viernes, 18 de febrero de 2011

"FRAGANCIA" DE ANTAÑO.


Este jueves por la tarde e invitado, como el miércoles anterior, por Pepe Moyo, nos trasladamos ambos hasta la finca El Andévalo (Cerro de Andévalo) par dar el puesto de tarde.

Estaba claro que, la ventosa jornada vespertina, como todo el día, no estaba para lo que íbamos, pero la afición es mucha y, las ganas, más. Por ello, aun sabiendo lo que pasaría, nos echamos “palante” y nos pusimos en camino

La parte de la finca, donde fuimos esta vez, es sencillamente, una de las maravillas que nos regala la naturaleza: terreno con altibajos poblado de monte bajo de chaparras, jóvenes acebuches, jaguarzos, tojos, jaras...., y centenarias encinas intercaladas entre él. Al fondo, como guardián de aquellos pagos, el majestuoso cabezo del Andévalo.




Mi buen amigo, como no podía ser menos, porque lo lleva en la sangre, me llevó a un sitio precioso. Es más, al llegar al colgadero y a no más de ocho o diez metros, nos voló una collera de pájaros que se echó a unos cincuenta o sesenta metros. Por tanto, la tarde no comenzaba mal.

Con cuidado, preparé el aguardo, el farolillo y la plaza. Luego, a las cinco, le quité la funda al pájaro y me metí en el puesto con un aire que incluso silbaba.

Una hora y media estuve aguantando el “chaparrón”, lo mismo que el Guerrilla que, esta vez, para no ser igual que la tarde, cumplió con creces. Incluso hubo un momento en el que pensé que podía tirar, pero ahí se quedó la historia. El campo cantó, pero no dio un paso.





Pepe, me esperaba un poco más abajo y, charlando, charlando, nos acercamos hasta la vetusta casilla de la finca. Aunque se puede apreciar en ella, el paso de los años y la falta de utilidad que se hace de la misma en el día de hoy, sus paredes de piedra y barro, encierran cuarenta mil historias de una familia que nació y creció, seguramente muy feliz, entre sus muros.


Al estar frente a ella y entrar en su interior, mi mente revoloteó por los años cincuenta y a mis recuerdos vinieron imágenes y “olores” de mi niñez: cántaros de barro, candiles, pucheretes para el café de “estraperlo”, las repisas para “sudar” el queso de oveja/cabra y la pequeña habitación -con las viejas camas de colchones de lana-, para toda la familia.

Fenomenal obra de arte esculpida en la piedra del lugar. Una habitación centenaria de las que no se hacen hoy día.

 



En sus inmediaciones, una enorme mastina guarda el poco ganado que hoy pastorea en el terreno y, entre las piedras de la entrada, los gallos, se hacen cara para galantear y cortejar a una de sus “compañeras”.




 
Por el camino de vuelta, mi buen amigo Pepe, me vino contando, con ciertos aires de nostalgia y esa inmensa alegría que derraman por los labios los bien nacidos, los muchos avatares de su juventud. De esos duros, pero recordados años, en donde, con poco en el bolsillo y mucho sitio en el estómago, la gente era feliz, tremendamente feliz.

Al final, al llegar de vuelta a Huelva, echamos el rato en en el bar contando las peripecias de la tarde y tomando la copilla..




3 comentarios:

  1. Precioso paisaje y lo mejor...un buen ambiente, disfrutadlo, pues eso no tiene precio...

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  2. Querido maestro

    ¡No matas ni un pájaro!

    Tendrás que comprarte un cassete.

    Un buen alumno. Juan Carlos González-

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  3. "Por el camino de vuelta..............con poco en el bolsillo..........."
    Este parrafo es el que más me ha gustado de todo lo que te he leido. Para enmarcar.
    Felicidades primo.

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