Evidentemente, no es la
primera vez que se trata este tema en mis escritos y, probablemente, tampoco
será la última. Y no lo es porque, año tras año, cuando se empieza con el
recorte, las previas a la apertura de la veda, el periodo hábil y cuando finaliza
la temporada o está a punto de concluir, nuestro jaulero empieza a sufrir bajas de
ejemplares que, en otro momento, incluso fueron referencia del mismo y con el
tiempo nos hemos ido dando cuenta que no son más que auténticos mochuelos.
Pájaros que, por circunstancias diversas, nos hicieron creer que podrían servir
en un futuro, pero que, al final, lo que siempre se ha dicho mil veces sobre
que “el buen reclamo, desde el primer
día”, vuelve a hacerse realidad.
Es más, esta aseveración que siempre la he tenido clara, no soy el único que la hace. De hecho, en la obra “Reclamos y Recibos: Memorias de un Cazador de Reclamo” de D. Francisco Sánchez-Casas, obra que me regaló en su momento el sobrino del escritor y buen aficionado, D. José Antonio Saúco Sánchez-Casas, en la página ciento catorce y en el apartado dedicado al año 1974, habla sobre el reclamo Mudelo, propiedad del Sr. Saúco, el cual, aunque era un pollo con poco trapío y con aspecto más bien de hembra, el día de su debut dio un gran puesto y el autor le tiró un macho de los de capa y espada. En dicho capítulo, de todo lo que escribe sobre este reclamo entresaco las siguientes palabras. “Los pájaros que van para fenómenos tienen que empezar como el Mudelo y el que no lo haga así no pasará de ser vulgar. Esto no quiere decir que, por excepción, falta de celo u otro motivo, pueda darse lo contrario, comenzar mal y luego poco a poco enmendarse. El pájaro que no demuestre sangre o temperamento al enfrentarse al campo, respondiendo con las músicas adecuadas y, sobre todo, recibiendo y quedándose al tiro, no alcanzará más cota que la de regular”. Como se puede comprobar en la cita que hago del Sr. Sánchez-Casas, tanto él en su momento, como yo en la actualidad, coincidimos en que el pájaro puntero o, simplemente, un buen reclamo, desde el primer puesto debe dar la talla. Lo he recalcado muchas veces y en el manual Con la jaula a cuestas, vuelvo a hacerlo patente.
En base a todo lo expuesto anteriormente, lo peor
que debemos hacer y, en infinidad de ocasiones, tropezamos en dicha piedra, es
guardar, de un año para otro, incluso desde la compra al primer puesto de una
misma temporada, machos de jaula que no muestran condiciones en sus primeros
momentos porque, bien por un motivo u otro, creemos que, a la temporada
siguiente o en los próximos años, se harán reclamos de primera fila. Craso
error comentemos al seguir con ellos.
Así, cuando vamos llegando al final de cada periodo legal de veda
o al finalizar el mismo, empezamos a
abrir puerta y a darle largas a quienes nunca deberían haber ocupado lugar en
nuestro jaulero. Y no es que con unos meses o un año más se hayan enmendado,
sino que vuelven a incidir en los defectos que ya les observamos en fechas
pasadas, y lo que hemos conseguido con ellos es perder tiempo y lugar para otro
cualquier pájaro que, posiblemente, hubiera servido.
En dicha línea, primeramente comentar, que en las últimas
temporadas me he deshecho de varios pájaros, incluso con dos y tres años.
Bellos, nobles, con buena música…. Pero en el campo, uno de ellos por un motivo
y el otro, por otro diferente, nunca dieron la nota mínima que se le debe
exigir a un reclamo. Y lo peor del caso es que cada temporada que finalizaba,
yo ya sabía o, al menos me imaginaba, lo que iba a ocurrir, pero esperé otra
temporada para ver qué pasaba y, una vez más, porque nunca aprendemos, no
acerté en mi decisión. Doce meses después, volvieron a ser auténticos calamidades y, nuevamente, pusieron
en práctica las peores faltas que un aspirante a reclamo puede tener, aparte de
no cantar o no parar de moverse en el repostero: que cuando se le acerque el
campo o, se callen o, reciban de pluma como auténticos globos de feria, pero
sin recibir de pico. También es verdad que no se pueden, o se deben, soltar
pájaros por un calentón del cuquillero de turno, sino que tiene que ser una
decisión muy meditada y asentada en hechos contrastados.
