Continuando con las colaboraciones, hoy traigo al blog el relato sobre un buen pájaro de jaula,"Títeres". Dicha historia, escrita por el amigo Vicente Hurtado, en forma de vivencia personal, nos recuerda que a muchos pájaros hay que aguantarle lo indecible, antes de decirles hasta siempre.
oooo O oooo
En
nuestro terreno (zona centro de Andalucía), hasta el año 90 del pasado siglo no
habíamos escuchado hablar de granjas de perdices. Nuestros viejos olivares se cultivaban con los medios
tradicionales hasta entonces y tenían una población de perdiz francamente
asombrosa, por lo que a nadie se le pasaba por la imaginación la necesidad de
repoblar.
Pero
llegó la moda de plantar olivos en todas partes y, con ella, los nuevos
sistemas de cultivo.
En
dos años desaparecieron paulatinamente las tierras de calma -extraordinarios
comederos para las perdices- y con el uso abusivo e incontrolado de pesticidas,
herbicidas, etc., etc., se perdieron los lindazos, los bordes de los arroyos y
los olivares -nuevos y viejos-, se fueron convirtiendo en “una zona desértica”
donde solo habita el olivo.
La
perdiz de nuestros olivares, lisa y llanamente, ¡¡¡desapareció!!!
Ante
esa situación los aficionados al reclamo del pueblo nos reunimos para tomar
alguna decisión que, por la negativa manifiesta de los agricultores a abandonar
el uso de los herbicidas, no nos quedó más camino que el de empezar a hacer
sueltas de perdiz de granja; de tal manera que en el año 95 se realizó la
primera puesta de comederos y bebederos en el campo en los puntos que
consideramos más idóneos, se soltaron perdices para cazarlas con el reclamo y,
posteriormente (terminada la temporada de jaula), se volvieron a soltar para
ver si criaban en el campo.
Ni
que decir tiene que las perdices que suministraban las granjas en aquellas
fechas no tienen nada que ver con las que suministran hoy, ni en morfología, ni
en calidad a la hora de adaptarse al terreno y ser capaces de sacar a su prole
adelante. También es cierto que los propios agricultores se han dado cuenta de
que el uso excesivo de venenos los está dejando sin tierra fértil y han
reducido mucho su uso, con lo que vuelve a ver algún sitio donde comer y criar
a los pollos.
Así
pues, a nosotros nos cambió completamente nuestra afición, pasamos de la dureza
del puesto de taramas de olivo, a la comodidad del puesto de tela; de tener que
ir andando al puesto, a tener un vehículo con el que llegar al sitio y, para
colmo de los colmos, de la dureza de los pájaros de nuestros olivares a la
facilidad de la perdiz de granja.
Lógicamente
todo tiene sus pros y sus contras, hay quien sólo le encuentra desventajas a la
perdiz de granja en el campo, pero es cierto que -con la raza que traen desde
hace bastantes años-, se les puede sacar bastante partido, sobre todo contando
con la fuerza con la que entran.
Basándonos
en este aspecto -la forma que tienen de entrar en plaza-, empezamos a “experimentar”
cosas.
A
nosotros, aunque a algunos les parezca mentira, nunca se nos ocurría dejar un
pájaro ni un minuto en la plaza, simplemente porque se iban y no venían nunca
más; sin embargo, cuando empezamos a ver cómo arrastraban las alas “los granjeros”
delante del reclamo, soltamos la escopeta y empezamos a valorar cosas que antes
no se nos hubiesen ocurrido…
Por
encima de cualquier otra consideración, empezamos a disfrutar de lances que,
hasta ese entonces no habíamos podido disfrutar.
Hecha
esta breve puesta en situación, paso a contaros el “experimento” que tuvo un
resultado espectacular.
En
la temporada del 2000 adquirimos varios pollos de los mismos que trajeron para
soltar en el campo para el reclamo (dicha suelta se suele hacer a primeros de
diciembre), como es lógico unos salen más nobles, otros más saltarines…en fin,
lo lógico de este asunto.
