miércoles, 16 de diciembre de 2020

CON RESPECTO A LA CAZA

 

                                        Escena de caza  del Paleólitico tomada de internet

Hoy traigo al blog un nuevo artículo del amigo Manolo Quintanilla en el que, desde su punto  de vista de escritor no cazador, nos transmite su visión personal sobre la caza. La entrada finaliza con un bello poema cinegético.

ooo  O  ooo

‘Como un suspiro en el azul del cielo’. Así terminaba mi poema dedicado a la caza en un artículo enviado a tu blog para su respetable divulgación. Este último verso me hizo recapacitar y retomar la temática; buscar un enfoque convergente en la materia prima, deslizar la suave luz de la ‘poesía’ sobre la piel esforzada de la concatenación y el dilema de los opositores: vida-muerte; hombre-animal; con toda la controversia sociopolítica que engloba el discurso. La disputa naturalista… y ella defensa de la ‘cinegética’ con mayúsculas, el ataque y la defensa. Los detractores y los amantes y un largo silogismo impertérritos en el que serán muy necesarios doctores de ambos posicionamientos para dilucidar, en definitiva –nada pues, ambas lateralidades disponen de un cosmoide de argumentos a su favor, que jamás; ¡improbable¡… se podría finiquitar tal controversia en concordato.

 

Para defender tales frentes en la consabida batalla, solo se podía invitar al corazón y al alma, a lo más espiritual del hombre ‘cazador’ honesto y de actitud caballeresca, para hacer comprender que no existen malos subterfugios, malintencionadas ideas, y aún menos perversidad en la condición del cazador. Existe un binomio; la libertad de la presa y la superación del hombre en abortarla. El argumentario no es precisamente la necesidad de la básica búsqueda del alimento, sino el espíritu. De la grandeza de ofrecerse como opositor a la cuestión de invertir las épocas, la disputa natural del encuentro entre amigos naturales, la diatriba con toda la realidad del enfrentamiento: hombre-presa. Ambos, no antagonistas sino amantes de la demostración de sus habilidades naturales, sin ofrecer desventajas; puesto que, si eso ocurriese, no estaríamos disertando una hoja de ruta a seguir, no estaríamos equilibrando la balanza, pues solo se ofrecería un diabólico espectáculo de desventajas y sería en este preciso instante cuando todo lo que enmarca el espacio rousiniano sufriría un terrible desafuero. Yo acato las reglas de la caza en la igualdad que disponen las normas del juego universal de lo intrínseco a la natural composición del universo; o sea aquí en la paleta primaria del pictórico naturalismo se ofrecen a ese duelo impreciso, dos contrincantes, dos oponentes en gallardías majestuosas, en casi equilibrio equitativo y perfecto. El hombre con sus armas, y la presa con las suyas, y añadiendo al lienzo de la contienda, en la visual de la vida intacta y aparente, un árbitro en magnanimidad justiciosa, que es la propia ‘naturaleza’. Ventajas e inconvenientes para uno y para otro. Y al final de la contienda… que cada uno rinda sus honores en la batalla vencida, que no es más que un resultado final, donde a veces, el cazador cobra su presa, o sea, es el campeador de la partida, el receptor de los aplausos, el orgulloso actor de recibir el premio; en otras ocasiones, las más, es la presa la que obtiene el premio, con el ostentoso aplauso de la naturaleza, sus habilidades y la aceptación de la derrota por parte de su oponente.

 

En este marco de enfrentamiento entre hábiles caballeros es donde se debe de figurar la verdadera filosofía de la ‘caza’. Todo lo demás, tanto, por parte de los defensores a ultranza menospreciando las opiniones y pensamientos acordes a sus más íntimas convicciones sin argucias, ni maledicencias, con la verdad por castizo criterio, de los contrarios; como de los detractores acérrimos que, en cuestiones de contrastes de sus valoraciones al respecto, carecen de conocimiento en suficiencia de la materia, y que añaden a la configuración mediática, una distorsión ontológica, cultural manifiesta.

 

Y para ultimar esta narración particular y ajena a toda inclinación y posicionamiento, o postureo. La caza, a mi parecer, es una manera natural del proceder humano que mantiene sus ímpetus arósticos perdurables en el tiempo y con natural inclinación a los postulados del quehacer del hombre inmerso en su entorno y en su hábitat. Es como imponerle al sol que no alumbre, sería una actitud incomprensible y además contra natura. Mi deseo es que el hombre conviva con su entorno natural, que lo respete y que lo cuide, no exijo más. Y que en ese maravilloso espectro convivan el cazador y la presa.

 

 

         POEMA: DE LA POESÍA Y LA CAZA

 

Los pájaros golpean el tambor de la mañana

Y el sol reverdecido canta en los mallares

La perdiz inquieta en su sosiego, mira, espía, suspira…

La alborada de otro pájaro en su vuelo.

El cazador ha mimado su mirilla

Es un triunfo, casi un alto beso sobre el tórrido ariscal del suelo.

Bajo los labios de la escopeta fría

Tiembla la hermosura

¡Alegría, un festival de tiros, la cacería!

 

                               Manuel Vázquez Quintanilla


2 comentarios:

  1. Muy buenos dias.

    Darle las gracias a Manolo Quintanilla por ofrecernos su visión de la caza sin ser, ni haber sido nunca, un practicante de la misma.

    Eso sí, no hay que ser un lince para saber que caza y hombre es un binomio que se pierde en los albores del tiempo y, por mucho que quieran, cuatro "iluminados", la caza no puede desaparecer, excepto en el caso en que el que desaparezca sea el hombre.

    Saludos.

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  2. Miguel Bulnes me hace llegar este cometario al artículo sobre la caza:

    “Estupenda disertación. La caza y la vida son indivisibles, pues no se puede entender la una sin la otra. La vida tal como la conocemos se regenera con la caza, de tal manera que sin la acción de cazar la vida no seguiría adelante. Para lo demás, yo comulgo con aquello de Ortega y Gasset: el cazador no está seguro de que cazar sea justo, pero tampoco de lo contario”.

    Saludos.

    Miguel Bulnes Cercas.

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