martes, 12 de enero de 2021

SOBRE LA PERDIZ DE REPOBLACIÓN

              Imagen de un reclamo atento a lo que hace una hembra encaramada en un olivo.

Es cierto que hace cuarenta/cincuenta años había muy pocos cazadores de pájaro en los pueblos, los motivos podrían ser muy variados, pero se me ocurren como principales la enorme dificultad que tenían las perdices del campo para acudir a la jaula, la mala economía para mantener muchos reclamos, cartuchos, licencias, etc., y la situación de ilegalidad que conllevó la práctica de la modalidad hasta que se reconoció como tal en la ley de caza de 1970.

Dicho esto, también es cierto que, como contrapartida, nuestros campos gozaban de una inmensa cantidad de perdices, pues el modelo agrícola y “los apaños” que usaban los agricultores en aquellos tiempos tenían la capacidad justa para arañar la tierra y poco más; gracias a eso teníamos lindazos y eriales por doquier, lugares en los que nuestra querida patirroja criaba sin ningún problema.

Llegó el progreso, con él los grandes tractores y los productos fitosanitarios que, en un abrir y cerrar de ojo, envenenaron todo el campo, de tal manera que desaparecieron los lindazos, los eriales, las tierras de calma…todo se volvió un mar de olivos en el que -como si hubieran pasado Atila y su caballo Othar-, no crecía ninguna hierba. Esto acarreó  que, en pocos años, las perdices del olivar viesen mermadas sus poblaciones y, en algunos territorios, estuvieron muy cerca de la desaparición.

¿Qué se pudo hacer ante esta situación?: echar mano de las granjas y repoblar los campos con perdices, ponerles comederos y agua limpia por doquier, para esperar que -con el paso de algunos años-, aprendieran a buscarse la vida en estos campos donde sólo habita el olivo.

Hecha esta breve introducción, entro en el tema que me interesa proponer hoy.

Nuestros olivares, los de Encinas Reales, veinticinco años después de soltar la primera perdiz,  han vuelto a tener una buena densidad de perdices  nacidas y criadas en ellos, ninguno nos explicamos cómo lo hacen las pájaras para sacar adelante a sus pollos en este mar de tierra yerma, pero lo cierto y verdad es que, muchas, lo consiguen; eso sólo puede venir motivado por el altísimo nivel de pureza que existe en los criaderos actuales. También es cierto que, año tras año, tenemos que reforzar con un buen número de ejemplares, pues la agricultura del olivar (aunque más suave que hace unos años), sigue siendo excesivamente agresiva para ellas.

Y llegamos, un año detrás de otro, al tiempo de meter los pájaros en la jaula y empezar los campeos.

Es aquí cuando empiezo a alucinar comprobando cómo los bandos de pájaros, después de haber atravesado la temporada de caza a la mano (aquí se dan doce días de perdiz al salto con un cupo de tres perdices por cazador), están enteros.

Qué sabias son las perdices!!!

A mí me gusta muchísimo campear los pájaros (lo vengo haciendo desde siempre), los jóvenes y los no tan jóvenes. En mi experiencia estoy convencido de que no les pasa nada porque vean el campo y no se les tire (cuando voy con la escopeta tampoco les tiro cada vez que los ven). La realidad es que si conoces el campo (tu cazadero habitual de toda la vida), es muy probable que las perdices acudan al canto del reclamo, con lo que -si su comportamiento es el adecuado-, se le deja para la escopeta y, si no lo es tanto, se le abre la puerta y se le regala  la libertad.

Antes, cuando yo era un mozalbete, esto era impensable porque la raza de pájaros que tenían nuestros olivares era de un nivel de frialdad y cobardía enorme, era casi imposible lidiar con ellos, de tal manera que podías darle a un pollo treinta puestos sin que escuchara ni una pitá, por lo que tardabas en salir de dudas un montón de tiempo, mientras que ahora, además de oírlos, si tienes jaula medianamente decente, los verás en plaza.