Uno
de los pollos estaba dotado de una llamada por alto de las que dan susto, una
voz ronca preciosa, peleaba con los compañeros de jaulero sin mover ni las
pestañas, era el clásico pájaro que enamora a cualquiera.
Los
problemas empezaron cuando decidimos empezar a campear un poco para que se
hicieran al coche y al trajín de la temporada cercana.
Ahí,
en el olivo, en el sitio de la verdad, el precioso pollo solo sabía bregar y
bregar; si escuchaba campo bregaba, si no escuchaba campo bregaba, si le
colgabas un compañero al lado bregaba…
Nos
volvió locos y nos desilusionó completamente.
Cuando
le quitabas la sayuela en la casa, se sacudía y regalaba dos o tres reclamos
que quitaban el hipo y nos ponían aún más mosqueados con él.
En
este plan empezó la temporada de cuelga y le dimos varios puestos en lugares
donde sabíamos que vería las perdices, en un intento por ponerle las cosas muy
fáciles a ver si rompía, pero nada no había forma de que aquel animal echara un
reclamo, ni tan siquiera de que dejara de bregar.
Una
mañana de puesto sol estupenda, lo coge Manolo y, con la jaula en la mano, le
dice:
-Hoy
vas a escuchar un tiro, si combina, a lo mejor escuchas dos.
Se
lo llevó al campo, a un buen puesto, colocó el aguardo en la bajera de un olivo
viejo y al reclamo de confianza en un olivillo de seis o siete años, en el
olivillo de al lado puso a Títeres.
Como
era de esperar el reclamo salió cantando y Títeres bregando, cosa que no
afectó en absoluto al pájaro viejo ya harto de tiros y sabiendo muy bien lo que
tenía que hacer, le contestó el campo en lo hondo del arroyo, donde tenían que
estar y, poco a poco, despacio y sin prisas, la collera de pájaros se fue
acercando a la jaula (las jaulas en este caso), el reclamo viejo se planta en
recibo, las perdices ya se ven entre los olivillos pequeños (Títeres no
dejaba de bregar), el reclamo no dejaba de recibir, entre una jaula y la otra
la calle de siete metros, el macho se arranca en busca de la jaula, la hembra
se queda trasera tres o cuatro olivillos, el macho entra en plaza, se le deja
un rato esperando que Títeres cambiara de actitud, ante su negativa y
aprovechando que el campero se abrió un poquito en dirección al bailaor, sonó
el estampido, al tiro la pájara voló y Títeres dio dos o tres saltos
para seguir en lo suyo como si nada hubiera sucedido.
El
pájaro viejo no cortó el tiro, la pájara salió llamando a su compañero en el
arroyo, la jaula se centró en ella y -aunque estuvo trabajosa-, consiguió
sacarla de su enrocamiento y hacerla caminar hacia la plaza, hasta que, con
esfuerzo y un amplio despliegue de recursos, logró hacerla entrar con un titeo
goloso y así, en titeo, sonó el tiro.
Títeres volvió a saltar dos o
tres veces y siguió bregando.
Así
escuchó Títeres los dos primeros tiros de su vida y, cuando llegó a
casa, nos regaló aquellos reclamazos espeluznantes a los que nos tenía
acostumbrados.
Dos
días después (según Manolo debía reflexionar sobre lo que había ocurrido), de
puesto de tarde, lo cogió de nuevo y le dijo:
-Vamos
a que escuches la escopeta otra vez.
La
estrategia fue la misma: puesto en olivo viejo y reclamos en olivillos nuevos.
Esa
tarde se tiró un macho, la hembra dio bien la matraca, pero no quiso entrar o
el reclamo no fue capaz de convencerla.
Títeres
insistía
en su actitud, dos o tres saltos al tiro y brega posterior. Cuando llegó a casa
volvió a soltar su enorme reclamo y se agarró a pelear.
