, jugador leal, se enfrenta a este propósito con la honradez que dicta la partida. En la mayoría de las ocasiones vence la presa al cazador. Esas bellas escenas pictóricas en donde la lucha es transfigurada en obra de arte es una demostración de que en la caza hay que detenerse a analizar muchos conceptos.

 

 No quiero obviar en el desarrollo de este artículo, el que en la caza también se disfruta de lo que la naturaleza expone ante nosotros, difícilmente en estos tiempos se pueden apreciar tantos matices que son ofrendas a nuestras sensibilidades en un día de caza; todo el campo se entrega a nuestros sentidos: los olores, los colores, los sonidos, la tierra en su desnudez más primitiva expuesta ante el hombre que vuelve a revivir sus tiempos arcaicos, casi lo de menos es la esencia del propósito ‘el captar la pieza’; tanto se disfruta en un sentido como en el otro. El hombre y la pieza protagonistas y al mismo tiempo espectadores del gran espectáculo de la naturaleza. Creo que ahí se resume todo, el hombre volviendo a ser el hombre de natural inclinación al disfrute de ser abrazado de nuevo por la madre que lo parió, que no es otra que la bendita ‘naturaleza’ y ese es el tríptico mágico:

 

Hombre-animal-naturaleza.


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                      Poema: Cazando

 

En la quietud de la rivera sola

Son un mar de esmeraldas los bancales

Que con sus tibios oros otoñales

El Fausto de la tarde torna sola

Ansiando disparar la vencedora

Sigue el viejo trueno las señales

Que fustiga el verdor de los pinares

Con el péndulo oscuro de la hora

Vuela la tórtola… el aire claro

Rasga a la seca angustia de un disparo

Después queda tan solo alguna pluma

Que en florido zarzal abate el vuelo

Y un humo leve, blanco que se esfuma

Como un suspiro, en el azul del cielo.

 

                     Manuel Vázquez Quintanilla.


7 comentarios:

  1. Ante todo, dar las gracias a Manolo Quintanilla por colaborar con el blog, máxime sin tener dentro el gusanillo de la caza.

    Sobre el artículo, decir que plasma, con mucho arte de pluma, la verdad del hombre en relación con la caza, pues uno y otro son inherentes. Pensar, como hoy lo hacen muchos -que del tema creo que entienden poco-, que hay que erradicar la cuestión cinegética, es no tener los pies en el suelo, pues el hombre nació cazador y así morirá.

    Y en cuanto al poema Cazando, solo decir que es una auténtica gozada poder leer esos bellos versos.

    Saludos.

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  2. Hay dos cosas que los grupos pseudoecologistas no comprenden o no quieren comprender.
    Por un lado el instinto natural de niños y niñas cuando corren detrás de una mariposa o de las palomas del parque, detrás de un conejito mecánico o detrás de un perrito ya sean reales o juguetes...
    ¿?
    Por otro lado la caza como patrimonio de la humanidad sin la cual no existiría la especie humana y ni mucho menos estaríamos escribiendo en blogger.
    Porque hombres y mujeres del planeta, siempre y por instinto hemos intentado imitar a nuestros congéneres aprendiendo técnicas de caza entre otras por eso es importante escribir sobre el tema o grabar vídeos y audios para que si algún día faltan los maestros de la tradición práctica y oral, los discípulos interesados puedan aprender, abriendo la hemeroteca para comprender que la necesidad se convirtió en arte. Aún así en algunos puntos del planeta no es arte y por desgracia hay personas que viven de la caza ya sea en los Polos, en Africa, en el Amazonas o en algún pueblecito de España...
    Con lo que la conservación del medio, la repoblación y crianza de especies cinegeticas se convierte en otra necesidad tanto para los humanos como para los predadores.

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  3. Un seguidor del blog, cuquillero y autor de varias obras cinegéticas, me hace llegar este comentario.


    Siempre hago esta reflexión cuando detractan el hecho de cazar: Un zorro sin poder cazar no sería zorro y tampoco su presa sería tal y, por consiguiente, la vida tampoco respondería a sus exigencias y desaparecería tal como la conocemos.

    Lo demás son puñetas y egoísmos.

    Miguel Bulnes Cercas.

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  4. También olvidé escribir que:
    A nadie y nunca le ha molestado el canto de la perdiz en el campo, (excepto en algún patio o terraza).
    Siendo este un sinónimo de alegría y paz en los campos...que te alegra el alma desde el orto al ocaso.

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  5. Además de lo expuesto anteriormente, tengo que decir que LA ESCUELA, como formadores de personas, nunca ha estado, como debería haberlo hecho, al lado de la caza. Es decir: sí, pero no. No ha sido clara a la hora de potenciarla. De hecho, quitando los temas de los hombres primitivos como cazadores y agricultores, poco más ha incluido en sus temarios sobre la cuestión cinegética.

    Yo que he sido docente durante más de treinta y ocho años, nunca me corté a la hora de decir que era cazador. Es más, en algunos momentos incluso se leyeron en clase algunos relatos sobre momentos cinegéticos de mi niñez.

    Esperemos que nunca tengamos que claudicar ante quienes, llamándose animalistas/ecologistas,-aunque muchos de ellos no distingan una coliflor de un alcornoque o una codorniz de una avutarda, solo buscan, tirar por tierra a ancestrales actividades del hombre.

    Por cierto, puestos a soñar, esperemos que algún día, futuros gobiernos subvencionen a colectivos de cazadores como se hace en la actualidad con otros colectivos que hacen bastante menos que nosotros por conservar la fauna y flora de las diferentes regiones de nuestro país.

    Saludos.

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  6. Muy buenas.

    Ruego encarecidamente que, aunque haya enlace con el blog, se ponga el nombre para firmar el escrito.

    Saludos.

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