Hace unos días, a primero de diciembre, salimos a campear un amigo y yo juntos. Sacamos nueve pájaros en todo el día, seis de ellos de segundo celo, de los que cinco tienen algún tiro hecho y uno está sin tirar; los otros tres son pollos del año. Pues bien, todos tuvieron campo y lo vieron en plaza.

Como es lógico, los pájaros tirados, una vez que les das una “colgailla” y compruebas que han salido bien del pelecho, los dejas en su casillero tranquilos, hasta que vayan acompañados de la “humosa”; sin embargo para  los pollos este trajín de sayuela, coche, caminos, olivos, etc., etc., resulta ser una escuela estupenda puesto que se acostumbran al manoseo y, en muy poco tiempo, el que vaya a ser un proyecto interesante de reclamo, te lo estará diciendo con bastante rapidez y contundencia.

¿Les pasa algo a los reclamos por ver el campo y que no suene el tiro? Rotundamente no, no les pasa nada y, si les pasa, es que no eran buenos a carta cabal. En estos olivares se da mucho la situación de venir el campo, subirse en la pata del olivo, darle al reclamo un calentón de ole y, sin entrar en plaza, volverse por donde vino, dejando a jaula y jaulero con dos palmos de narices, sin que por ello el reclamo deba estropearse.

Así pues, estos días de campeo nos permitirán entrar en temporada con pájaros que sabemos van a cantar en el campo y, llegadas las camperas a su sitio, las van a tomar bien. Como consecuencia entiendo que esto es ventajoso, cuando menos nos ahorra bastantes mochueladas.

Una vez empieza la temporada, al tener la perdiz del campo (descendiente de perdiz de granja), una predisposición para la pelea muy superior a la que tenían los antiguos pobladores de estos olivares, es habitual que se tiren un buen número de perdices por socio.

Tenemos calculada la media en quince capturas que, para treinta y seis puestos que podemos dar en la temporada, está bastante bien.

 A título comparativo, en el año 1984 cacé toda la temporada en mi pueblo con Ecijano y Rondano  de cuarto y tercer celo  (dos reclamos de muy alto nivel), cazándolos todos los días y habiendo una enorme densidad de perdices en estos campos, conseguí tirar dieciocho pájaros.

Evidentemente, esa mayor facilidad para disfrutar de lances en los puestos conlleva el que haya un buen número de socios que practiquen el reclamo, por lo que se hace necesario poner una serie de normas restrictivas que permiten disfrutar de la temporada sin esquilmar el cazadero.

Así pues, en base a la facilidad para adquirir reclamos y para poder verlos con el campo, existe un grupo de aficionados que, temporada tras temporada, viven ilusionados pendientes de sus reclamos, con la seguridad de que los van a ver con campo en plaza.

Esta situación qué es buena o mala?

A mí, tal como está aquí el campo y la agricultura del olivar, me parece que es la única posible, porque la otra consiste en “soltar los trastes” y esa salida hay mucha gente que no la contempla.

También es cierto que esta perdiz actual, pasados los diez o doce primeros días de caza de jaula, apaña unos resabios bastante importantes, por lo que como no tengas un pajarito gracioso y con recursos, es muy habitual salirse del puesto sin haber tirado.

Así pues, considero que la perdiz de granja ha venido a quitar dificultad/romanticismo a la modalidad (lo mismo que el todoterreno o el puesto de tela), pero ha contribuido a que la afición de los pueblos aumente y los aficionados de clase social media baja, disfruten de algo que siempre les gustó, porque lo de pagar un importante puñado de euros para poder cazar el pájaro en un coto privado, no está al alcance de todos los bolsillos.

 

                                          Vicente Hurtado Navarro

1 comentario:

  1. Muy bien expresado compadre. Y es que, sin querer menospreciar lo que hay ahora, cualquier tiempo pasado fue mejor.

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