miércoles, 7 de octubre de 2020

UN LANCE INCREIBLE CON CAMARÓN

         Siguiendo con las colaboraciones, hoy le toca el tuno a este sencillo y emotivo relato, real como la vida misma, en recuerdo de un gran reclamo: Camarón. El autor del mismo es el amigo Diego Rama, presidente de "Cuquilleros al alba" y luchador incansable por el bien de nuestra ancestral modalidad cinegética.                                                                   

        Preciosa imagen de Camarón disecado y con su embrague colocado.

Había acabado la jornada de trabajo y como la tarde era de esas que todo el mundo desea para dar el puesto (templada, soleada y sin aire), no lo dudé. De esta manera y aunque ya había poco tiempo, sin dudarlo cojo a mi Camarón, mi mejor reclamo -que, por cierto, estaba embragado por aquellos entonces-, y me traslado a un lugar que tenía visto muy cerca de pueblo, pues no distaría más de cuatrocientos metros de mi domicilio.

Una vez en el colgadero, escojo un olivo pequeñito como pulpitillo y coloco mi portátil frente a él, todo ello a la carrera. Además, mientras realizaba esta tarea, Camarón ya andaba lanzando al aire su maravillosa música por lo que, deprisa y corriendo, tuve que meterme en el aguardo.

Poco después, tras sus llamativos reclamos y su armonioso cuchichío, le contesta el campo no muy lejos y, ante el  atractivo cante de mi pájaro de jaula, una collera no pudo resistirse ante la solicitud de “dialogo” de Camarón y rápidamente empezaron  a apeonar para la plaza. Pero, como en el mundo del reclamo ocurren situaciones incomprensible, en ese momento, escucho a lo lejos a mi vecino El Rubio que venía derecho para donde yo me encontraba y dedicándole unas “bonitas” palabras a su reclamo que, al parecer, le había dado una buena “mocholada” aquella misma tarde.


-  Anda, hijo, como “pa” echarte más magdalenas y bellotitas después del puestecito que me has dado, le decía el Rubio a su perdigón.

        Y en ellas andaba puesto que, si darse cuenta, me voló la collera que estaba en plaza y casi se mete conmigo en el portátil, pero pasó de largo sin darse cuenta.

       Con estas componendas y la hora que era, me encendí un cigarro pensando en salir del puesto e irme en cuanto me lo fumara, pero como Camarón no paraba de cantar, al poco rato le contestó una hembrilla que andaba por los alrededores y, tras el atractivo meloseo que le dedicó mi reclamo, la patirroja hecha un flan, se vino a la carrera y se subió en la tronca del olivo de al lado, mientras Camarón le daba la bienvenida con un cariñoso y zalamero recibo.

    Como empezaba a ser tarde y el sol ya se estaba perdiendo en el horizonte y la pajarilla se había echado al suelo y se había acercado al pulpitillo, me echo la escopeta a la cara, miro al pájaro para ver lo que estaba haciendo y décimas de segundo antes de disparar, escucho un revuelo de otra patirroja en la plaza y pienso:


-       ¿Será el macho que se ha quedado rezagado?

Como siempre me han gustado las carambolas, me quedo observando lo que estaba ocurriendo y veo como un pájaro con alas a rastras se dirige hacia la hembra, pero, menos mal, que me doy cuenta que estaba recortado. Miro a ver lo que hacía Camarón y al no verlo en su atalaya, caigo en que el que está dando vueltas y arrastrando el ala es él, que se había soltado del embrague, circunstancia que no era la primera vez que ocurría, pero nunca en esta situación tan especial.

Un poco nervioso por lo que estaba sucediendo, cojo aire y tomo la determinación de matarle la hembra en cuanto se separase de ella. Cosa que hago, sin pensarlo dos veces.

Segundos después, cuando ya el astro rey daba sus últimas boqueadas, me empiezo a levantar pensando en el susto que se habría llevado mi Camarón y por dónde andaría, pero cual no sería mi sorpresa cuando, con una alegría indescriptible, observo como mi pájaro, en vez de alejarse asustado por el estruendo del tiro, andaba liado pegándole picotazos a la hembra abatida.

Me acerco chasqueándole los dedos, lo cojo con una suavidad exquisita y lo llevo de nuevo al embrague con una satisfacción enorme por lo que había hecho mi campeón, circunstancia que no podría contar, porque nadie me creería. Y con estas estaba, cuando para mi sorpresa, observo cómo otro vecino cuquillero, que andaría por las inmediaciones, se había acercado para curiosear y ver si había tirado la pajarilla en su sitio y como Dios manda. Pero como había sido espectador privilegiado de todo el lance, me dice:


-       Joder Diego, ¡cómo te han “cargao” la pajarilla!

 

-       Pero, ¿habrás visto cómo la he “tirao”? - le respondí.


-       No he visto nada, acabo de llegar - me respondió él.

Viendo lo visto, solté una carcajada a sabiendas, por su forma de responder, que no decía la verdad, y ante su desasosiego y silencio más que significativo, le dije con un poco de ironía:

 

-       Aprende a cazar.  ¡Y, encima, con el reclamo suelto!

Ante la increíble situación presentada, viendo el rubor y bochorno de mi vecino, mi cuerpo no podía sostener las risas y carcajadas, pues no era para menos. Ni que decir tiene que un lance como el que acababa de presenciar sería muy difícil que se repitiera y, encima, con público.

 

                                 Diego Rama Ruiz, Vva de Algaidas.

 

4 comentarios:

  1. B días.

    Una vez leído este entrañable relato, supongo, amigo Diego, que Camarón no habrá sido un reclamo más, sino un icono de tu vida cuquillera. Ahora bien, por experiencia te digo que los pájaros buenos, cuando dejan de estar con nosotros, deben pasar al historia, pues utilizarlos como vara de medir no es bueno, pues si así lo hacemos, nunca valoraremos, en su justa medida, a los nuevos inquilinos de nuestro jaulero.

    Eso sí, felicitarte por haber tenido la suerte de que por tus manos haya pasado un reclamo puntero, puesto que, no todo el mundo, por diversas circunstancias, puede decir lo mismo.

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  2. Bonito relato y mucha sangre fría para actuar de esa forma. Lo normal y la primera reacción hubiese sido salir escopeteado del puesto para intentar atrapar el reclamo. Muy buena reacción la que tuvo y hechos que nos pasan en esta nuestra modalidad que algunas veces ni contamos por qué son dificiles de creer. Un saludo.

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  3. Muchas gracias amigo J. Antonio, por darle vida a este relato, que todavia me pone los pelos de punta, a pesar del tiempo que hace que lo viví.
    Con camarón heche muy buenos ratos, era un pájaro de granja, que se fue haciendo poco a poco y acabó a la altura de lo que muy poquitos reclamos alcanzan, a pesar de su corta vida.
    Este reclamo solo lo pude disfrutar 3 años, Tenia un agujero junto al pico, que según el veterinario era un cancer y le iba agrandando poco poco, hasta que murió unos días antes de soltar la veda, cuando se iba a cazar con 4 celos. Aún lo tengo en casa embalsamado.
    Diego Rama

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  4. Que me diga alguien si esta modalidad de caza no es adictiva.Os imaginais la emocion de Diego al darse cuenta que el pajaro que entraba al lance era su Camaron??.Me pongo en su lugar y aun estoy temblando,realmente indescriptible y emocionante.J.Antonio no pares de regalarnos con estos relatos.Saludos desde Mallorcade de tu amigo Tomeu.

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