“Porque todavía
algunas partes de nuestra geografía, siguen en plena temporada de cuquilleros,
quiero escribir algo sobre la caza.
Ejerzo
todas las modalidades, bueno casi todas. Al salto ya no, por dislocaciones en
una pierna que rompí tibia y peroné y también tobillo, inexcusablemente cazando.
Esas lesiones han abreviado mis condiciones físicas y no puedo seguir a las
perdices ni conejos. Son las limitaciones producidas por el accidente de caza.
Dicho
esto, sí quiero decir que ejerzo la montería, la media veda, el zorzal, la
paloma de invierno y por supuesto la caza de la perdiz con reclamo, para mí, la
caza más extraordinaria que concurre y que daré las doctrinas más adelante.
Estas modalidades sí puedo practicarlas ya que se llevan a cabo desde puesto
fijo.
Todas las
modalidades para nosotros los “cazaores”, como expresaría Luis Chamizo, te
precipitan el corazón y te avivan las neuronas transportándote no sé yo donde.
La caza
del zorzal en una mañana serena es indescriptible, oír aún de noche los
primeros que transitan con su clásico chip, chip, chip, te acelera el cuerpo
anhelando que venga la clara del día y emprender el vaciado de la canana para
abatir al común, al alirrojo, al charlo y al real.
La media
veda en esas tardes veraniegas de los cuarenta grados, aventurados a la sombra
de un matorral o pantalla en un rastrojo esperando que brote la tórtola con su
zigzagueante vuelo para echarte la escopeta a la cara ambicionando abatirla, si
lo consigues la complacencia es inmensa pues es el tiro por excelencia.
La paloma
de invierno quedando puesto a boca de ribero o en plena dehesa y ver esos
grandes bandos esperando que alguna se despiste y entre al puesto para apreciar
el “cebollazo” después del disparo tiene un encanto que solo los cazadores
sabemos que es.
La
montería. Junto con la caza de la perdiz con reclamo, es la modalidad que más
literatura tiene, son muchos los escritores que sobre estas dos modalidades han
escrito páginas y páginas que luego encuadernaron en preciosos libros.
Estar en un collao, en un sopié, es un
cortadero o en una traviesa, a la espera de oír un venao rompiendo monte, ver
las palas entre las jaras de un gamo, el romper del jabalí con su clásico
“jociqueo” gruñón, un muflón intentando huir entre los canchos en el testero de
enfrente. Todo esto son los lances que los cazadores intentamos tener la suerte
de poder producir cada vez que salimos de montería, lances que ampararemos en
nuestras retinas por mucho tiempo.
La caza
de la perdiz con reclamo, como he dicho más arriba, para mí es la esencia de
todas las modalidades cinegéticas. De alguna manera la estamos cazando todo el
año, aunque apenas son dos meses los que poseemos para sacar nuestros reclamos,
digo que la estamos ejerciendo todo el año porque todo el año estamos pendiente
de nuestros enjaulados, mimándoles, ayudándoles con la muda, hablándoles y
mirándoles cada día. Es un binomio perfecto al que llegamos con nuestros reclamos, hasta tal punto que
llegan a conocernos hasta por las pisadas.
Colgar en el pulpitillo al alba un pollito, a expectativas de que las camperas echen sus primeras coplas con apenas visión y ver la reacción de tu pollito es algo que acrecienta esta caza, esencialmente por las esperanzas depositadas en el pollito que has estado custodiando y mimando los meses anteriores. No siempre, más bien casi nunca, la cosa sale como uno quisiera, pue la mayoría de las veces, las expectaciones las ves engañadas al comprobar que el buen pájaro que tanto prometía y que creías tener es un medio-cuchara al que darás alguna oportunidad más, llegando en ocasiones a tener que excluir por no dar la talla.
Colgar en
el pulpitillo a un reclamo corriente, de esos hay muchos, pero ya digo
corriente, también tiene su hechizo, pues siempre esperas más de un corriente,
siempre esperas que vaya superándose, procurando no hacerle ninguna “trastá”,
puesto que dentro de su normalidad no consienten ninguna faena fuera de lo
establecido, si la ejecutas como aguardista, posiblemente, el corriente tendrá
que ir al cajón desastre.
