La caza en general nunca se ha regido por patrones medibles fijos porque, aunque haya circunstancias contrastadas, algunas de las veces, la realidad no se ajusta a cuestiones cuantificables. De hecho, tanto en la caza mayor, como en la menor, aun teniendo fundamentos donde apoyarse, en momentos puntuales, lo que se pueda ver como un futuro éxito, termina siendo un auténtico fracaso, aunque también es verdad que la actividad cinegética, en alguna de sus modalidades, cuando se desarrolla de acuerdo con la cantidad de ejemplares cazables que pueblan un determinada finca, los resultados varían poco con la previsiones que se puedan hacer con anterioridad a una determinada jornada cinegética. De esta manera, si asistimos a un ojeo, en donde hay perdices por doquier, lo normal es que si hay “escopetas” de primer nivel, se hagan buenos números. Igualmente, si se participa en una montería en donde una especifica mancha reúne un determinado número de reses, la correspondiente junta de carne recibe una cantidad de ejemplares que se ajusta bastante a las previsiones que se hicieron con anterioridad.
Ahora bien, cuando se habla de la caza de la perdiz con reclamo, las matemáticas fallan estrepitosamente. Aquí, aunque se puede algún día acertar, casi nunca dos más dos son cuatro. Y no lo es porque nuestra ancestral forma de entender y practicar la caza de la perdiz está influenciada por tantos factores y circunstancias que lo que debería ser blanco la gran mayoría de la veces no lo es, incluso ni parecido.
Para cimentar mis palabras, quiero comenzar por el alma mater de la afición cuquillera, el reclamo, pues un ejemplar de jaula no es como una escopeta que nada más hay que verlo para saber su calidad, no. Un pájaro puede ser una pintura y con una música celestial y no servir ni para “freír” un huevo. Por el contrario, un perdigón feo, destartalado y con música deficiente puede ser un figura. En esta línea, un reclamo puede estar todo el día sin cerrar el pico en la alcayata y ser mudo en el cazadero, ser una gallina en el jaulero y un gato en el repostero, comerse al mundo en la casa y aplastarse en el campo, no tomar un alambre en la pared y guitarrero en el campo…. Es decir, un reclamo puede ser un fenómeno en nuestro domicilio y un auténtico mochuelo en la mata, pero que lo tengamos en cuenta, también puede ocurrir justamente lo contrario.
Siguiendo con el reclamo, también hay que decir, que a la hora de adquirirlo, si no es a prueba, se suele fallar con más frecuencia de la cuenta, pues, lo que parece no lo es y, al que ni lo miran, por ofrecer un aspecto más que regular, puede tener madera de pájaro puntero.
Luego una vez en el campo, se han vivido tantas situaciones inverosímiles que, lo de las matemáticas, aunque se diga que es una ciencia exacta, aquí yerra. Y si no, sirva esta decena de situaciones como botones de muestra:
1.- ¿Cuántas veces hemos ido a un cazadero bien situado, con una gran oída, con bastante campo en las inmediaciones y con un buen reclamo y no hemos vuelto al cortijo con un sofocón de categoría o, por el contrario, hemos dado el puesto en el lugar menos indicado con un principiante para ver lo que hacía y ha resultado un lance del quince?
2.- En la línea anterior, ¿cuántas veces nos hemos metido en el puesto y, poco después, viendo lo que hay en los alrededores, pensamos en el puesto de nuestra vidas, para terminar echando diablos por la boca?
3.- ¿Cuántas veces llega a nosotros un reclamo desechado, aunque no es normal, y, luego, resulta que llega a ser un pájaro excepcional?
4.- ¿Cuántas veces hemos llevado a un amigo para que vea la calidad de un reclamo y ese día nos da una auténtica “mocholada”?
5.- ¿Cuántas veces tenemos en el repostero a un figura y no es capaz de meter en plaza a ninguna patirroja y, por tal motivo, vamos al coche por un “mediacuchara” y antes de ponerlo tiene al campo dándole vueltas?
6.- ¿Cuántas veces hemos dejado un gran pájaro a una amigo o compañero, aunque tal circunstancia haya quien diga que no debe hacerse, y cuando vuelve de dar el puesto nos dice que ha estado fatal?
7.- ¿Cuántas veces vamos a un colgadero pensando en una buena percha y volvemos de bolo o, por cualquier motivo, vamos, con perdón, al “cagaero” del coto y hacemos el “agosto”?
8.- ¿Cuántas veces hemos ido a un paraje donde no se caza el reclamo o se hace en muy contadas ocasiones y a las patirrojas no hay quien las haga entrar en el tiradero.
9.-
¿Cuántas veces colgamos en un día fenomenal de sol, temperatura y viento y no
nos comemos un pimiento y otras veces, con lluvia, agua, ventolera… presenciamos
un lance para no olvidar?
10.- ¿Cuántas veces, por cuestión de las prisas, colgamos a la carrera y de cualquier forma y las montesinas entran en plaza sin deparar en nada o viceversa?
Pues bien, todas estas circunstancias anteriores, alguna que otra más y otras muchas referentes a la meteorología, a las molestias de las labores ganaderas o agrícolas, a las rapaces o alimañas, al tránsito de personas, vehículos o animales… hacen que las matemáticas no corran paralelas con los resultados de la caza de la perdiz con reclamo.
Eso sí, como no todo va ser fiasco en esta ciencia exacta, pues, matemático es que un buen reclamo sale de cualquier sitio, que el buen reclamo desde los primeros puestos lo es y que el pájaro puntero es el que mete a las camperas, con más o menos esfuerzo, en plaza o, lo que es igual, al que se le tira caza. Por el contrario, los “cantamañanas” siempre lo serán, por mucho que se le haga y se les cuide y, por tal motivo, mientras antes se les dé larga, mejor que mejor.
Y ya para no hacer más largo el artículo hay que puntualizar que en estos fallos matemáticos es donde reside la grandeza de la afición cuquillera. Es obvio que la incertidumbre del qué pasará hace que cada jornada hace que se renueven ilusiones y que cada vez que se sale al campo se haga como si se tratase del primer día. En unas palabras, por muchos contratiempos que puedan existir, siempre se va a dar el puesto como niño con zapatos nuevos.
Para
finalizar, decir, porque al César hay que darle lo suyo, que la idea principal
del artículo “LAS MATEMATICAS NUNCA CORREN PARALELAS A LA CAZA DEL RECLAMO” es
de Alectorix y que, por lo tanto, el que suscribe solo es un mero
transmisor de la misma.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarComo siempre, gracias por el comentario y por colaborar asiduamente en el blog.
ResponderEliminarAdemás, ni que decir tiene que en esta afición, y eso lo he aprendido bien: 2 y 2 no son cuatro. Y de ahí la grandeza de la misma y la pasión que nos inculca.
Aquí, los pensamientos y sueños son los que nos mantienen como aficionados, pues de cuentas, nada.
Saludos.