-Coño,
hoy parece que vienes más gustoso. Pasado mañana sales otra vez.
Y
así ocurrió, pasado mañana volvió a salir, de nuevo por la tarde, volvió a
escuchar otros dos tiros (ya van cinco), en el primero saltos y brega, en el
segundo no hubo saltos –cortó de bregar, se quedó tieso un momento-, volvió a
la brega. Cuando llegó a su alcayata, llamó y peleó, incluso pisándose el ala.
-Ya
mismo te quedas quieto y serás capaz hasta de servir (le comentaba Manolo).
En
fin, ni que decir tiene que el dichoso Títeres era el motivo de
conversación de la tertulia diaria.
El
pájaro estaba creciendo en la casa a pasos agigantados, su comportamiento no
tenía nada que ver con el del principio, se estaba convirtiendo en un pájaro
peleón, dominante; así es que cabía esperar que también cambiase en el campo.
Llegó
su cuarta salida en collera como los galgos, aquel puesto de sol sería el del
momento esperado.
Aquella
mañana se colgó el pájaro bastante cerca del río Anzur con la misma
estrategia de los puestos anteriores, sabíamos que aquella zona estaba buena de
perdiz y, efectivamente, dieron la cara muy pronto, pero tardaron en entrar
(posiblemente ese comportamiento ayudara al desenlace).
Salieron
tres colleras de pájaros del soto del río, encerraron al reclamo (los
reclamos), en un triángulo, se subieron en sus olivos respectivos y se
dispusieron a cantar hasta reventar, sin intención ninguna de entrar en plaza.
Cuando
llevábamos una hora de puesto, con seis camperos y un reclamo berreando a todo
plan, Títeres dejó de bregar, se estiró, se sacudió y rompió picando
hojas del olivo, pero callado, mientras su vecino y compañero de jaulero hacía
todo lo que sabía y podía por atraer a la plaza a alguno de aquellos pájaros de
los tarajes que no querían entrar ni a la de tres.
La
pájara de la collera que más lejos estaba, se bajó del olivo, echó un reclamo
con mucha fuerza, el viejo la mandó callar y quebró en recibo, la pajarilla
venía como una exhalación en busca suya, al llegar por detrás del olivo de la
jaula se paró y llamó otra vez, su macho se echó al suelo y empezó a andar
hacia su hembra, la pájara ya estaba en plaza, Títeres tieso, mirándola,
pero callado, el viejo tomándola perfectamente, sonó el tiro, no hubo saltos ni
brega, los pájaros se volaron, menos el macho viudo que frenó en seco, pero no
voló, se subió en una pata dos olivos por detrás de Títeres, allí empezó
a pelear de firme, el viejo cargando el tiro muy suavito, muy bajito, el
campero muy alto, recio, peleón…
En
medio de aquella refriega empezó a oírse un recibo ronco y acompasado, los dos
nos quedamos helados, por fin…
¡¡¡Títeres
había decidido empezar a trabajar, que satisfacción!!!
El
campero no esperaba la entrada en conflicto del tercer contendiente y no esperó
a nada, se tiró del olivo y se lanzó en busca de él con muy malas intenciones.
Nuestro aprendiz lo recibió derecho como una vela con un precioso garganteo,
Manolo -con buen criterio-, no esperó a nada, en cuanto se centró en plaza se
lo dejó seco, se quedó al humo.
Títeres fue un gran pájaro, muy
trabajador y dominador de una amplia gama de recursos, murió con diez celos y
un buen número de tiros en sus alforjas.
Vicente
Hurtado Navarro.
Una vez más coincido con Vicente. Y me quedo con su párrafo donde dice:
ResponderEliminarA nosotros, aunque a algunos les parezca mentira, nunca se nos ocurría dejar un pájaro ni un minuto en la plaza, simplemente porque se iban y no venían nunca más; sin embargo, cuando empezamos a ver cómo arrastraban las alas “los granjeros” delante del reclamo, soltamos la escopeta y empezamos a valorar cosas que antes no se nos hubiesen ocurrido…
-Y no quiero insinuar que la granjera sea más fácil, no.
