lunes, 19 de octubre de 2020

LAS CLASES SOCIALES EN EL RECLAMO


    En términos generales y aunque en cualquier nivel o estamento social siempre haya habido y siga habiendo personas y personas, la caza siempre ha sido, aunque, afortunadamente, cada vez menos, una actividad humana muy marcada por el influjo de las jerarquías sociales, que desde tiempos pasados han imperado en nuestro país. En esta línea, todos sabemos que, el señorito y los empleados de las fincas se movían en planos totalmente separados y, aunque pudieran participar en momentos puntuales en jornadas de caza, lo habitual suponía que existiera un verdadero distanciamiento y trato que iba desde el ninguneo hacía unos, a la reverencia hacia otros. El D. Fulano o Fulanillo, por citar un ejemplo, era lo más común en cualquier actividad venatoria. Como ejemplo de mis palabras, basta citar la gran obra cinematográfica Los santos inocentes, basada en el famoso libro del mismo nombre de don Miguel Delibes. En ella, en señorito Iván y su familia marcaban el plano social alto, mientras que Paco y Azarías eran simples figuras decorativas, peones sin voluntad al servicio de los primeros, incluso viviendo y soportando situaciones de lo más degradante y humillante para la dignidad humana.

Pues bien, este distanciamiento social que existía y, a veces -cada vez menos-, todavía continúa en algunas modalidades cinegéticas, cuando se habla caza de la perdiz con reclamo, desde siempre apenas ha existido diferencia en cuanto al nivel social. Así, el dueño de la finca y el empleado de la misma, cuando ambos eran aficionados al reclamo, casi “comían en la misma mesa” en tiempos pasados y hoy, y no me paso ni un periquete, si digo que se tutean y se gastan bromas. De hecho, no es una barbaridad el decir que, en los cotos y fincas donde se caza el cuco, conviven sin la menor distinción, el ingeniero y el obrero, el médico y el celador, el alcalde y el barrendero del pueblo…, por citar unos ejemplos. Puede que, en los primeros contactos, se pueda utilizar el Vd. en el tratamiento hacia un determinado compañero, pero, a medida que pasa el tiempo, el trato se va haciendo más humano y sin tintes de clases sociales. Se come en la misma mesa y la misma comida, se bebe el mismo vino y se dan, por igual, las bromas que se ocurran. Es obvio, que la única diferencia que puede haber entre cuquilleros que comparten coto, es la calidad de los reclamos. Poco se habla de grandezas, de patrimonios o de títulos. Ahora lo importante, aparte de lo de “vaya reclamo que tiene Fulanito o Menganito”, es el compañerismo y el pasarlo bien en el mismo paisaje envolvente y bajo el mismo techo.

En esta línea, aunque podría citar muchas situaciones que he visto o en las que he sido partícipe, sirva esta vivencia que me ha ocurrido en los últimos tiempos, para corroborar mis palabras:

… “En una determinada finca de Castilla la Mancha, me presentan, al coincidir con él cazando el reclamo, a un muy prestigioso cardiólogo y cirujano de corazón. Lógicamente tras, el saludo de rigor, utilizo el “don” y su nombre para dirigirme a él, porque es lo que se debe hacer entre gente educada. Pero Paco, que así se llama, no paró de protestar, ante mi insistencia en el “don”, hasta que no me dirigí hacia su persona por dicho apelativo de su nombre”

Este ejemplo y otros muchos que todos los cuquilleros tienen en mente, viene a confirmarnos que, afortunadamente, hoy día la caza y, especial la del reclamo de perdiz, no conoce, salvo en casos excepcionales de quien todavía se cree que sigue viviendo en la Edad Media, la jerarquía de los estratos sociales, sino que lo impera es la camaradería, la amistad y el aprecio sincero entre cuquilleros, compañeros fraternos unido por una misma afición.

Para finalizar, decir que mucho de grandeza y señorío debe tener nuestra modalidad cinegética, cuando es capaz de reunir en cortijos y viviendas de fincas, algunos incluso dejando mucho que desear en cuestión de infraestructuras, a cuquilleros de muy diferentes estratos sociales y, además, comer todos del mismo perol una buena paella o unas buenas migas, platos tradicionales muy socorridos en tiempo de la caza de la perdiz con reclamo y charlar al abrigo del fuego, de lo divino y lo humano, de los transcendente y lo cotidiano; en definitiva, de la vida misma, porque así es ella, cambiante y contradictoria, pero por encima de todo, muy hermosa.


1 comentario:

  1. Un amigo y compañero de afición me hace llegar este comentario para su publicación.

    Querido José Antonio.

    Reflejas con exactitud las relaciones entre los practicantes de la caza de perdiz con reclamo macho.

    En términos parecidos intervine junto a otros cuatro ponentes en la defensa del texto de la Ley 4/89 que afectaba a esta modalidad de caza, en el pleno del Senado.

    No estoy seguro de que eso sea así en otros tipos de practicas cinegéticas.

    Saludos.

    Blas Díaz Bonillo.

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