¿Qué a alguno de ellos, bien arropadito en el repostero, con
plazas tapaditas de las que no se ve a las patirrojas de lejos y con campo
fácil, se le pegaría algún tiro? Cierto. De hecho, algunos de ellos llevaban
sus tiritos, pero de los que no satisfacen a nadie. Sin ir más lejos, a uno de los
que me refiero, en Ciudad Real, le entró la pareja de callado, tras un buen
trabajo desde que lo puse, los tomó muy bien, le maté el macho en su sitio,
cargó el tiro correctamente, pero…, la hembra, tras el disparo, se amparó al
lado del aguardo y ahí acabó el puesto. Fue incapaz de volver a cantar. No cabía en la jaula dando vueltas, pero
no abrió más el pico. La viuda le canturreaba, pero no se le acercó, porque supongo
que le daría miedo nada más verlo.
Pues ejemplos como el anterior se podrían citar muchos y, a
pesar de ello, lo pelechamos con la idea de que el año próximo se produzca un
cambio que, como bien sabemos, en un altísimo porcentaje, no ocurre.
Consiguientemente, nuestro jaulero estará ocupado, en parte, por reclamos que
no llegan nunca a ser ni “mediascucharas”. Pájaros en los que creemos ver
futuro, pero que nunca llegarán a ser realidades.
Con este panorama, muy conocido por los cuquilleros, aunque
normalmente no le prestamos mucha atención, lo mejor es actuar sin
contemplaciones: el que no sirve, nunca servirá por muchos mimos y puestos que
le demos en buenas fincas. Debido a ello, cuanto antes le demos larga, mucho
mejor. Y si nos quedamos solamente con dos o tres, que no nos preocupe, siempre
habrá la posibilidad de tropezar con algún pollo con futuro. Perder el tiempo
con reclamos que nunca pasarán de regulares y vulgares, como lo recoge D. Francisco
Sánchez-Casas en el libro anteriormente mencionado, lo único que nos
proporcionarán serán decepciones.
Para finalizar, solo decir
que siempre es tiempo para quitarse de encima -incluso a los pocos días de una adquisición- a
pájaros que, por diferentes motivos, no dan, ni van a dar la talla, aún pudiendo cometer errores. Esperar es
no tener los pies en el suelo, pues lo que no sirve, por muy buena estampa o música
que atesore, lo que nos aportará es perder el tiempo que podríamos dedicarle a
otros noveles. De hecho, hace unos días, me he quitado de encima un pollo que compré el mes pasado en una pajarería, por no ajustarse a los patrones que yo exijo. En resumidas cuentas, como dice un buen amigo y colaborador asiduo de este blog: selección antes que espalda para llevarlo o culo para aguantar sus “mocholadas”.
El compañero Alberto Bosch, aficionado mallorquín me envía este comentario para su publicación.
ResponderEliminar“Yo, como lo relatado, no guardo nunca una futuro reclamo para la próxima temporada, pues lo que no haya demostrado en la presente, difícilmente lo demuestre en la próxima. Así, el que se queda en casa es porque se lo ha ganado. Es más, siempre tengo ocho reclamos y dos o tres pollos cogidos el año anterior para el futuro. Este año tengo seis del año pasado, porque de los ocho reclamos, al finalizar la temporada se me murieron dos de los más viejos, uno con trece años cazados y otro con once. Por lo tanto, ahora tendré que probar los pollos, por si alguno de los seis que tengo, sale de mi gusto”.
Saludos.