Lo que ocurre es que da más juego y diversión al igual que las carreras de la fórmula uno que aún teniendo otra normativa distinta al código de la circulación y aparentando ser más faciles, por el contrario son más difíciles y emocionantes a la vez sin dejar de ser artificiales...
Con lo que las granjas están contribuyendo con varias modalidades.
ResponderEliminarMuy buenas.
Al maestro Vicente Hurtado, además de darle las gracias por colaborar en este humilde blog, poco puedo decirle pues, aparte de la docencia, podía darnos clases del reclamo a más de uno, porque los dientes, incluso los de leche, le salieron detrás de una mata escuchando cantar un pájaro de jaula.
En esta línea y lo deja bien clarito, granja no es segunda división, sino lo que hay, y como dice otro buen amigo, Juan Luis, da mucho juego. Por tanto, que más da. ¿O es qué con la granja o repoblación no se sale con alegría del puesto?
Sobre el fondo del relato, Sí mantenemos opiniones distintas en cuanto al reclamo en el tiempo, porque yo no aguantaría muchos culazos para ver lo que lleva dentro un pájaro de jaula, pue soy de los que opino -y es discutible- que el buen reclamo, desde el primer día da la cara.
Sin embargo, en la diversidad está la grandeza. Eso sí, respetando opiniones y formas de actuar.
Por todo ello, mi agradecimiento por tu relato porque, como me ha comentado un compañero por teléfono, es muy agradable de lectura e instructivo.
Saludos.
Coincido contigo en qué la lectura de este relato es muy ameno e instructivo
ResponderEliminarUn amigo y cuquillero me envía este comentario para su publicación:
ResponderEliminar"Excelente relato que narra hechos pocos frecuentes, pero ciertos. Podríamos decir, que en este caso, el cazador pertenece a la selecta cofradía del Santo Job"
Saludos.
Blas Díaz Bonillo.
Y citaré otro ejemplo de cuando muchos dicen que pintar un UN VAN GOGH o un PICASSO es tarea facil y no son capaces ni de hacer la O con un canuto o no han cazado en intensivos o repoblación.
ResponderEliminarPd. Y el/ los que tengan " lo que hay que tener"... que se presenten a un concurso o campeonato.
Pues no todo es cuestión de llegar y besar el Santo.
Hagan la prueba y verán que tanto en salvajes como en sembradas o repobladas, HAY QUE LLEVAR UNA JAULA QUE LES DIGA ALGO...
Aunque nuestra perdiz roja española es la estrella polar de todo cuquillero, incluyédome a mí, vuelvo a repetir por enésima vez que, por su decadencia en muchas zonas y la dificultad de acceder a ellas en otras, muchos aficionados, entre los que también me encuentro, también cazamos en ocasiones, repoblación.
ResponderEliminarAhora bien, aunque es otro mundo, pero es el que va quedando, cazar ejemplares de granja, muchas veces, no es tan fácil como se pudiera pensar y, como dice Alectorix y lo refrendo, si no hay reclamo no hay disparo. Y de ello se puede estar bien seguro, siempre que hablemos de una repoblación en su momento y con una gestión sería.
Saludos.
ALGUNO DE LOS QUE HABEIS LEIDO EL RELATO MARAVILLOSO DE ESE TITERE, HA INTENTADO PONERSE EN LA CAMISA DE MANOLO?YO CREO QUE NI AL MAS INTENSO DE LOS ORGASMOS LO CAMBIARIA POR ESE MOMENTO EN QUE TITERES EMPIEZA A RECIBIR AL CAMPERO,CREO QUE ES EXPERIMENTAR UN GOZO QUE NO SE PUEDE DESCRIBIR CON PALABRAS.GRACIAS J.ANTONIO POR ACERCARNOS A ESTOS RELATOS.DESDE MALLORCA SALUDOS DE TOMEU.
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