Casi todo son inconvenientes es esta caza, por
eso es tan grande, son diversas las “culás” que te llevas por distintos
constituyentes que nombro: El pájaro de la jaula no ha cantado o ha cantado
poco. Las camperas no cantan o cantan poco, o se te ponen detrás del aguardo y
no consuman a la plaza. El atajo de 0vejas que te atropella. Las vacas que
también te atropellan, el esparraguero que hace lo mismo. El ganadero de la
finca dando voces llamando a su ganado, Las águilas que aplastan a nuestros
reclamos. Las hembras resabiadas. Los machos camperos cobardes, etc, etc. Por
eso, quiero decir que a pesar de estos inconvenientes no declinamos en nuestra
afición ya que nosotros no vamos al campo por carne, vamos al campo a
comprender a nuestros reclamos a ver si hacen como los buenos toreros, una
buena faena de esas que hacen los reclamos que son superiores.
Colgar en
el pulpitillo un reclamo superior es la tranquilidad, el aguardista entre su
plantío sabe perfectamente quienes son los superiores de su plantilla. Sabemos
lindamente que ni las vacas, ni las ovejas, ni las águilas, ni el esparraguero,
ni el ganadero, ni el aire, ni la lluvia, ni nada de nada desconcertara su
trabajo en el pulpitillo. Ya sean hembras resabiadas, machos cobardes, disparos
fallados, estos superiores tienen todo cuanto hay que tener en el cortejo y
provocación.
Estos superiores que llegan a estar buscando
campo por más de dos horas sin cerrar el pico aun no habiendo escuchado ninguna
campera por falta de celo de estás, al final las hacen cantar y las meten en la
plaza, pero claro de estos hay pocos, muy pocos.
Esta caza
te conserva en inquebrantable alerta, agudizando tu oído, tu vista y tus
sentimientos. Esos reclamos superiores que nada más colgarlo te salen por alto
en busca de campo, ese curicheo también por alto, ese senseo fuerte y potente
levantado campo, esos reclamos de buche, esos piñoncitos suaves, ese recibir
con titeo, ese curicheo apenas inapreciable arrastrando el ala hace que se
pare
el mundo mientras miras a tu reclamo.
Viva la caza !!!”
Francisco Giraldo Sánchez
Y las disculpas que les damos los cazadores a nuestros reclamos cuando llegamos al cortijo para no decir que es un mochuelo, hace mucho aire, me han entrado las ovejas,el campo está frío,....etc etc.
ResponderEliminarCreo que el reclamo es al animal que se tiene más paciencia con él.
En fin eso ha existido siempre y seguirá existiendo.
No nos damos cuenta que nos engañan como chinos pero como la afición es mucho los mantenemos otro año por si la flauta suena, craso error.
Saludos
Vaya D. Raimundo, empezamos de nuevo a expresar lo que sentimos.
ResponderEliminarMe alegra volver a verte por estos ruedos y que tu experiencia, que es mucha, nos sirva para aprender de la misma.
Tengo claro que guardar mochuelos hoy es tener mochuelos mañana. Irrefutable máxima.
Saludos y gracias por participar.
Pedro Delgado...amigo José antonio que verdad lo de raimundo todo ello esta dentro del alma del cuquillero siempre nos parece que va a sonar la flauta que ese pajsro va a romper...pero pasa a veces yo hará unos cinco años soltero dos pajsros y se quedaron varios días al lado de los otros que estaban en tierra ( los tengo en terreros en la calle) y llego mi hermano y al verlos pues estaban hechos a nosotros , me dijo pues yo los voy a coger y como pudimos los cogimos y para acabar uno de ellos es de los mejores pájaros que tiene y yo los solte por falta de trapío después de tres años creo de tenerlos....historias un saludo
ResponderEliminarB noches, Pedro.
ResponderEliminarComo siempre, mi agradecimiento por participar en el blog en los comentarios, aunque no te pongo cara.
Un saludo.